Derechos Humanos y
Solidaridad Democrática Internacional

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21-06-2006

La situación del mercado del trabajo en Chile

Por Jorge Marshall Rivera

La probabilidad de que un trabajador pierda su empleo en un horizonte de 12 meses aumentó desde 14% a mediados de los 90 a 24% en la actualidad. Es hora de preocuparse.

Hace unas semanas, cuando la desocupación bordeaba el 8%, Vittorio Corbo dijo: "Ya no queda mucho espacio para bajas importantes del desempleo... Estamos llegando casi al límite para absorber la demanda".

Este hecho está reflejando que tenemos un mercado de trabajo con baja empleabilidad, alta rotación, baja productividad y tendencia a la segmentación.

Si aspiramos seriamente a cruzar el umbral del desarrollo en el lapso de una generación, debemos abordar cada uno de estos síntomas. Para ello es indispensable reconocer que existe una enorme complementariedad entre trabajo y educación, por lo que con un enfoque integrador observaremos resultados positivos en plazos cortos.

Un elevado porcentaje de los empleos que se generan son de corta duración, especialmente entre los jóvenes de menores ingresos. En este segmento hay flexibilidad, pero ella no genera mejores empleos porque está acompañada de una rotación excesiva, sin ganancias de productividad. De hecho, en 2005 se crearon 735 mil empleos asalariados formales y se destruyeron 402 mil, lo que descarta la hipótesis simple de inflexibilidad.

Sin embargo, el 70% de los nuevos contratos son a plazo fijo, la mitad de ellos dura menos de 6 meses. Del 30% a plazo indefinido, más de la mitad dura menos de un año.

También se han acortado los episodios de desocupación, lo que significa que la probabilidad de perder el empleo en el horizonte de 1 año aumentó desde 14% a mediados de los 90 a 24% en la actualidad.

Esta proliferación de empleos de corta duración también es un síntoma de rigidez salarial, porque en nuestra cultura cuesta vincular remuneración con resultados. Esto se manifestó con crudeza en la recesión de 1999, en que el aumento de los salarios reales retrasó la recuperación del empleo, situación que contrasta fuertemente con otras experiencias de mejoría rápida como Corea.

La relación entre duración del empleo y productividad no es lineal: la rotación permite aprovechar ganancias de productividad, pero el aprendizaje en el trabajo también aumenta la productividad.

La evidencia muestra que niveles intermedios de permanencia están asociados a mayores rendimientos de productividad. Con permanencia prolongada se llega a rendimientos decrecientes y, en algunos casos, negativos, mientras una corta permanencia se asocia a bajo crecimiento de la productividad.

Lo anterior sugiere que el foco de las políticas públicas debe orientarse a mejorar la empleabilidad, manteniendo grados razonables de flexibilidad. Esto nos lleva al sistema educacional y de capacitación. Adicionalmente, un mejor seguro de desempleo aportaría mayor protección y mayor sintonía entre las calificaciones ofrecidas y demandadas.

La principal herramienta para mejorar la empleabilidad es la capacitación, pero en Chile se han postergado ajustes indispensables para ponerla a tono con los tiempos.

La capacitación está enfocada a la competitividad de la empresa, que la orienta a los trabajadores que ya han alcanzado mayor permanencia, agravando la situación de aquellos con contratos de corta duración, lo que se convierte en desventaja a la hora de buscar mejor empleo.

El subsidio para capacitación funciona para empresas medianas y grandes, pero los mayores empleadores son las empresas de menor tamaño.

Del mismo modo, la capacitación que reciben los trabajadores de los tres primeros quintiles de ingreso es muy inferior a la de los dos quintiles superiores, perpetuando las desigualdades. Además, en ausencia de un sistema de certificación de competencias, la capacitación disminuye su efectividad.

Mejorar la empleabilidad también implica rehacer el nexo entre educación y trabajo, afectado por el cambio tecnológico, las dificultades de implementar el cambio curricular, la precariedad de la educación técnica y la lentitud de la superior para adecuarse a la nueva realidad del mercado del trabajo.

Por ejemplo, las carreras profesionales en Chile son más extensas que en el resto del mundo, porque los incentivos de las universidades no están alineados con el interés social y la acreditación ofrece solución muy a largo plazo.

Los desafíos de la empleabilidad se hacen más urgentes porque la globalización está afectando nuevas áreas del mercado del trabajo. Estábamos acostumbrados a ver cómo la producción de manufacturas intensivas en trabajo migraba hacia economías con salarios bajos, pero ahora este fenómeno está llegando a los servicios, al menos a aquellos que pueden ser transportados digitalmente.

Mientras la industria manufacturera representa el 13% del total de la ocupación, los servicios ocupan el 64% de la fuerza de trabajo.

En los países desarrollados este fenómeno está gravitando hace varios años, generando inseguridad y desigualdad. Debemos estar preparados para cuando se haga presente en países de ingreso medio como Chile.

Para comenzar, hay que reconocer esta nueva realidad y pensar creativamente sus efectos potenciales. Nuevamente esto lleva al nexo educación-trabajo, porque necesitamos formar competencias con mejores perspectivas de empleo en un mundo globalizado. No se trata de aumentar cualquier tipo de educación, sino ser selectivo de las áreas que generarán empleos con mejores perspectivas.

En este nuevo contexto, la calidad de las relaciones laborales adquiere relevancia como uno de los determinantes del desempleo, porque, a la hora de enfrentar condiciones adversas, la confianza recíproca ayuda a distribuir mejor los ajustes y beneficiarse de equilibrios cooperativos. Esto plantea desafíos para los líderes sindicales y empresariales, pero también para la gestión de las personas dentro de las empresas.
 
Jorge Marshall fue Ministro de Economía de Chile, es Presidente de Expansiva y miembro del Consejo Académico de CADAL.
Fuente: El Mercurio, 13 de junio de 2006 y www.expansiva.cl

Jorge Marshall Rivera
Jorge Marshall Rivera
Doctor en Economía (Universidad de Harvard), Ingeniero Comercial (Universidad de Chile), Subsecretario y Ministro de Economía de Chile entre los años 1990 y 1993, Vicepresidente del Banco Central de Chile entre los años 1993 y 2003, Consultor de organismos internacionales y profesor de economía en varias universidades, incluyendo la Universidad Católica de Chile, Alberto Hurtado y Universidad de Chile. Ha publicado varios artículos sobre la economía chilena, con especial referencia a la política macroeconómica, economía financiera y crecimiento económico.
 
 
 

 
 
 
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