Una visión sobre la situación de Corea del Norte

Sin la presión de la comunidad internacional será imposible lograr cambios dentro del régimen

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Kim Jong Un durante un desfile militar (Reuters)
Kim Jong Un durante un desfile militar (Reuters)

Desde siempre, poder escapar de Corea del Norte ha sido una misión de altísimo riesgo no sólo para quien lo intenta sino también para su familia. A partir del primer informe de la actual titular del mandato del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, Elizabeth Salmón, tenemos acceso a una visión general de la situación actual de los derechos humanos y el marco legal y un análisis detallado de los derechos humanos de las mujeres y las niñas en Corea del Norte.

Los números hablan por sí solos. Se calcula que antes del cierre de la frontera, producto de la pandemia de COVID-19, más de 1000 fugitivos solían llegar a Corea del Sur cada año. Sin embargo, solo llegaron 63 y 67 fugitivos en 2021 y 2022 respectivamente, la mayoría de los cuales habían salido de Corea del Norte antes del cierre de la frontera. Esto es, quienes lograron salir del país tardaron entre uno y dos años como mínimo para atravesar el sudeste asiático o encontrar asilo dentro de algún consulado o embajada de Corea del Sur en la República Popular China hasta llegar al vecino del sur.

El país ha estado casi completamente aislado de la comunidad internacional durante los últimos tres años, y no hay indicadores claros sobre cuándo reabrirá sus fronteras y volverá a tomar contacto nuevamente. Está claro que la pandemia por COVID-19 fue el pretexto perfecto para llevar al país a un confinamiento aún superior al que siempre tuvo. La radicalización del aislamiento hace que los funcionarios de Naciones Unidas, agencias humanitarias y la mayoría del personal internacional de las misiones diplomáticas no hayan podido regresar al país debido a las restricciones de viaje por el virus.

Se estimó que para fines de 2021, el 60% de la población padecía inseguridad alimentaria en comparación con el 40% antes de la pandemia. En este sentido, se calcula que de 2019 a 2021, el 41,6% de la población padecía desnutrición. Los informes recabados por Naciones Unidas sugieren que las personas pueden darse el lujo de comer una comida al día y que tener tres comidas al día se ha convertido en un lujo para la mayoría de las familias. En ese sentido, la Relatora Especial ha recibido informes sobre personas que murieron de hambre durante el período de restricciones por el COVID-19 y de personas sin hogar que mueren durante las olas de frío. El aislamiento y la ausencia de la mirada de la comunidad internacional ha llevado a que se pase por alto en medios de prensa y en foros, sumado a la enorme atención que tiene el conflicto armado entre Ucrania y Rusia, el agravamiento de la situación en Corea del Norte.

Kim Jong Un y su hija durante un fiesta para conmemorar el 75to aniversario de la fundación del Ejército Popular  (Agencia Central de Noticias de Corea/Servicio de Noticias de Corea vía AP)
Kim Jong Un y su hija durante un fiesta para conmemorar el 75to aniversario de la fundación del Ejército Popular (Agencia Central de Noticias de Corea/Servicio de Noticias de Corea vía AP)

A todo ello, se suma un marco de inseguridad regional y tensión altísima. Sólo en 2022, Corea del Norte lanzó alrededor de 70 misiles balísticos, incluyendo 8 misiles balísticos intercontinentales. En 2021, el país lanzó 8 misiles balísticos de corto alcance. En algunos casos, pasando tales misiles a través del espacio aéreo japonés poniendo en grave riesgo a población civil.

Asimismo, se observa que dentro del marco brutal de violación de Derechos Humanos en Corea del Norte, la peor parte se la llevan las mujeres, las cuales enfrentan claramente discriminación y violencia de género. Para ello, es necesario mostrar tres elementos que grafican esta situación.

En primer lugar, la violencia doméstica parece ser ampliamente tolerada y es vista como un asunto privado o familiar en el que el Estado no necesita intervenir. Si bien está prohibido por ley, no existe una definición clara de sus elementos, ni está concebido como delito en el Código Penal. Es claro, sin tipo penal, no hay delito. Adicionalmente, las víctimas-sobrevivientes no tienen acceso a mecanismos de denuncia o protección y aún más, no existen refugios para mujeres que sufren este tipo de violencia, apoyo psicológico o seguimiento por parte del Estado de su situación.

En segundo lugar, la educación sobre salud sexual y reproductiva no está incluida en la educación formal o de otro tipo. Las mujeres aprenden sobre la salud sexual y reproductiva de las mujeres que las rodean. Tener acceso a información científicamente precisa sobre la materia contribuye a garantizar una conducta sexual responsable, la prevención del embarazo precoz y las infecciones de transmisión sexual, así como la eliminación de estereotipos negativos y actitudes discriminatorias hacia la sexualidad de los adolescentes. También constituye una eficaz herramienta preventiva de la violencia sexual.

Este punto es clave en tanto se ha constatado que las mujeres norcoreanas en su enorme mayoría al hacerse estudios una vez fuera de Corea del Norte y habiendo sorteado todo tipo de obstáculos para llegar a Corea del Sur presentan enfermedades de transmisión sexual, habiendo sido víctimas de violencia y/o explotación sexual sin ser plenamente conscientes de ello y desconociendo las implicancias de las enfermedades que las aquejan y sus consecuencias en su salud.

Finalmente, un tercer elemento se relaciona con el nuevo papel de las mujeres como sostén de la familia. Si bien este es un punto positivo, el lado oscuro de tal afirmación es que las mujeres se han enfrentado a nuevas situaciones de violaciones de derechos humanos. Debido a su trabajo en los jangmadang (mercados “negros” o “informales”, los cuales sostienen hasta un 80% la economía norcoreana) las mujeres se han convertido en “objetivo del control y la corrupción del régimen”. Esto incluye el riesgo de arresto y detención asociado con sus roles como vendedoras y los sobornos que han tenido que pagar a los funcionarios estatales. Además, las mujeres en los jangmadang han sido más vulnerables a la explotación sexual, con guardias y funcionarios locales exigiendo sobornos en “forma de relaciones sexuales o actos sexuales bajo coacción”, violencia física o sexual, o están bajo “mayor escrutinio mientras realizan actividades de mercado”.

Sin la presión de la comunidad internacional sobre Corea del Norte y sus aliados será imposible lograr cambios dentro del régimen y sus políticas contrarias a los principios universales de los Derechos Humanos. El régimen de Pyongyang se beneficia mientras tanto de la explotación de su población para mantenerse en el poder y distribuir arbitrariamente en pos de la obediencia absoluta las migajas de riqueza que pudiera conseguir a través de estos medios inhumanos.

*Agustín Menéndez es Investigador Asociado de CADAL (www.cadal.org)

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