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      Confesiones peninsulares

      Tuve un sueño, era acreedor de la Argentina.

      Confesiones peninsularesLa directora del FMI, Kristalina Georgieva y el ministro de Economía, Martin Guzman. Foto: REUTERS/Remo Casilli
      01/06/2020 17:10

      Soñé con ser un acreedor de Argentina. Fue agradable, al principio. ¿Por qué Argentina? Siempre me cayó simpática. Es un país fascinante lleno de gente agradable e ingeniosa. Rico, esto lo saben hasta las piedras. Y paga bien: ¡mira las tasas de interés!

      Hecha la inversión, comencé a seguir a la prensa argentina. Estoy un poco sorprendido: dicen que no pueden, que solo pagarán un poco y quién sabe cuándo.

      Un cura dijo que la deuda es “inmoral”, que los pobres vienen primero. Comienzo a sentirme culpable: ¿seré la causa de tanta pobreza? Que extraño: “inmoral”, creía, es no pagar las deudas; aquí es el acreedor. ¡Me llaman “especulador”, incluso “buitre”! ¿Quise arriesgarme?¿Confié? Peor para mí.


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      El sueño se está convirtiendo en pesadilla. Hasta apareció mi amigo Vassilj: treinta años habrán pasado. Le prestaba dinero y los jugaba en el casino: ¡siempre perdía! Las raras veces que ganaba, se gastaba todo. Un día me atreví a señalárselo: me dio un poco de vergüenza, pero necesitaba mi dinero. Hago lo que quiero, respondió molesto. Claro, era “soberano”. Nunca cobré nada, ¿que duda cabe?

      Tengo confianza: creo en Argentina. Además tiene un nuevo gobierno, la gente ama al presidente, seguro que hará bien. Leí que es un “liberal de izquierda”, me gusta. ¡Su ministro es discípulo de un Nobel! ¡Y tiene la bendición del Papa!

      Estamos a prueba de fuego. Las cuentas no son tan terribles: he visto deudas peores. Basta con poco, un buen empujón. El gobierno reducirá los impuestos y cortará los gastos, eliminará la burocracia e invertirá en la escuela, liberalizará el mercado laboral y atraerá inversores extranjeros. “¡Enriqueceos!”, les dirá a los argentinos. ¡Como Deng Xiaoping a los chinos! Ya veo despegar la economía, aumentar la producción, mejorar la productividad, florecer los ahorros, refluir la pobreza. ¡Pagar la deuda será como beber agua!

      Entiendo cada vez menos. Me explicaron que esto no se hace en Argentina, que no está bien, que es “neoliberal”. Todos hablan de pobreza, nadie de crecimiento. ¡Nunca he visto erradicar la pobreza sin crecimiento! Insisten: aquí todos somos hermanos, dividimos los panes y los peces. ¡Pero eso fue un milagro!

      Leí que el Presidente no “revela” su plan económico, no quiere “descubrir sus cartas”. ¡Como Vassilj en el casino! Que raro. Pensé que funcionaba al revés: antes explico lo que haré y cómo; luego, si me votan, gobierno. En Argentina es diferente: antes gano las elecciones; luego, si acaso, “revelo” lo que haré. ¡Lo ideal para los inversores! Estoy empezando a temer que puse mi dinero en el lugar equivocado.


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      Es una pesadilla, es oficial: ¡solo faltaba la pandemia! En la televisión escuché que Dios nos castiga, que la naturaleza se venga de nuestros pecados. ¿Será por eso que Argentina no sale más de la cuarentena? Un fulano del gobierno explicó que la salud es de izquierda y la economía de derecha. Cómo envidio a los que siempre caen del lado correcto de la historia. Mañana dirigirá a los pobres causados por su actual desprecio por la economía.

      En el sueño, el oficialismo planeaba un impuestazo para desplumar “a los ricos”; meditaba adueñarse de las acciones de las empresas que “ayudaba”: “el Estado soy yo”, decía el Rey Sol; “el estado es mío”, creen estos. Harán huir a los pocos capitales restantes, mantendrás alejados a loa que necesitan como pan, hundirán a los negocios que dicen “salvar”: ¡pero qué satisfacción! “Viva la santa pobreza”, es el mensaje: lo opuesto de lo que sirve, lo contrario de lo que pensaba.

      Por fin, entiendo. Entiendo que no he entendido nada; entiendo por qué hay tanta pobreza en Argentina. ¡Entonces no era mi culpa! Hay que prestar atención a quienes prestamos dinero: ¡Vassilj me jodió de nuevo!

      Un ruido, me despierto: estoy sudando, pero en mi cama en Bolonia, Italia. ¡Qué alivio! Enciendo la radio, pasan el noticiero. “El jefe del gobierno fue recibido en audiencia por el Santo Padre, hubo plena armonía”. Hace días se habían encontrado con el Premio Nobel ... Cambio de canal: “La deuda italiana es la quinta al mundo. Ya ronda el 150% del producto nacional”. Ningún problema, explica un economista: en teoría, un estado puede endeudarse todo lo que quiera, no es como una familia. “En teoría”. ¿Qué pasa si la economía no crece? La italiana no ha crecido en doce años, con la pandemia colapsará en un 10%.


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      Apago. Mejor el periódico. En las páginas internas veo la entrevista con un conocido sociólogo. No sé si es “liberal”, tampoco si es de “izquierda”: lo respeto, lo leo. El 70% de los italianos vive de lo que produce el 30%, explica. Me recuerda algo: ¿sigo soñando? Si no nos convertimos de “infierno burocrático” en “paraíso empresarial”, si seguimos la filosofía asistencialista del gobierno, ya no seremos el enfermo de Europa, sino el moribundo. ¡Herejía! ¡No se dice en Italia, no está bien, es “liberista”! ¿Entonces? Seremos “pobres como en Grecia, súbditos como en Cuba”, dice. ¿Como Argentina? .


      Sobre la firma

      Loris Zanatta
      Loris Zanatta

      Historiador italiano, profesor de la Universidad de Bolonia. Especial para Clarín.