Los rumores crecientes sobre una posible renuncia del Ministro de Hacienda Ignacio Briones para asumir una candidatura presidencial como abanderado de Evópoli han hecho más noticia por lo que la decisión de Briones dice sobre el gobierno de Piñera que por el posible impacto que pudiera tener el ingreso de un nuevo candidato a la ya abultada lista de presidenciables para la contienda de noviembre de 2021.

Briones no es el primer ministro de Hacienda que se ilusiona con la posibilidad de ser candidato presidencial. En 1993, Alejandro Foxley lo consideró, pero la popularidad del entonces senador Eduardo Frei Ruiz-Tagle lo hizo esperar un mejor momento que nunca llegó. Al terminar su gestión en marzo de 2006, Nicolás Eyzaguirre también se entusiasmó con la idea. Pero la ventaja de oportunidad nunca se le abrió. En 2009, Andrés Velasco lo consideró seriamente. Probablemente, él fue quién más cerca estuvo de lograrlo. Pero tampoco se animó a dejar el gabinete y, después de un frustrado intento por competir contra Bachelet en las primarias de 2013, Velasco también pasó a engrosar la lista de los ministros de Hacienda que alguna vez fueron presidenciables.  Por eso, tiene sentido que, si existe alguna chance, Ignacio Briones decida tomarla ahora y no esperar a después. Para los ministros de Hacienda, ese después nunca llega.

Ahora bien, es dudoso que Briones tenga alguna posibilidad real de ser candidato. Si bien ha tenido un desempeño correcto, Briones es ministro de Hacienda del gobierno más impopular que ha habido en Chile desde el retorno de la democracia. Aunque haya hecho bien su pega y sea de los ministros más populares en el gabinete, su posición es comparable a la del jefe de finanzas del Titanic. Da un poco lo mismo si hizo bien su pega de llevar las cuentas públicas porque al final el barco del proyecto de Sebastián Piñera —y de Chile Vamos— se hundió. El país hoy es mucho más parecido a lo que quería Bachelet en 2013 que a lo que buscó proponer Piñera como candidato en 2013.

Por eso, la posible salida de Briones del gabinete dice mucho más sobre lo mal que está el gobierno de Piñera que de las posibilidades de que Briones sea un candidato presidencial viable. Las especulaciones sobre una posible candidatura presidencial de Briones equivalen a un reconocimiento implícito de que la agenda de reformas del gobierno está muerta. No hay posibilidad de avanzar con una reforma al sistema de pensiones. Con la elección de la convención constitucional en abril, cualquier iniciativa de reforma legislativa que el gobierno intente impulsar en el Congreso será inmediatamente bloqueada por la convención constitucional. Después de todo, si vamos a construir una nueva casa, ¿qué sentido tiene intentar remodelar los baños o el dormitorio de la casa que ya pronto será derrumbada?

A partir de abril, el gobierno de Piñera quedará en la incómoda posición de seguir ocupando los espacios de La Moneda pero sin tener el poder político o el control de la agenda —que será peleada por la convención constitucional y los aspirantes a candidatos presidenciales para la contienda de noviembre. El Presidente Piñera seguirá esforzándose por aparecer en los medios —con el mismo admirable coraje y disciplina del jugador de un equipo que pierde por goleada pero se esmera en anotar el gol del honor. Pero el peso de la realidad es innegable y la atención de los chilenos se centrará en lo que viene después.

El gobierno, preso por las decisiones apuradas —y erradas— que tomó después del estallido social, deberá aceptar que ya no tiene nada más que hacer en este Chile que se dividirá entre los que quieren refundarlo todo y los que quieren construir sobre lo mucho bueno que se ha hecho. Esa disputa, irónicamente, se dará más en la arena de la campaña presidencial que en el debate constituyente.  Aunque todavía no sabemos cuál va a ser la composición de ese cuerpo de 155 personas, si podemos imaginar que la nueva Constitución se convertirá en un libro de deseos y buenas intenciones sobre el país que queremos tener mientras que la campaña presidencial será el lugar donde los candidatos deberán explicar cuáles serán las medidas concretas que tomarán para intentar aterrizar esos sueños.

En esa tensión permanente entre construir castillos constitucionales en el aire y explicar cómo se van a financiar todos esos sueños, el gobierno de Piñera no tendrá ningún papel que jugar. Anticipando esa cruda, pero inevitable realidad que se avecina a pasos agigantados, el ministro Ignacio Briones comprensiblemente está buscando un espacio desde donde pueda tener algo de influencia. Queda claro que, a estas alturas, el Ministerio de Hacienda —o cualquier otro cargo en el gobierno de Piñera— representan solo la nostalgia por un pasado que ya fue y ofrecen solo la oportunidad de ser parte de esa orquesta que empieza a tocar la sinfonía de la ceremonia del adiós.

Sociólogo, cientista político y académico UDP.

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