Monday 29 de April, 2024

ECONOMíA | 05-11-2023 08:23

Precios atrasados: el plan sin combustible

La escasez en las estaciones de servicio mostró el precario equilibrio del sector energético en medio de urgencias electorales.

El economista Juan Carlos de Pablo, decano de los divulgadores de temas económicos, suele definir al precio como aquel “numerito” al cual el producto está disponible. Un concepto clave en medio cuando ocurre un fenómeno como el desabastecimiento de combustibles de la última semana. De pronto, sugestivamente antes del fin de la tregua de congelamiento de nafta y gasoil, los tanques se vaciaron y las filas comenzaron a aparecer en las pocas estaciones de servicio. ¿Mala praxis, azar o una conspiración de alcance insondable?

Impacto. Luego de las PASO, al mismo tiempo que la presión sobre el mercado cambiario derivaba en una devaluación liberadora (30% entre las minidevaluaciones la semana anterior y el salgo del día después) el Gobierno anunciaba que algunos precios regulados también se actualizaban para pasar a congelarse hasta fin de octubre. Si bien los resultados favorables al ministro Massa desinflaron las expectativas devaluatorias de tipo de cambio oficial, los malos resultados de la balanza comercial obligaron a ensayar un “mix” cambiario que llevaría el dólar “comercial” a $500, lo cual implicaba una mejora del 40%, en una apuesta de volver a restaurar algo del orden perdido en las reservas internacionales. Es que se proyecta que durante este año el Banco Central terminará perdiendo US$21.000 millones en esa cuenta.

A diferencia de lo ocurrido en 2022, el balance energético iba a dar levemente positivo este año (US$230 millones contra -US$4.300 millones en 2022), en parte por el incremento de la producción de Vaca Muerta, de lejos el principal yacimiento del país. Daniel Montamat, expresidente de YPF que integra el selecto club de “los secretarios de Energía” con fuertes críticas hacia la política energética de la última década, explica que por estrangulamiento en el sector externo se ralentizó la inversión en la cuenca neuquina. Las dificultades para importar los equipos necesarios, pero también la incertidumbre acerca de la evolución de las variables claves y el marco regulatorio añaden un riesgo adicional al tradicional del sector: el de explotación y el de mercado (por las oscilaciones que puede tener en un contexto internacional por demás volátil). “Lo que se viene haciendo es reponer el capital circulante pero no se inyecta lo necesario para que Vaca Muerta pueda alcanzar su potencial productivo”, agrega.

Argentina está actualmente produciendo un promedio de 630.000 barriles diario, de los cuales casi 400.000 pertenecen a dicho yacimiento. Sin embargo, está lejos del techo previsto: 1 millón de barriles diarios sólo allí, con lo cual podría liberarse un saldo exportable más que interesante, ya que la capacidad de refinación para el consumo interno está en los 500.000 barriles diarios.

Las causas. En el faltante de octubre jugaron tres factores: el primero fue que dos de las plantas refinadoras habían hecho en los últimos meses paradas técnicas para adaptarse el crudo de Vaca Muerta, cosa que se planificó solucionar con la importación temporaria de combustibles. Pero importar es una palabra que genera estrés y eso también ocurrió. Además, hubo una demanda extra (también previsible) por el feriado XXL y el operativo votación, por un lado y por el ciclo agrícola (cosecha y siembra) que, a diferencia de la paupérrima campaña pasada, esta vez consumió más gasoil. Finalmente, el anunciado congelamiento que vencía el 31 de octubre adelantó consumo y jugó como premio para almacenamiento. El factor precio también jugaba y mucho, no tanto por la anunciada suba (7% en los surtidores) sino por el gran retraso que los combustibles tienen contra la inflación y con los países vecinos. También se dejó fijo el impuesto a los combustibles, que se va diluyendo con la inflación.

Considerando un alza del IPC del 10% para octubre (la estimación de la consultora C&T Asesores Económicos le dio 9,6%), la inflación minorista durante ya acumuló 123% mientras que el precio de la nafta subió en ese período 75%, una brecha que continuó la tendencia de los últimos cuatro años. También es notoria la diferencia con los países vecinos: entre US$1,2 y US$1,6 el litro, lo que explica el tour de tanques llenos que en los puestos aduaneros se viene registrando este año. Además, se agrega otra distorsión: históricamente el precio de la nafta era US$1 en Buenos Aires …pero son dólares oficiales y el cambio en la frontera se toma al blue por lo que la diferencia ya no es de 50% sino de entre 3 y 4 a 1.

Equilibrios. El precio del surtidor es un extremo de todo un sistema que arranca con la explotación petrolera. Actualmente se calcula que el monto para mantener el ritmo productivo es de US$6.500 millones y se precisaría el doble para poder incrementar al techo la producción de Vaca Muerta. Un monto enorme para la economía argentina pero insignificante para la industria internacional. A diferencia de lo que ocurre con el primer exportador mundial, Arabia Saudita que extrae 12,8 millones de barriles diarios, pero sólo consume 1 millón internamente, las proporciones en Argentina son inversas y eso hace que divorciar los precios locales de los internacionales en forma permanente termine afectando la producción. Marcelo Elizondo, director de DNI consultores, pone énfasis en este dilema por el concepto de esta industria. “El petrolero es un sector que tiene grandes jugadores internacionales que invierten en forma global y aún los operadores locales forman alianzas para diversificar el riesgo y poder afrontar las costosas exigencias de la explotación petrolera con la última tecnología”, subraya. Prescindir de esta corriente inversora y de transferencia tecnológica en una industria “world class” implica pensar fuentes estatales de financiamiento… justo para un Estado que en último medio siglo se convirtió en un desahorrador crónico.

Esto hace que los precios de referencia son vitales para la toma de decisiones en toda la cadena productiva, que requiere de aprovechar los algos precios mientras China siga siendo la aspiradora petrolera del mundo: 15 millones de barriles diarios, mientras la transición energética todavía sigue manteniendo un piso de demanda para el petróleo local. También se utiliza como referencia lo que en la jerga se denomina el “barril criollo” que no es otra cosa que un sistema de reaseguro para las provincias que son las “dueñas” del subsuelo para no dejar de cobrar regalías (12%) cuando el valor mundial cae, como ocurrió durante la pandemia. Pero en períodos como el actual, oficia de techo: se estableció en US$59 y se ajusta incluso si hay una devaluación: es decir un tercio menos que el valor internacional.

Brechas. En definitiva, lo que ocurre con el precio de los combustibles, un producto con mucha visibilidad es sólo uno de los tantos valores que adrede la política económica decidió atrasar como “ancla” inflacionaria para mitigar otro efecto complicado: la caída del poder adquisitivo. En un estudio que realizó la consultora Romano Group, los productos de energía y servicios públicos son los que más debería recuperar para llegar al equilibrio de hace cinco años y según la encuesta permanente de hogares (EPH) el salario real cayó 16% desde 2019. Un laberinto de regulaciones y referencias que desvirtúan el rol del precio como ordenador de todo el mercado que está tan enredado que es muy difícil de desmontar sin causar ruido, algo muy inconveniente en plena carrera electoral.

 

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Tristán Rodríguez Loredo

Tristán Rodríguez Loredo

Editor de Economía.

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