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    Sergio Massa y Cristina Kirchner, como Dr. Jekill y Mrs. Hyde

    OPINIÓN. Ella se victimiza y polariza, con la ayuda de Mayans y Donda, para acallar a la Justicia y la oposición. El otro, a un metro de distancia, ajusta las cuentas y en silencio toma deuda a cuatro manos. ¿Es esquizofrenia o estrategia?

    Marcos Novaro
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    Marcos Novaro

    07 de septiembre 2022, 08:41hs
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    Sergio Massa y Cristina Kirchner, durante el acto de cierre de campaña de las legislativas 2021 en Merlo (Foto:  (AP - Marcos Brindicci).
    Sergio Massa y Cristina Kirchner, durante el acto de cierre de campaña de las legislativas 2021 en Merlo (Foto: (AP - Marcos Brindicci).

    El peronismo muchas veces ha jugado el juego del policía bueno y el policía malo. El kirchnerismo más todavía, le encanta la ambigüedad: tiene siempre varios rostros para ofrecer, según el público que tenga adelante, para que lo consideren tanto el orden como el cambio, la producción y la distribución, la guerra y la paz. Pero con el tiempo se ha ido volviendo más y más inconsistente al combinar todas esas facetas, y por tanto necesitado de ayuda para cerrar las contradicciones entre sus distintos emisarios y mensajes, para no volverse poco confiable en todos los papeles.

    De allí que el Frente de Todos esté terminando su periplo en el poder como la más desconfiable expresión de ese síndrome: es muchas cosas, pero ninguna en serio; ninguna de sus muchas personalidades la desempeña con mínima eficacia: distribuye mal y enfrenta a movimientos de desocupados con intendentes y punteros, ayuda también mal a empresarios amigos y ya ni los banqueros, a los que nunca hasta aquí ha fallado, le creen que vaya a cumplir sus compromisos, y aunque se solidariza también se pelea con las dictaduras populistas de la región, así que queda mal con todo el mundo, con dios y con el diablo.

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    En el colmo de estas contradicciones está haciendo cada vez más ruido la inconsistencia entre una vicepresidente que llama casi abiertamente a repetir el 2001, como si ella no estuviera en el lugar de De la Rúa, convoca a una guerra en las calles de Recoleta entre el pueblo y sus enemigos, y a intervenirle la ciudad a Larreta, y un ministro de Economía que inicia muy modosito una gira por Estados Unidos para conseguir financiamiento extra y perdones por el desvío de las metas firmadas hace muy poco con el FMI.

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    Ella quiere incendiar el país si no se frenan los juicios en su contra y se la exceptúa de aquí de toda investigación por sus actos de gobierno, y se lo hace decir a sus esbirros en el lenguaje más patotero imaginable; él quiere ser reconocido como el más responsable administrador de un estado ordenado y un capitalismo abierto a la iniciativa privada. El resultado, más que una contradicción, es un circo.

    Pero un circo con planificación. Meditado por sus protagonistas, que saben qué rol le toca a cada uno y dónde meterse y dónde no. Por eso Cristina Kirchner pega y pega, pero del ajuste no habla, ni se mencionan en sus diatribas las palabras ´gas´, ´electricidad´, ´paritarias´, ´inflación´, ´FMI´, de todo eso ni mu. Y Massa hace silencio de radio sobre los juicios y todas sus ramificaciones: están ausentes por completo de sus alocuciones la Corte, Luciani, Recoleta, nada de eso pareciera que le importa ni lo afecta en lo más mínimo.

    Sergio Massa y Cristina Kirchner en el Senado. Foto: @senadoargentina
    Sergio Massa y Cristina Kirchner en el Senado. Foto: @senadoargentina

    Además la señora Hyde, nuestra heroína de la impunidad, aunque parece lanzada a romper todo a su alrededor, no es en verdad ni tan irracional ni tan zarpada: busca esconder un elefante en una manada de elefantes, al escándalo de sus juicios por corrupción los disimula detrás de otro montón de escándalos que arma a su alrededor, la ocupación por la fuerza de una zona de la ciudad y su transformación en “santuario”, su supuesta proscripción, el cuestionamiento a la autonomía porteña, un proyecto contra los ´discursos de odio´ que, como blanqueó Victoria Donda no muy astutamente, ya tiene culpables y víctimas preestablecidos, pronto la suspensión de las PASO, y siempre flotando por encima la mayor obsesión, que vuelve una y otra vez: reformar la Corte.

    Más y más despioles institucionales que en verdad no llevan a nada, porque nada de eso se sostiene ni se lleva a sus últimas consecuencias, pero evitan se hable de lo único que importa de todo esto, que es que la Justicia está avanzando oficialmente hacia su condena por corrupción. Y el kirchnerismo no tiene forma de pararla, solo puede rogar que los jueces detengan la cadena de responsabilidad un poco más abajo, en De Vido y compañía, por alguna formalidad.

    Massa, mientras tanto, parece que hace los deberes ordenando las cuentas, pero sus medidas de ajuste van todas en la misma dirección: evitar hacer el ajuste en las áreas que realmente le importan al aparato político de la señora, las empresas públicas dominadas por La Cámpora, la provincia de Buenos Aires y sus municipios, las transferencias discrecionales con que se mantiene alineados a los gobernadores. Eso no se toca, así que el ajuste se concentra en los privados, las empresas productivas que necesitan importaciones, los clientes de servicios públicos, en particular, de nuevo, los porteños.

    Por otro lado, si hay una prioridad en la gestión massista, ella es aumentar la deuda, como sea y con quien sea. Tanto en pesos como en dólares, para estirar lo más posible la sobrevida del régimen económico vigente, y que le estalle al próximo, no al actual gobierno. En eso también hay plena sintonía en el oficialismo, y por algo ahora del endeudamiento, que Cristina Kirchner siempre ha considerado el peor de los pecados que puede cometer un gobernante, tampoco habla ni se da por enterada.

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    Es así como los actos de estas dos almas tan distintas del mismo gobierno, aunque parezcan simplemente contrapuestos, convergen, y lo hacen en un momento preciso de nuestro futuro próximo: uno le roba o pretende robarle las banderas a la oposición, la otra la descalifica y deslegitima, y ambos apuntan a una elección que saben tienen altas chances de perder; pero si pierden por poco, y conservando su poder de veto con gobiernos provinciales, el Senado y “la calle”, pueden lograr que el próximo gobierno tenga muy difícil o imposible hacer pie. Ese es, finalmente, el objetivo más deseado, el que ambos comparten e imaginan, con su juego de pinzas entre Dr. Jekill y Mrs. Hyde, van a poder alcanzar, porque ya lo hicieron antes: es un juego que conocen muy bien, ´si nosotros no podemos gobernar bien, nos aseguraremos de que nadie más lo logre´.

    En la novela, Jekill intenta al menos en algunos momentos detener a Hyde. Controlarlo y domesticarlo es el objeto, finalmente, de todo su experimento. Nuestro Jekill en cambio hace tiempo que se sometió a sus designios, y a lo único que aspira es a que él le reconozca su utilidad: hacerlo pasar por un pacífico ciudadano.

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