Esta semana se firma el Tratado de Libre Comercio (TLC) entre Ecuador y China. El Gobierno, como promotor del acuerdo, y los sectores más beneficiados por la reducción de aranceles y barreras comerciales con el gigante asiático, se felicitan por ello. Al igual que gran parte de las élites políticas y económicas latinoamericanas, conciben mayormente la relación con China por las oportunidades que ofrece. No puede haber reproche en eso. El mercado chino es ya el primer destino de las exportaciones no petroleras de Ecuador, cuyo valor fue 5.706 millones de dólares en 2022. Y la previsión es que se incremente al menos un 20 %.

Así se firmará el acuerdo entre China y Ecuador en Quito

Ahora bien, recurrir al dato del previsible aumento del flujo comercial no es suficiente para hacer un diagnóstico atinado sobre los potenciales beneficios del TLC. Ciertos factores suelen pasarse por alto. Por ejemplo, que Ecuador pueda importar de China bienes más baratos –gracias a la reducción arancelaria– no garantiza que dicha rebaja se traslade al precio que pagan los consumidores. Ello en razón de que, en América Latina, suele ocurrir que esa diferencia se la embolsa el intermediario, pues opera en mercados monopólicos u oligárquicos y, por tanto, no tiene ningún incentivo para bajar el precio.

Acuerdo con China excluye a cerca de 800 productos de alta sensibilidad; e incluye desgravaciones con plazos de hasta 20 años para sectores de sensibilidad media

En las exportaciones también hay matices. El camarón, convertido en la primera exportación ecuatoriana a China, no ha requerido de un TLC para irrumpir con fuerza en ese mercado, luego de ventas por 3.725 millones de dólares el año pasado. Respecto a las expectativas depositadas en la exportación de bananos, cacao, flores o productos agropecuarios, y en una segunda fase, de pollo, lácteos o frutas exóticas, conviene ser cauto. El TLC entre Perú y China, vigente desde hace 13 años, muestra que el tratado comercial no ha servido para diversificar convenientemente –como se auguraba– la canasta exportadora peruana a ese país.

Que el TLC no contenga la exigencia de buenas prácticas es una puerta abierta a los excesos.

Quito debe tomar nota del caso peruano. El 95 % de sus exportaciones son minerales y harina de pescado. Por tanto, su pretensión de ampliar las ventas con productos de valor agregado se ha visto frustrada. Los protocolos fitosanitarios que Pekín exige para cada producto han penalizado el acceso de sus productos agrícolas al mercado chino. Por otro lado, los TLC de Ecuador y Perú con China no incluyen salvaguardas que impidan la flexibilización o el incumplimiento de las disposiciones ambientales o laborales. La importancia de incluirlas es clara: manifiesta la voluntad de los Estados firmantes para que el comercio (y las inversiones) se desarrolle dentro de unos estándares aceptables.

Y sirven además para facilitar la participación y las denuncias de organizaciones de la sociedad civil que, eventualmente, pueden derivar en mejoras. Que el TLC no contenga la exigencia de buenas prácticas es una puerta abierta a los excesos. No olvidemos que la actuación de China en Ecuador es controvertida. Las complicaciones en la presa Coca Codo Sinclair. Los préstamos que llevaron a Quito al borde de la asfixia financiera. El costo-beneficio de la mina de Mirador. Todos ellos ejemplos para no dejarse llevar por el triunfalismo. (O)