Empecemos por lo que sí se sabe, porque aunque es cierto que pueden pasar cosas imprevistas el próximo domingo, no lo es tanto que cualquier cosa pueda suceder.
Sergio Massa ya perdió su batalla más importante, la que libraba contra el dólar y la suba de precios. Podrá salir más o menos golpeado del recuento de votos la noche del 13, pero una cosa no podrá disimular: la apuesta por asociar su candidatura a una gestión que ponía freno al desastre heredado de Alberto y Guzmán, y le daba así renovado aire y algún futuro a un peronismo aún unido pero cada vez más desorientado, ya fracasó.
Así como a Massa lo derrotó el dólar, Javier Milei parece estar derrotándose a sí mismo. Una excesiva autoconfianza en su excentricidad y sus ocurrencias, la constante improvisación en todos los terrenos y la desestimación de las estructuras partidarias y de la organización en general que quiso mostrar como sus mayores virtudes, le terminaron saliendo demasiado caras. Por lo que no pudo sostener su competitividad en las últimas y decisivas semanas de la campaña, repitiéndose como un disco rayado, mostrándose demasiado solo, y el resto del tiempo entornado por una murga muy poco confiable, cruzada por negocios turbios y la falta del más elemental profesionalismo.

En sus últimos discursos le ruega a sus adherentes que vayan a votar, que no se queden en sus casas: demasiado tarde advirtió la diferencia entre un like y un voto. Será lejos tercero, y a los terceros, en las elecciones presidenciales, la polarización los liquida, ya lo hemos visto en otras ocasiones.
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Por último, tenemos el partido de campeonato entre Horacio y Patricia. Donde realmente cada voto cuenta, y se decide en gran medida quién nos va a gobernar, y cómo, con qué apoyos, desde el próximo diciembre. Ese resultado es el más incierto de todos, además del más significativo, aunque hay un aspecto en el que se puede hacer ya un pronóstico bastante certero: quien de ellos salga victorioso este domingo seguramente recibirá un impulso contundente al momento de consagrarse candidato, porque se volverá sin mayor esfuerzo el principal polo de atracción de las expectativas del electorado y eje del proceso de redefinición de los liderazgos políticos que ha ido avanzando en los últimos años, pero cuya resolución se ha estado demorando insoportablemente, fruto del internismo y del rígido cronograma de las PASO.
El lunes 14, empieza algo nuevo
Vamos a ver un caballo que pica en punta, y que por tanto va a poder beneficiarse del impulso que en el último año y medio le faltó a los opositores que vencieron en 2021 para ocupar el centro de la escena, moldear la agenda y la arena de competencia, y empezar a armar lo que seguro convergerá en el próximo gobierno.

Esto es algo que las encuestas y demás pronósticos electorales no están registrando. La gran novedad de estas PASO va a ser que, finalmente, habrá un sucesor de Macri en la principal oposición, que recibirá el apoyo de los que pierdan, y se posicionará con altas probabilidades para octubre. Aunque la fortaleza con que se produzca este cambio de escenario dependerá de varios factores, ellos sí más difíciles de prever:
- cuántos votos sumen las dos listas en competencia dentro de JxC
- cuánta diferencia haya entre ellas
- cuán eficaz sea la escena que se monte para la unificación del espacio y para anunciar que “ahora seguimos todos juntos”.
En el medio, fruto de la incertidumbre y la paridad de fuerzas, los contendientes pueden meter la pata. Le pasó estos días a Patricia, en particular con los rumores respecto a que estaba buscando, tal vez un poco a las apuradas, un aval explícito de último momento del expresidente.
Si ella diera a entender que depende de Macri para inclinar la balanza, tal vez el resultado sea contrario al esperado. Pues si un mérito tuvo su campaña hasta aquí fue mostrar que se vale por sí misma, mientras que Rodríguez Larreta necesita juntar a su alrededor un montón de figuras distintas, socios de ocasión que tienen en común una única cosa, todos rechazan, además de a Patricia, al propio Macri.
Una intervención de último momento del expresidente para “dirimir la cuestión”, si fuera efectiva, podría tener además un efecto negativo para la coalición en su conjunto: la elección, en vez de resolver su sucesión del liderazgo, abriría un escenario aún más incierto que el que ha vivido en los últimos años, justo cuando tiene que encarar la formación de un gobierno que brinde certidumbre y genere nuevas expectativas en la sociedad. Claro que esa no es la forma en que Macri ve la cuestión, incómodo entre quienes dicen ya no necesitarlo y los que abiertamente lo combaten y pretenden jubilarlo. Pero finalmente parece de momento al menos resignarse: hasta en sus últimas intervenciones siguió ahorrándole a Patricia la inconveniencia de declararla “su” candidata.

Seguramente conciente de ello la propia Bullrich, supuesta demandante de apoyo, se mostró entre cauta y desentendida estos días al respecto, e insistió en que, si ella gobernara, “Macri sería una persona de consulta”, “como lo son otros expresidentes”, entre quienes mencionó a Julio María Sanguinetti. Tiempo atrás sugirió que lo designaría en el rol de embajador itinerante, ahora lo incorporó a una suerte de consejo de ancianos que le gustaría cada tanto escuchar. Nada ni por asomo cercano al papel de gran elector o de sostén salvador que venían promocionando los que creen que “Patricia sola no va a poder”.
Datos de gran ayuda para después de las PASO
Más allá de estos líos alrededor de la más o menos cercana o lejana jubilación de Macri, o su resiliencia en el rol de padre fundador del PRO y de JxC, habrá como dijimos un par de datos el domingo que pueden ser de gran ayuda para quien resulte vencedor en su interna: por cuánta diferencia él se impone y cuál es el caudal global del espacio.
Si la diferencia entre Horacio y Patricia es pequeña, todavía el vencedor tendrá que remarla para convertirse en el auténtico nuevo jefe. Sobre todo, si la que vence es Bullrich, que no está muy habituada que digamos a la práctica de compartir el poder, y va a tener menos socios confiables entre los caciques que conservarán autonomía e influencia. Larreta, en cambio, está más en su salsa en ese juego, tal vez demasiado en su salsa: no por nada se ha rodeado de todos los que alguna vez aspiraron a la presidencia dentro de la coalición, y a cada uno le ha dado su espacio y cuota de representación, por ahora, para que lo apoye, pero en el futuro también para que lo condicione.

En cuanto a la sumatoria de ambos precandidatos, cuanto más lejos ella quede del 40% del total de los votos será más probable un balotaje, o al menos una campaña para las generales donde los cambiemitas tendrán que hamacarse para ampliar su ventaja, y también para asegurar su preeminencia legislativa.
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Al menos dieron ya el puntapie inicial en esta tarea, lo que es muy digno de encomio: no solo se sacaron este lunes una linda “foto de unidad” con los Macri, sino que organizaron después de muchos tironeos una sede conjunta para esperar los resultados, y procesar esa foto que todos han estado esperando, uno de ellos victorioso y los demás acompañando. Se verá si con eso les alcanza.
Como sea, nadie ni en el oficialismo ni en otras fuerzas de oposición van a tener siquiera la posibilidad de intentarlo. Al contrario, pasadas las PASO, Massa y Milei van a estar seguramente peor que hoy. Uno porque va a tener que lidiar con muchos más problemas de gestión y seguramente quedará atado aún más que ahora al aval condicionado de los kirchneristas de paladar negro, que van a tener alguien que seguirá hablando por ellos, y no va a dejar de aprovechar las oportunidades que se le presenten para cascotear al candidato. El otro porque, como dijimos, la polarización se ensaña especialmente con los terceros en discordia de elecciones presidenciales.