Hace casi 30 meses, cuando ganó las primarias presidenciales de la coalición Apruebo Dignidad (compuesta por el Frente Amplio y el Partido Comunista), Gabriel Boric declaró que, así como Chile había sido la cuna del neoliberalismo, también sería su tumba. Hoy, cinco semanas antes de que los chilenos deben escoger entre la Constitución que consagró el neoliberalismo como el modelo económico vigente en Chile y una nueva propuesta de Constitución que profundiza aún más el modelo neoliberal, la derrota del intento de la extrema izquierda por refundar el país no puede ser más avasalladora.

Sabiendo que su desaprobación llevará a mucha gente a votar para castigar al gobierno, el Presidente Boric ni siquiera se atreve a decir cómo votará en el plebiscito. Ahora bien, no cuesta anticipar que el Mandatario, una vez más, se dará una voltereta ideológica y, contradiciendo su propia declaración de que cualquier texto constitucional es mejor que la constitución actual (aquella redactada por cuatro generales, como tan despectivamente la calificó), votará por mantener la Constitución de 1980. Ese voto de Boric y de buena parte de la izquierda radical que buscó refundar el país será una dura e incuestionable derrota -otra más- para este gobierno que llegó al poder queriendo enterrar al neoliberalismo.

La humillación a la que ha sido sometido Boric, y que se profundizará sea cual sea el resultado de diciembre, no tiene parangón en la historia de Chile en los casi 100 años que han transcurrido desde la promulgación de la Constitución de 1925. Sólo el fracaso del proyecto de la vía chilena al socialismo de Allende pudiera ser comparable a la derrota del proyecto fundacional de Boric. En el caso de Allende, el fin de su proyecto ocurrió con el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973. Fueron las armas, más que la voluntad popular, lo que puso fin a la revolución con empanadas y vino tinto. Es verdad que, ya en las elecciones de 1973, una mayoría de los chilenos votó contra el proyecto refundacional de la Unidad Popular. También es cierto que, aunque había planes de someter la vía chilena al socialismo a un plebiscito, Allende se demoró en anunciar el plebiscito porque sabía que lo más probable era que lo perdería. Pero el fin formal de su proyecto fundacional se produjo cuando las Fuerzas Armadas realizaron el golpe militar de 1973.

En el caso de Boric, su proyecto fundacional fue sepultado democráticamente, con sendas mayorías electorales en el plebiscito de septiembre de 2022 y en las elecciones de mayo de 2023. La derrota del proyecto fundacional del Frente Amplio fue tan aplastante que, ahora que se acerca este tercer proceso electoral en menos de dos años de gobierno, el oficialismo ya ni siquiera tiene velas en este nuevo entierro. Las dos opciones sobre la mesa son humillantes para la izquierda radical. Tener que elegir entre la Constitución de Kast y la Constitución de Pinochet no era una opción que, ni en sus peores pesadillas, Boric imaginaba cuando ganó las primarias de julio de 2021.

Los creyentes a menudo dicen que los caminos del Señor son misteriosos. Mirado en retrospectiva, como la Convención electa en mayo de 2021 ya estaba embarcada en su proyecto fundacional, la victoria de Boric en la segunda vuelta de fines de 2021 resultó ser una gran salvación para el país. La victoria del Rechazo en septiembre de 2022 se produjo en buena medida porque la gente quiso castigar la dirección por la que el gobierno llevaba al país. Si Kast hubiera sido el Presidente en septiembre de 2022, tal vez hoy Chile estaría regido por esa Constitución profundamente refundacional que buscaba sepultar al neoliberalismo. Por eso, cada vez que los errores y desaciertos de este gobierno nos golpean, debemos recordar que tener a Boric en La Moneda nos ayudó a salvar al país de caer al barranco al que nos quiso llevar la primera Convención Constitucional.

La propuesta de nuevo texto constitucional ha generado división y polarización entre aquellos que nos unimos en septiembre de 2022 para constituir una aplastante mayoría que evitó que el país cayera al despeñadero. Aunque algunos de los que rechazamos el proyecto fundacional vayamos por el rechazo y otros por el apruebo el 17 de diciembre, no hay que confundirse sobre el significado del resultado en el plebiscito. El proyecto fundacional de este gobierno ya ha sido derrotado. El Presidente Boric está tan debilitado que ni siquiera se atreve a decir lo que piensa. El pueblo chileno ya se pronunció en las urnas de forma decisiva a favor de mejorar el modelo, no de remplazarlo. Pase lo que pase en diciembre, el desafío de mejorar el modelo deberá esperar hasta que se termine este gobierno derrotado e inhabilitado. Habrá que hacerse de paciencia para esperar que Boric cumpla su periodo en el poder sin apoyo popular ni capacidad política. Deberemos hacernos de paciencia para soportar este gobierno que carece incluso de coraje y valentía para decir lo que piensa y se aferra a la esperanza de que la gente opte por no castigarlo en el plebiscito que se avecina en diciembre.

Sociólogo, cientista político y académico UDP.

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