Ahora que el socialismo democrático ya empieza a aceptar que el matrimonio con el Frente Amplio ha sido un fracaso, muchos en ese sector cometen el mismo error que algunos divorciados recientes y empiezan a buscar un nuevo futuro en las relaciones agotadas del pasado. La irrupción de Michelle Bachelet como posible carta presidencial en la izquierda muestra que ese sector está en la transición que implica aceptar que el proyecto de Gabriel Boric y del PC/Frente Amplio fue un fracaso rotundo y comenzar a buscar alternativas de futuro que ofrezcan nuevas oportunidades y traigan aire fresco. Mientras dure esa transición, Michelle Bachelet será, para el socialismo democrático, como esas relaciones amorosas de rebote que permiten, al menos, sepultar la fracasada relación actual.

Para buena parte de la izquierda democrática, la irrupción del Frente Amplio fue como la crisis de envejecimiento que tienen muchos adultos que los lleva a comprarse autos descapotables, poderosas motos, ropa juvenil o a hacerse tatuajes. Esas ganas de volver a ser joven los llevan a actuar con la misma irresponsabilidad que actúan los jóvenes, pese a que ellos tienen la experiencia que los jóvenes no tienen. La revolución que no pudieron hacer cuando jóvenes, la intentaron hacer cuando viejos. 

Ahora que se cumplen dos años desde que Boric comenzó a tomar decisiones presidenciales, ya es evidente que este gobierno no fue ni profundamente transformativo ni fundacional. Además de ser el gobierno con menos crecimiento desde el retorno de la democracia, la administración Boric además ha sido la que más radicalmente se ha distanciado de sus promesas de campaña. Aunque hizo campaña como izquierdista estatista radical, Boric ha gobernado incómodamente como izquierdista moderado. El reciente acuerdo del gobierno con SQM demostró que queda poco del líder de izquierda radical que prometía a mediados de 2021 convertir a Chile en la tumba del neoliberalismo. 

Como este gobierno no hizo las cosas que prometió hacer y terminó haciendo cosas de las que no se siente orgulloso, resulta difícil para los simpatizantes y aliados del gobierno defender las reformas moderadas que profundizan y fortalecen el modelo que ha adoptado el gobierno. Por eso, el gobierno no parece tener ni rostro ni relato que apunte a la continuidad del gobierno. Eso supondría aceptar que el intento por derribar el modelo fracasó y que el proyecto de darle rostro humano al modelo de libre mercado es el único camino viable. 

Incapaces de articular un mensaje de continuidad de la ruta forjada a la fuerza y regañadientes por Boric, la izquierda socialista ha buscado recuperar su antiguo norte pensando en Bachelet. Pero 20 años después de que Bachelet llegara al poder como candidata de continuidad del exitoso gobierno de Lagos, la exmandataria hoy aparece mucho más como la madre política de Boric que como la cuarta presidenta de la Concertación. Su efusivo apoyo a la delirante propuesta constitucional de 2022 dejó en claro que Bachelet cree más en el fracasado modelo socialista que en el capitalismo. Cualquier líder político que se haya jugado así de decididamente por un proyecto constitucional inviable—parafraseando una canción de Pablo Milanés, Bachelet lo definió como no perfecto, pero que se acercaba a lo que ella siempre soñó—tendrá serios problemas para dar garantía de seriedad y responsabilidad en la próxima contienda presidencial. 

Para el socialismo democrático, los últimos años dejaron meridianamente claro que el modelo capitalista es mejor alternativa que los sueños refundacionales con los que se embriagó ese sector a partir del segundo gobierno de Bachelet. No obstante, si bien la razón les hace entender cuál es el mejor camino para mantener el poder, el corazón y la nostalgia lleva a algunos a creer que pueden seguir en la irresponsable actitud de juguetear con el socialismo estatista a la vez que siguen repartiendo los frutos de un modelo de libre mercado. Por eso, algunos en el sector creen que Bachelet es la mejor opción para las presidenciales de fines de 2025. 

Pero como la realidad del electorado deja en claro que la demanda hoy es por ley y orden, crecimiento económico y empleo, los discursos por justicia social y redistribución que se asocian con Bachelet deberán combinarse con mensajes que requieren un rostro más pragmático y amigable con el capitalismo. Aunque la ilusión de Bachelet dure algunos meses, eventualmente, si quiere ser mayoría, el socialismo democrático deberá buscar un rostro más acorde a la realidad política del país. Porque el fracaso del proceso constituyente refleja que el péndulo del electorado se alejó de la izquierda, la fascinación con Bachelet que hoy parecen tener algunos en la izquierda no durará mucho si ese sector aspira a ser competitivo en 2025. El camino del ahora improbable éxito electoral de la izquierda pasa por aceptar que el proyecto fundacional fue derrotado y que el único camino posible es seguir reformando el modelo de libre mercado como, por cierto, tan exitosamente lo hizo la Concertación en los primeros 20 años de democracia. 

Sociólogo, cientista político y académico UDP.

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