La decisión del Presidente Gabriel Boric de asociar su esfuerzo por reformar el sistema de pensiones a “la posta de Bachelet” es un mal augurio para el futuro de esa tan necesaria reforma. Para retomar el sendero correcto, el país necesita alejarse de esos afanes fundacionales que se comenzaron a potenciar durante el segundo periodo de Bachelet.

Porque la gente quiere mejorar lo que existe y no destruirlo todo para comenzar de cero, el gobierno debería mirar a los gobiernos de Aylwin, Frei y Lagos como inspiración más que a los gobiernos de Bachelet. En especial, el segundo gobierno de Bachelet debiera ser la antítesis de inspiración si el Presidente Boric quiere poner al país en el sendero correcto y, además, entregar la banda presidencial a otra persona de su mismo color político.

La reforma de pensiones es una de las grandes deudas que tiene el país. Después de los cambios que se introdujeron en el primer gobierno de Bachelet -que buscaron crear un pilar solidario y mejorar el sistema de las AFP- los tres gobiernos que tuvo el país entre 2010 y 2022 fracasaron en su intento por hacer una reforma profunda al sistema de pensiones. Si bien ha habido algunos avances, como la adopción de la Pensión Garantizada Universal (PGU) bajo el segundo gobierno de Piñera, esos avances se han centrado en fortalecer el pilar solidario, no en mejorar el pilar de capitalización individual.

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Hace más de 20 años que ya está bastante claro que las imposiciones mensuales de los trabajadores deben subir del 10% al 15% o 16%. Aunque todos los políticos se apuren en decir que eso será con cargo al empleador, el costo final terminará recayendo en los trabajadores en tanto subirá el costo de la mano de obra para los empleadores. Pero, aunque haya un costo en el corto plazo, un mayor ahorro mensual repercutirá positivamente en el monto de las pensiones individuales.

Como en el largo plazo todos estamos muertos, el gobierno quiere que los fondos adicionales que se empiecen a cotizar hoy vayan, en su mayoría, a un fondo de reparto para pagar las pensiones de los jubilados actuales. Desde que el gobierno presentó su proyecto, hace más de un año, hasta ahora, la postura del Ejecutivo ha ido variando. Primero, quería que ese 6% adicional fuera a un sistema de reparto con distintos mecanismos que permitieran hacer un reconocimiento nocional a las contribuciones que hacía cada persona al pozo común. Como esa idea no voló, el gobierno ha intentado con otras fórmulas para asegurarse de que ese 6% de los sueldos brutos queden en manos del Estado y, presumiblemente, sirvan para mejorar las pensiones de los que actualmente están pensionados y de los que se pensionarán en los próximos años.

Aunque Boric repite hasta el cansancio que debe haber diálogo, el gobierno quiere que el diálogo se dé sobre cómo crear un sistema de reparto. Comprensiblemente, muchos en la oposición no aceptan dialogar sobre cómo debilitar el sistema de capitalización individual. A nadie que crea con convicción en un sistema de capitalización individual se le puede obligar a dialogar sobre la creación de un sistema de reparto. Esa lógica del pan para hoy y hambre para mañana, que no ha funcionado en ninguna parte, no es un punto de encuentro en el debate sobre pensiones, es el meollo de las discrepancias. 

Aunque el gobierno ha retrocedido en su plan inicial, y ahora parece acercarse a aceptar que 3 puntos vayan a las cuentas individuales y otros 3 puntos vayan a un sistema reparto, todavía no hay suficiente agua en la piscina para lograr un amplio acuerdo en la Cámara de Diputados.

Aun si el gobierno lograra que la Cámara de Diputados apruebe un aumento en las imposiciones del 10% actual al 16%, y que 3 puntos vayan al ahorro individual y otros 3 a reparto, no hay garantía de que dicho acuerdo sea aprobado en el Senado. Peor aún, incluso si esa modificación llegara a pasar con un voto dividido en el Congreso, el debate sobre tener un sistema de capitalización individual o uno de reparto se convertirá en un tema candente en la elección presidencial de 2025.

El gobierno de Boric, que estuvo obsesionado en sus primeros dos años con el legado de Allende, parece ahora determinado a convertir al segundo gobierno de Bachelet en su norte ideológico. Aunque el gobierno de la Nueva Mayoría es una mejora respecto al de la Unidad Popular, Boric sigue buscando modelos de gobiernos fracasados que, en vez de mejorar el modelo, lo debilitaron, estancando de paso el crecimiento económico del país.

Como una contraoferta menos mala que la oferta inicial sigue siendo una mala oferta, la oposición debería poner, como condición para sentarse a la mesa de negociación, que el gobierno acepte la voluntad de la mayoría -reflejada ampliamente en las encuestas- de que el sistema de pensiones debe contar con un pilar solidario financiado por el Estado y un pilar de ahorro individual financiado con el 16% del sueldo bruto de cada trabajador.

Sociólogo, cientista político y académico UDP.

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