De todas las acusaciones que se le pueden hacer al gobierno del Presidente Gabriel Boric, una de las menos creíbles es que La Moneda pretende pasar máquina en la reforma de pensiones que lleva ya 14 meses en el Congreso. Aunque el Boric candidato anunció su intención de convertirse en sepulturero del modelo neoliberal, el Boric Presidente ha sido mucho más moderado y restringido en su accionar. Aunque a veces se le ha escapado la rebeldía y ha vuelto a habitar su cuerpo ese joven que se alzaba como un revolucionario líder estudiantil, el gobierno de Boric ha sido mucho menos transformador que los gobiernos anteriores de centroizquierda que tuvo el país.  

Como además tampoco tiene los votos en el Congreso, entre las muchas cosas que alimentan la preocupación por la dirección que lleva el país una que no está es el temor a que el gobierno de Boric pase máquina en el Congreso.

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Catorce meses después de que se ingresó la reforma previsional, y casi en vísperas de que el Congreso inicie su receso del mes de febrero, se ha desdibujado mucho el contenido de la propuesta inicial que presentó el gobierno, con desmedida ambición, pocas semanas después de haber sido derrotado en el plebiscito constitucional. Aunque el proyecto todavía incluye el fin de las AFP, el corazón del sistema previsional chileno -las cuentas de capitalización individual- se ha consolidado y ya no corre riesgo de desaparecer. El gobierno ahora aspira, en el mejor de los casos, a que 3 de los 6 puntos porcentuales adicionales de cotizaciones mensuales vayan a un pozo común que permita crear lo que el gobierno llama solidaridad, pero que en realidad corresponde a un sistema de reparto, que tan poco viable y sostenible es en todos los lugares en que existe.

Buena parte del contenido inicial de la reforma propuesta por el gobierno ya fue desechada en busca de un esquivo apoyo en la Cámara de Diputados, donde los legisladores de izquierda tienen mayoría. Pero eso todavía no ha bastado para lograr que la Cámara apruebe el proyecto en el primer trámite constitucional. Luego, cuando el proyecto pase al Senado, donde la mayoría está en manos de la oposición, La Moneda deberá hacer concesiones adicionales.

Como el ciclo electoral apremia, con contiendas primarias programadas para julio y elecciones de gobernadores y alcaldes a realizarse en octubre, el tiempo que queda para alcanzar una reforma es limitado. Cuando el país entra en modo electoral, siempre es más difícil construir acuerdos.

La derecha sabe que tiene el tiempo de su lado. Aunque la opinión pública está agotada después de 7 años de fallidos intentos de reformar el sistema de pensiones, hay voces en la derecha que piden esperar hasta el próximo gobierno para estar en mejor posición de negociación. Anticipan, con excesivo optimismo, que tienen ya ganada la elección de 2025. Así como casi nadie anticipaba a comienzos de 2020 que Gabriel Boric sería el siguiente Presidente de Chile, resulta algo apresurado hoy que la derecha ya esté pensando en que José Antonio Kast o Evelyn Matthei se prueben la banda presidencial. Las elecciones, especialmente en democracias en que la gente está molesta con sus élites, siempre deparan sorpresas y nadie se puede dar por ganador antes de que se cuenten los votos.

Las condiciones económicas y sociales ciertamente son desfavorables para el gobierno. Boric está en un mal lugar en términos de aprobación y control de agenda. Su gobierno necesita mostrar logros. Una reforma de pensiones que termine, al menos nominalmente, con las AFP sería una victoria que vista el hasta ahora bastante mediocre legado del gobierno. Después de haber asumido el poder en la ola que parecía venir a sepultar al modelo neoliberal que ha regido en Chile desde 1990, Boric terminó votando por mantener la Constitución de los cuatro generales que tanto parecía despreciar. En pensiones, Boric se ha rendido ante el peso de la realidad que consolida un sistema basado en la capitalización individual. Aunque para muchos sea un premio de consuelo, el Presidente puede convertir el cambio de nombre de las AFP y la asignación de 3 de los 6 puntos porcentuales adicionales en su gran reforma de pensiones que ayude a darle al sistema de capitalización individual un pequeño sabor a sistema de seguridad social.

Es cierto que hay razones para desconfiar del gobierno. Hace poco más de un año, con especial irresponsabilidad, el gobierno indultó a varios delincuentes con amplio prontuario argumentando que eras luchadores sociales. El gobierno también ha tenido mano blanda con la corrupción en sus propias filas. Su incapacidad para enfrentar adecuadamente la delincuencia desatada es especialmente decepcionante. Boric no es un buen administrador y no ha sido capaz de poner orden en el oficialismo.

Tampoco ha sabido dibujar una hoja de ruta. El Presidente parece mas feliz subiendo cerros que llegando a trabajar a La Moneda. Pero como nos quedan dos años más de gobierno, tiene sentido querer aprovechar el tiempo para encontrar un acuerdo que consolide el sistema de capitalización individual y que sea firmado por el Presidente más de izquierda que ha tenido Chile desde el retorno de la democracia. Es más, este acuerdo bien pudiera terminar con los 6 puntos de cotizaciones adicionales en las cuentas individuales si la derecha se ordena y el gobierno sigue cometiendo errores no forzados.

Sociólogo, cientista político y académico UDP.

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