Hay una creciente presión al interior del oficialismo para que el gobierno de Gabriel Boric dé la batalla por las ideas en vez de buscar espacios para acuerdos. Aunque el diputado Gonzalo Winter Etcheberry ha sido unos de los defensores más vociferantes de ese argumento, hay una sensación generalizada en la izquierda de que el gobierno necesita defender con más fuerza sus ideas y retomar la agenda de ambiciosas transformaciones que tenía, cuando llegó al poder en marzo de 2022, la coalición Apruebo Dignidad (Frente Amplio y Partido Comunista). El que la agenda refundacional haya sido derrotada en el plebiscito de septiembre de 2022, que la correlación de fuerzas en el Congreso convierta a Boric en un presidente minoritario, y que la aprobación del gobierno esté en torno al 30% hacen inútil cualquier intento por polarizar a la opinión pública. Un gobierno de minorías que empuja malas ideas y que ha sido humillado dos veces en las urnas en sus dos años en el poder debiera tener más sentido de la realidad.

Cuando los países entran en un nuevo ciclo electoral, a menudo los partidos optan por una estrategia de polarización para movilizar a sus bases partisanas. Precisamente porque las elecciones constituyen oportunidades para que la gente castigue o premie a las autoridades, los partidos optan por polarizar sus mensajes para marcar diferencias con sus rivales. Cuando la economía anda bien y los gobiernos gozan de aprobación, el oficialismo se disciplina en torno a las autoridades y todos quieren beneficiarse del viento de cola que acompaña a los gobiernos exitosos y populares. Pero cuando la economía está en problemas y la gente reprueba el desempeño del gobierno, nadie quiere estar cerca del presidente. En las elecciones de 2021, nadie parecía muy interesado en aparecer cerca del saliente gobierno de Sebastián Piñera. La derecha que ahora llora—de forma excesiva y hasta burda—la muerte del expresidente hizo esfuerzos evidentes para alejarse del impopular mandatario. El candidato presidencial oficialista apenas superó el 10% de la votación en primera vuelta. 

Hoy, la aprobación presidencial también permite anticipar que la clase política se alejará del presidente en las campañas que se avecinan. Aunque Boric mantiene un 30% de aprobación, ese piso no alcanza para ganar elecciones. Tal como Boric se abstuvo de participar en la campaña para el plebiscito del segundo proceso constituyente en 2023—para no hacerle daño a la opción del En Contra—el presidente va a ayudar más a los candidatos de su sector si se resta de la campaña electoral que comenzará en un par de meses. Cuando el presidente es impopular, la gente que quiere castigar al gobierno termina votando en contra de los candidatos oficialistas.  

Es inútil dar una batalla por las ideas cuando las ideas del gobierno son impopulares.

Pero esa no es la principal razón de lo inconveniente que es para el gobierno dar una batalla por las ideas en los próximos meses. Es inútil dar una batalla por las ideas cuando las ideas del gobierno son impopulares. El espíritu refundacional que acompañó la llegada de Boric al poder ya es historia. La gente votó—dos veces—por mantener la constitución de Pinochet y el modelo de libre mercado. Si Boric alguna vez dijo que esperaba convertir a Chile en la tumba del neoliberalismo, en sus dos años en el poder, los chilenos han convertido a la libertad de elección, la propiedad individual de los fondos de pensiones y la demanda por más ley y orden en sus principales banderas de lucha. Aunque algunos quieran inmolarse en su intento por superar el modelo, desempolvar el programa de gobierno de Boric y desenterrar las ideas fundacionales del primer proceso constituyente sería un suicidio para la coalición de izquierda. Además, el principal partido que hoy sostiene al gobierno, el Partido Socialista, ya parece haber retomado sus posturas moderadas y pragmáticas que tantos buenos resultados le trajeron electoralmente en las décadas de la República Concertacionista. 

La última, y tal vez más poderosa razón, por la que es inconveniente que el gobierno se la juegue por retomar sus radicales ideas iniciales es que esas ideas son malas. Las propuestas del programa de gobierno de Boric—con aumentos desmedidos a la carga tributaria, estatización del sistema de pensiones, y un creciente rol del estado en la economía—no han funcionado en ninguna parte de América Latina. Aunque algunos de los líderes del Frente Amplio a veces hablan de los países más desarrollados de la OECD como el modelo, sus socios del PC siguen pegados en las insensatas ideas del marxismo del siglo XIX que tan malos resultados produjeron en el Siglo XX. Cuando las ideas son malas, es mejor buscar otras ideas. 

Es verdad que a veces resulta conveniente polarizar el discurso y buscar apoyo en las bases. Pero cuando se inicia un ciclo electoral y el gobierno es impopular, sus ideas fueron inapelablemente rechazadas en las urnas y la evidencia comparada muestra que esas ideas nunca funcionaron cuando fueron implementadas en otras partes, la estrategia de potenciar una batalla ideológica es, literalmente, suicida.

Sociólogo, cientista político y académico UDP.

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1 comentario

  1. Todo muy razonable pero cuando la ideología nubla el raciocinio, todo puede ocurrir, algo así como «morir con las botas puestas» o abrazarse a las ideas para hundirse y, de paso, regalarnos con otros dos años sin avance en pensiones, salud y educación. Para qué decir seguridad, palabra que para muchos sigue siendo anatema.

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