En los últimos días, los errores no forzados del gobierno y la incapacidad de la autoridad para tomar el control de la agenda y avanzar sus reformas han hecho resurgir las afirmaciones de que este ha sido el gobierno menos exitoso desde el retorno de la democracia en 1990. Porque el propio Presidente Gabriel Boric gusta de hacer referencias a Salvador Allende, e incluso torpemente ha insinuado que su norte son las reformas que quiso hacer el gobierno de la Unidad Popular, no han faltado aquellos que, mañosamente, han comparado al gobierno de Boric con el de Allende. Pero la única dimensión en la que ambos gobiernos pudieran parecerse es en la vocación minoritaria de ambos gobiernos. Cometiendo el mismo error de Allende, con sus hechos y palabras, Boric también parece incapaz de entender que debe ser el Presidente de todos los chilenos.

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Aunque el gobierno de Boric parece encaminado a convertirse en el gobierno menos exitosos desde el retorno de la democracia, no hay razón para comparar a Boric con Salvador Allende. El mundo cambió entre 1970-1973 y hoy. Chile es un país mucho más desarrollado, con menos pobreza, más oportunidades y globalizado. Los mercados son más competitivos hoy que en los 70, aunque deben serlo todavía más. Además, el país tiene instituciones políticas más sólidas y autónomas. Es cosa de mirar cifras de inflación, pobreza, desempleo, desigualdad e inclusión social para entender que, por más negativa que sea la evaluación que se puede hacer de Boric como Presidente, la comparación con Allende está fuera de lugar -al menos en la dimensión del estado de la economía, de la situación política y de la fortaleza institucional. Aunque el propio Boric quisiera parecerse más a Allende, no hay comparación posible entre la preocupante situación en la que está el país hoy y la profunda crisis social, económica y política que existía en el país a comienzos de los 70.

Pero hay una dimensión en la que los gobiernos de la Unidad Popular y el gobierno actual si se parecen, y demasiado. Allende nunca aspiró a ser el Presidente de todos los chilenos. Para Allende, había chilenos abusadores y chilenos abusados. Autodeclarado marxista, Allende entendía a la sociedad a partir de un conflicto entre clases sociales. Para Marx, el conflicto de clases constituía un juego de suma cero. Para que a la burguesía le fuera bien, a la clase obrera le tenía que ir mal. Marx también desconfiaba de la clase media que, aunque a veces se podía sumar a la clase obrera en pedir la revolución, al final terminaba tomando partido con la burguesía (porque la clase media tenía cosas que perder, a diferencia del proletariado que no tenía nada que perder, salvo sus cadenas). En esa lógica, Allende se identificaba con la clase obrera -aunque él fuera un burgués. 

Pero, como bien argumenta Adam Przeworski (en Paper Stones: A History of Electoral Socialism), la clase obrera nunca fue mayoría en ninguna parte. Por eso, para poder avanzar en reformas, los gobiernos exitosos de izquierda siempre han formado coalición con partidos moderados y de centro. Así como Allende terminó alienando al centro, el gobierno de Boric parece incapaz de entender que, para ser exitoso, debe abrirse a una coalición con los partidos moderados y de centro.

La chambonada que vimos en la forma en que el oficialismo perdió el control del Senado y, de paso, ayudó a consolidar una mayoría legislativa de centroderecha en el Congreso, demuestra que el gobierno no entiende que la lógica del avanzar sin transar es una receta para quedarse estancado. No hay opción de avanzar de forma sostenida y viable si las reformas no son consensuadas con partidos de centro que las doten de legitimidad y, aun más importante, votos en el Congreso.

Ahora que el gobierno arriesga también a quedar en minoría en la Cámara de Diputados, se reducen las chances de éxito para la reforma de pensiones y la reforma tributaria. Es cierto que algunos en la derecha equivocadamente creen que es mejor que no haya reformas. Pero los países que no hacen reformas para ajustar a la cambiante realidad global se quedan atrás y terminan estancados. Se necesitan buenas reformas. Para eso, hay que construir acuerdos. Hoy, lamentablemente, el gobierno parece atrapado en su vocación de minoría y parece más cómodo atrincherándose en su extremismo ideológico y apuntando a los demás porque no quieren acomodarse a sus berrinches.

El desafío que en su momento Allende no supo enfrentar exitosamente y que hoy enfrenta Boric es el de construir sólidas mayorías con aquellos moderados y centristas que entienden la necesidad de hacer reformas y están dispuestos a avanzar, pero que no van a apoyar cualquier cosa que el gobierno proponga. La vocación minoritaria es la principal dimensión en que Boric y Allende se parecen. Para el bien del gobierno y de Chile, sería mucho mejor que Boric comenzara a desarrollar una vocación de construir mayorías que permitan construir esas anchas alamedas con las que sueña el Presidente de Chile.

Sociólogo, cientista político y académico UDP.

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