DOMINGO
libro

Profesión democrática

Relación entre periodismo y derechos.

11_05_2025_periodismo_juansalatino_g
| juan salatino

Hay una gran noticia en América Latina. Está emergiendo una ola de nuevos medios que está renovando al periodismo. Y esta ola de periodistas, que tienen un ADN similar orientado a derechos, impacta también a los medios más tradicionales.

Desde siempre, la historia del periodismo ha estado entrelazada con la historia de los derechos. Los grandes avances democráticos fueron acompañados por una ola de creación de medios. Así ha ocurrido en las luchas por las independencias, en la consolidación de las repúblicas, en las restauraciones democráticas, o en los sucesivos procesos constitucionales.

Es obvio también que las luchas democráticas transforman al periodismo. Este siempre fue impactado por la prensa política, inmigrante, obrera, industrial, campesina, minera, indígena, de las diferentes organizaciones sociales, y de las diferentes regiones de cada país.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
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Pero hoy la relación entre periodismo y derechos está en crisis porque los países de la región sufren una extrema y persistente desigualdad en la distribución de los derechos.

Y el periodismo puede tener algo que ver con esa privación masiva. Como escribió Pierre Rosanvallon, “la democracia sólo progresó en la historia cuando estuvo asociada a la reinvención del periodismo y, a la inversa, retrocedió cuando la calidad del periodismo se degradaba”.

Para discernir cuál es la influencia de los periodistas tenemos que analizar –como si fuéramos un anatomista– el núcleo de la calidad democrática, que es lo que llamamos la fábrica de los derechos. Nos referimos al proceso detallado por medio del cual las demandas y reclamos ciudadanos se convierten o no, en derechos efectivamente ejercidos.

Con ese objetivo, el motor de esta investigación fue la siguiente pregunta: ¿qué influencia tiene el periodismo en que América Latina tenga democracias de baja calidad?

Para responder este interrogante, en este libro se desarrollarán tres historias en forma simultánea:

1. Cómo surgen, crecen, se consolidan y mueren los derechos.

2. Cómo incide el periodismo en cada una de las etapas de esa fabricación de derechos.

3. Cuáles son las mejores y peores prácticas periodísticas en cada etapa, con ejemplos concretos en los países latinoamericanos.

Varios de mis trabajos previos describieron el funcionamiento interno del periodismo. Ahora me toca estudiar qué es lo que pone ahí afuera. Como dice el sociólogo Nick Couldry, para entender qué hace el periodismo con la sociedad tenemos que estudiar a la sociedad, no al periodismo.

Nuestra intención es ofrecer a esa ola emergente de nueva energía periodística una hoja de ruta para servir mejor y en forma más consciente a nuestras democracias. No como activistas sino como periodistas, porque es claro que nada es más democratizante que la calidad profesional.

Hay miles de estudiantes en América Latina que sueñan con ser periodistas, y muchos tienen una nítida vocación de servicio público. Pero cuando ingresan al mercado laboral la mayoría es conducida hacia otros destinos profesionales, sin duda legítimos y atractivos, pero no tan esenciales para nuestra vida pública. Al final hay una enorme pérdida de vocaciones y una abrumadora mayoría de los estudiantes latinoamericanos de periodismo no trabajan como periodistas. (….)

El periodismo siempre incide en los derechos, lo quiera o no

¿Qué es lo primero que hacen los déspotas cuando llegan al poder desde tiempos inmemoriales? –se preguntaba el recordado periodista uruguayo Claudio Paolillo, director de Búsqueda.

Tomar el control de la información para evitar que el pueblo sepa.

Luego matan, violan, roban y torturan. Pero lo primero que hacen es tratar de asegurarse de que el pueblo no se entere de sus fechorías, para poder seguir cometiéndolas.

En toda América Latina existe esta convicción. Por eso, sostengo que el periodismo es una profesión democrática. Sólo en un marco de libertades es posible que un periodista desarrolle un periodismo profesional de interés público. En eso se parece a otras profesiones como la del derecho: un abogado, por ejemplo, necesita un marco de libertades para poder defender a quienes se enfrentan al poder en la Justicia. En cambio, otras profesiones, como la ingeniería o la medicina, no dependen de las condiciones democráticas de un país y pueden desarrollar sus competencias profesionales al máximo en una dictadura.

El periodista profesional necesita, como enumera el periodista salvadoreño Oscar Martínez, “entender, dudar, contar, explicar, desvelar, revelar, afirmar, cuestionar”, los que son verbos que los regímenes autoritarios no suelen aceptar.

El periodista argentino Tomás Eloy Martínez lo describió en forma parecida: “preguntar, indagar, conocer, dudar, confirmar cien veces antes de informar como verbos capitales del periodismo”. El periodista guatemalteco, José Rubén Zamora, al recibir en la cárcel el Premio Gabo a la trayectoria, agregó más verbos: “La buena práctica periodística se limita a dudar, privilegiar la suspicacia, describir, expresar, revelar, descubrir, desnudar la realidad con énfasis crítico y fundamentalmente a poner a la vista lo escondido, propiciar vigorosamente la libertad en su sentido más amplio, desmitificar los fundamentalismos, las ortodoxias y el poder y realizar un libre examen de la realidad”. Estos tres periodistas que son referentes de diferentes generaciones de periodistas latinoamericanos, vieron restringida su capacidad de hacer periodismo cuando en sus respectivos países sufrieron procesos autocráticos.

El periodismo no es la única profesión democrática, pero sí es una de las más importantes. Por lo tanto, si el periodismo es una profesión que solo se puede desarrollar en democracia, la primera responsabilidad profesional es la defensa de la democracia, que es el único ámbito en el cual un periodista se puede desarrollar. Es como un pez cuya primera necesidad vital es mantener limpia el agua en la que vive.

Por eso, un periodista que se convierta en un ariete contra las libertades democráticas afecta su propio trabajo.

Como escribió Antonio Caño, que fue corresponsal de El País de España en varios países de la región y luego su director, “defender la democracia no pone en riesgo la rigurosidad del periodismo, sino, por el contrario, constituye una garantía de que se desarrolla en las condiciones adecuadas”.

Profesión orientada a derechos

Si se está haciendo periodismo sobre temas de interés público, se está trabajando sobre derechos, quiera ese periodista o no, se dé cuenta o no. Algunos son muy conscientes.

Al periodista guatemalteco Sonny Figueroa le pegaban los policías y le sacaban fotos antes de encerrarlo en una pequeña celda rodeado de otros presos durante la pandemia. En la noche, muerto de frío, se preguntó si valía la pena seguir haciendo periodismo. Y se respondió: Lo medité durante mucho tiempo y la conclusión a la que llegué fue que tengo un compromiso con las personas y, si tengo las posibilidades de revelar el abuso de poder dentro del Estado, lo seguiré haciendo porque es una responsabilidad como periodista.

En forma consciente, la labor de una gran parte de los periodistas está orientada hacia los derechos. “El periodismo independiente tiene una afinidad natural y bienvenida por los principios clásicos de la democracia liberal (el estado de derecho, la gobernanza honesta, la igualdad de derechos, la libre expresión), así como por los principios universales de la dignidad humana, la libertad y las oportunidades. Es por eso que los periodistas tienden naturalmente a escribir historias que arrojan luz sobre la injusticia, especialmente en lo que respecta a los más vulnerables entre nosotros”, escribió Arthur Sulzberger, presidente de la empresa editora del The New York Times.

El fundador y director de Repórter Brasil, Leonardo Sakamoto, dijo: “la libertad de prensa y expresión es uno de los derechos humanos. Entonces el periodismo nace con una función de preservar y garantizar que los derechos humanos sean implementados en una sociedad. Si el periodismo omite esto, está actuando en nombre de su propia destrucción, porque sin la garantía de los derechos humanos, el periodismo no existe. La defensa de la dignidad humana debe ser una condición obligatoria de la actividad periodística”.

Cuando informan dan noticias sobre exigencias de derechos de distintos sectores, conflictos donde compiten derechos opuestos, o sobre situaciones que son noticiables porque el estado de derecho no es respetado. Pero esa incidencia sobre los derechos no es evidente para todos los periodistas. En las escuelas de derecho están todo el día hablando de derechos, pero no pasa lo mismo en una escuela de periodismo o comunicación, donde apenas se habla de unos pocos derechos relacionados directamente con el ejercicio de la libertad de prensa. Sin embargo, en el desarrollo de la profesión de un periodista la discusión sobre los derechos es omnipresente.

Los derechos son un elefante que a veces no se ve, pero que regula en gran medida las decisiones que toman los periodistas.

Propongo tres indicios para confirmar esta afirmación:

El primer indicio. En cualquier discusión de redacción para elegir los temas y enfoques que se van a tratar, uno de los elementos es la importancia que se le da a los derechos sobre los cuáles muchas de las noticias sobrevuelan. Si hay una protesta de docentes, un crimen, un reclamo impositivo de un sector empresario, una manifestación de vecinos, los periodistas discutirán entre otras cosas la relevancia de los derechos afectados.

El segundo indicio. Cuando los periodistas reciben premios de jurados profesionales, suelen ganar aquellos trabajos que visibilizan con impacto, capacidad técnica y oportunidad a víctimas o victimarios. Por ejemplo, para los premios internacionales Colpin, Gabo, Juan Carlos Rey de España, Moors Cabot, Sigma o Pulitzer, o los premios nacionales de Chile, Colombia, Ecuador, Uruguay, Argentina, México o Brasil, los trabajos ganadores se ocupan sobre todo de víctimas o de victimarios, lo que quiere decir que se suele privilegiar el periodismo de derechos. Es casi imposible encontrar un trabajo premiado que no tenga relación con derechos y víctimas.

El tercer indicio. Una línea editorial es una lista jerarquizada de víctimas a defender, y de victimarios a exponer. Cualquier medio que ofrece información de interés público va a encuadrar cada tema según a quien considera las víctimas y los victimarios más importantes, y su noticiabilidad para ese medio o periodista se expresa –entre otras cosas– en el status que tiene en ese listado jerarquizado. Habrá más y mejor cobertura de las víctimas que considere importantes, y menos de las que no les reconozca relevancia.

El encuadre de cada problema público, como la educación, la seguridad, los derechos de los consumidores, la corrupción o el medio ambiente, rápidamente va encontrando quiénes son las víctimas y quiénes los victimarios para cada medio o periodista.

Por lo tanto, cada medio de comunicación es defensor de determinados derechos y no de otros; y ocurre en las sociedades plurales que derechos que un medio defiende ni siquiera son considerados derechos por otro medio. En forma constante, por eso, quien para una determinada línea editorial es una víctima, puede ser el victimario para otro medio con otra línea editorial. Y esto no depende de que un periodista decida convertirse en un activista.

Siempre el periodismo es una forma de intervención pública, por lo que, se quiera o no, se incide en los derechos.

En definitiva, cada medio es una organización de defensa de determinados derechos humanos que forman parte de su línea editorial. Tiene su propia carta de derechos. En un medio que contenga mayor pluralismo interno, en que su redacción tenga menos restricciones, podrán coexistir diferentes “cartas de derechos” y diversos listados jerarquizados de víctimas y victimarios. Por lo tanto, podemos definir la política editorial de un medio de comunicación o de un periodista como la lista de “víctimas” y “victimarios” que ese medio va a reconocer como defendibles o atacables en el espacio público. En otras palabras, la línea editorial es la jerarquización de la cobertura de los conflictos por los derechos.

Por supuesto, una línea editorial está compuesta de certezas, pero también de ambigüedades. Existe también la “percepción interna de la línea editorial de un medio”, que rellena por precaución los silencios de la línea que baja del cielo de las redacciones. A veces el periodista aprovecha esas ambigüedades para entrar en terrenos percibidos como peligrosos, pero que no tienen un cartel explícito que diga “peligro”. Además, hoy un periodista puede tener una doble línea editorial: una encuadrado en la línea editorial del medio para el que trabaja, y otra en su expresión personal en redes sociales.

Estos tres indicios confirman que el periodismo tiene a los derechos como una de sus materias primas principales, y esa toma de conciencia ayuda a entender mejor los contornos reales de uno de sus grandes poderes: su capacidad de incidir en cómo los derechos emergen, se consolidan y desaparecen.

Es decir, en lo que llamamos la fábrica de los derechos.

Un perro guardián de “lo justo”

La jerarquización de los derechos es entonces uno de los principales criterios de noticiabilidad, pero la bibliografía señala su importancia en forma indirecta.

Los criterios de noticiabilidad reconocidos históricamente han sido prominencia/importancia, interés humano, conflicto, lo inusual, lo más reciente y la proximidad, como afirma la influyente teoría de la jerarquía de influencias de los investigadores Pamela Shoemaker y Stephen Reese. Por su parte, en la bibliografía latinoamericana, las investigadoras Stella Martini y Lila Luchessi enumeran dieciocho valores de noticias que componen el criterio de noticiabilidad. En su clasificación, el valor propuesto de defensa del derecho podría estar incluido en sus valores “interés público”, “gravedad de los hechos”, “impacto de una noticia en el futuro de la sociedad” o “guardián de la democracia”.

Cuando un periodista define qué tiene “relevancia” puede estar viendo una ruptura de un principio generalmente aceptado por la sociedad, y eso activa que eso se convierta en noticia. La idea del “periodista guardián”, de “cuarto poder”, no está solo relacionada con frenar abusos del gobierno y otros poderes, sino también con alertar y defender a la comunidad de la quiebra de derechos que la comunidad reconoce y siente como esenciales.

En la auto-presentación del periodista como alguien que está al servicio de la sociedad, eso implica también mostrarse al servicio de los derechos que esa sociedad coincide en defender.

En el código de ética del sindicato de periodistas brasileño (Federación Nacional de Periodistas, Fenaj), se dice en su artículo 6 que los profesionales tienen, entre otros, los siguientes deberes:

* “oponerse a la arbitrariedad, el autoritarismo y la opresión, así como defender los principios expresados en la Declaración Universal de Derechos Humanos”;

* “defender los principios constitucionales y legales, base del Estado democrático de derecho”;

* “defender los derechos de los ciudadanos, contribuyendo a la promoción de las garantías individuales y colectivas, especialmente las de los niños, adolescentes, mujeres, ancianos, negros y minorías; sociales, económicas, políticas, religiosas, de género, raciales, de orientación sexual, condición física o mental, o de cualquier otra naturaleza!”.

En el informe sobre el perfil del periodista brasileño, casi la totalidad de los consultados expresaron al valor justicia como de “gran importancia” en su trabajo.

Por lo tanto, hay un incentivo para convertir en noticia cualquier rechazo a los principales derechos. Informar sobre esa “quiebra” es considerado “relevante” para la sociedad. Aquí reside la noticiabilidad de los derechos y, por lo tanto, de las víctimas. Si se reconoce que un derecho se está violando, es porque se reconoce que existen víctimas que están siendo tratadas injustamente según los umbrales de la época.

“La existencia humana –dice el jurista español Pedro Serna– tiene un carácter dinámico, y esto hace que nuestro conocimiento de sus exigencias sea siempre parcial, sectorial y asintótico. Los humanos somos, en buena parte, un misterio para nosotros mismos; captamos nuestro propio bien de forma parcial, incompleta, y a veces indirecta, limitada a la presencia de algo que constituye la negación de dicho bien”.

Y las épocas cambian. Tanto en las grandes constituciones como en nuestros propios pensamientos, tendemos a ver ahora como evidentes a derechos que no siempre lo fueron. Y empezamos a ver como evidentes a injusticias que antes no veíamos. Es notable ver la facilidad con que un derecho de pronto es visto como un privilegio. Tenemos una visión borrosa de lo justo en cada momento histórico, y las nuevas nociones de época tienden a imponerse sobre nosotros. Frente a esa movilidad de los derechos y movilidad de lo que es o no es una víctima, es que aquí vamos a analizar la influencia del periodismo en esa visión de lo justo, y cómo impacta al régimen de justicia realmente existente en una sociedad. Es decir, no solo la opinión pública, sino el estado de derecho también suele estar en estado de flujo, y en esa movilidad el periodismo tiene incidencia.

Las víctimas son la contracara de los derechos

La expresión “víctima” no siempre es aceptada. En el campo jurídico no hay objeciones, pero en el uso coloquial puede ser tomada como una actitud victimizante o a veces subestimadora de quienes así lo hacen. Ser víctima puede ser hacerse la víctima, o no poder superar una situación. Lo bueno entonces supuestamente sería “salir del lugar de víctima”. En la presentación de este tema en varios públicos, note cierto hartazgo por la utilización de esa expresión. Sin embargo, este sustantivo víctima es el que mejor se ajusta al sujeto que activa la vida social de un derecho, que es el proceso que tenemos que describir. También utilizaremos aquí como sinónimos de víctima las expresiones “demandante” o “peticionante”.

Según el jurista Pedro Serna, “los nuevos derechos son normalmente el resultado de la transformación en derechos de demandas relacionadas con agravios sufridos por grupos”.

Tomamos el concepto de víctima en sentido muy amplio, como toda persona o grupo social que demanda a la comunidad que se le reconozca lo que considera que es su derecho y, para eso, muchos de ellos van al foro público.

Desde este punto de vista, la víctima puede ser desde un gran empresario que aspira a que se lo considere oprimido por la voracidad fiscal, hasta un grupo de padres cuyos hijos fueron asesinados por la delincuencia urbana, los vecinos de un barrio popular que no reciben agua potable, el descendiente de un pueblo originario que espera se le reconozca el derecho a la propiedad de la tierra donde vivían sus antepasados, o los familiares de una niña que murió porque la lentitud burocrática impidió un trasplante a tiempo. Por lo tanto, la noción de víctima la usamos para incluir toda demanda pública, más allá de la justicia y el poder que tenga el reclamante.

Cada uno de estos demandantes, o alguien en su nombre, lleva su reclamo al espacio público y aspira a ser reconocido como víctima y, por lo tanto, merecedor de un derecho.

Para analizar el derecho desde el periodismo es decisivo el concepto de víctima, pues la personalización de esa ausencia de derecho es lo que lo hace mediático. Por eso decimos que el motor de los derechos es la comunicación de las víctimas.

Si la democratización es obtener nuevos derechos, estos se convierten en nuevas normas que la sociedad va incorporando, y las víctimas son las luces que iluminan esos derechos. En la medida en que los periodistas amplifican esas luces, esos derechos tienen más posibilidades de expandirse socialmente.

Por eso, una de las claves del proceso de democratización, o de su proceso inverso, es cómo los periodistas se relacionan con las víctimas. Entonces, si la democratización es un proceso de adquisición de derechos, es también un proceso de reconocimiento de víctimas.

☛ Título: El Periodismo y la Fábrica de los Derechos en América Latina

☛ Autor: Fernando Ruiz

☛ Editorial: Cadal

Datos del autor

Fernando J. Ruiz es un investigador en temas de historia, periodismo y democracia en América Latina. Es profesor de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral (Argentina).

Fue cofundador y presidente del Foro de Periodismo Argentino (Fopea). Elaboró desde el 2004 al 2010 un mapa semestral sobre la relación entre periodismo y democracia a nivel local en América Latina. Fue consultor de medios periodísticos. Como periodista recorrió la casi totalidad de los países de la región. Fue vicedecano y secretario académico de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Es miembro de la Academia Nacional de Periodismo.

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