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      Cuba, la salud y su “estado narcisista”

      Cuba, la salud y su "estado narcisista"Cuba movilizó a médicos cubanos por más de 20 países frente a la pandemia, bajo la forma de "brigadas sanitarias". Foto: Telam.
      07/05/2020 21:00

      La irrupción de la Covid-19 como pandemia muestra, paradójicamente, dos debilidades del régimen cubano. Por un lado su narcisismo enfático, debilidad si las hay, y por otro, la desconexión entre su sistema de salud y su capacidad de respuesta real frente a las emergencias.

      En sí misma, la calidad de la medicina cubana es destacable. Es parte de esa misma tradición de excelencias en las que Cuba destacó siempre en ámbitos diversos, de la arquitectura a la enseñanza, y que en el campo de la medicina produjo algunas referencias mundiales, como Carlos J. Finlay y Tomás Romay. Antes de 1959. En Amazon se puede adquirir un texto: Personalidades en la historia de la medicina cubana, 1760-1959, del Doctor en medicina Federico R. Justiniani, que documenta bien nuestro lugar en el firmamento médico desde que intentamos ser nación.

      Lo que distingue al sistema de salud cubano posterior a 1959 no es su ruptura epistemológica con el anterior, entre ambos no hay hiatos, sino una ruptura ideológica marcada por una vocación social y, principalmente, su inscripción dentro de una narrativa de propaganda de Estado facilitada por la globalización temprana del mito revolucionario. Cuba como relato planetario nace en 1959, y ese relato incluye el jugoso capítulo de la salud pública.

      La labor de los médicos cubanos como misión de Estado se comprende así mejor tanto desde el departamento ideológico del comité central del partido comunista como desde el Ministerio de Relaciones Exteriores. Menos, desde el Ministerio de Salud Pública.

      La agilidad con la que Cuba ha movilizado a médicos cubanos por más de 20 países frente a esta pandemia, responde a esa visión inicialmente particionada entre la ideología y la diplomacia, a la que se le agrega una nueva partición: la del dinero.

      Un blindaje a tres capas cada vez más necesario para el gobierno, pero que ahora no logra tres cosas esenciales al régimen: sostener la percepción de equivalencia entre salud pública y medicina cubana (la salud pública y gratuita existe en todo el mundo, una vieja realidad actualizada por la Covid-19 ), monopolizar la diplomacia de la solidaridad (esta la practican todo tipo de Estados) y distinguirse por su competencia de marca (aquí los cubanos actúan más como brigadas paramédicas abanderadas que como personal especializado).

      El nivel de exposición global al que esta pandemia está sometiendo a todos los sistemas de salud del mundo puede comenzar a poner fin, inadvertidamente, al mito de la medicina revolucionaria cubana.

      Por varias razones. Cuba está alejada del impacto revolucionario que la tecnología está teniendo en la salud y en su metodología de gestión, y aquí cabe preguntarse por qué la biotecnología cubana no participa del trabajo de investigación conjunto que presiden las fundaciones Bill y Melinda Gates y Wellcome Trust para encontrar una respuesta plurinacional a la Covid-19; por otra parte, los sistemas de salud robustos exigen una economía solvente y, finalmente, sus concepciones modernas comienzan en las antesalas de policlínicas, consultorios médicos y hospitales.

      En la seguridad alimentaria de un país (capacidad más reservas) y en la profundidad y calidad de su sistema sanitario. Todo aquello de lo que Cuba carece.

      En el sentido exacto del mito de Narciso, el Estado cubano puede ahogarse en el intento de besar la imagen construida y proyectada de sí mismo en una época anterior a la información instantánea y globalizada. En el mundo posterior a la Covid-19, los Estados necesitan algo más que espejos. Necesitan eficacia.

      Manuel Cuesta Morúa es historiador cubano. Autor del libro “Ensayos progresistas desde Cuba” (CADAL, 2014)


      Sobre la firma

      Manuel Cuesta Morúa
      Manuel Cuesta Morúa

      Historiador (Universidad de La Habana) Autor del libro Ensayos progresistas desde Cuba (CADAL, 2015)


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