Represión a la disidencia en Cuba

Una nueva oleada represiva se ha desatado en Cuba, y una vez más, sus víctimas son los artistas del Grupo San Isidro quienes desde hace años vienen denunciando las arbitrariedades y los abusos de poder. También la censura y el hostigamiento a todo pensamiento que no se encuadre con lo aceptado y normado por la burocracia estatal.

Hace unos meses, y mientras transcurrían los primeros meses de confinamiento a nivel global, la noticia de la detención del artista plástico Luis Manuel Otero Alcántara en La Habana logró atravesar las fronteras de la isla y así llegar a las principales mesas de redacción de los diarios de Europa y América latina.

Una sostenida campaña internacional hizo posible entonces que las autoridades de la isla se vieran obligadas a liberarlo ante el temor de seguir siendo señaladas como responsables de estar cometiendo un grave delito atentatorio a los derechos humanos fundamentales.

Sin embargo, no eran pocos quienes en ese entonces advertían que la liberación de Otero Alcántara no podía ser celebrada como una reconsideración del régimen en su actitud lesiva de los derechos de sus ciudadanos, sino que más tarde que nunca el ataque a los grupos disidentes volvería a mostrar la misma dureza y violencia que en el pasado, que solo era una cuestión de semanas o días.

Y así ha sucedido porque la represión ha vuelto a escalar sobre los artistas del Movimiento San Isidro, quienes en estas horas permanecen encerrados en una vieja casona de La Habana vieja realizando una huelga de hambre en reclamo por la libertad de sus compañeros puestos en prisión, mientras la residencia es cercada por agentes de la Seguridad del Estado quienes impiden a familiares y seres queridos que se acerquen hasta ellos.

La tragedia de la disidencia política e intelectual cubana no se reduce a la cotidiana humillación que, como en este caso, sufre por parte del Estado y de sus agentes de seguridad, sino que a esa injusta violencia estatal se le añade la inmensa soledad con la que soporta estas humillaciones y estos vejámenes continuos: porque ante la evidencia de estos atropellos el campo progresista latinoamericano y europeo, cuyas voces podrían ser de gran utilidad para quebrar el muro de la indiferencia, opta una vez más por el silencio, cuidando no alterar su fidelidad emocional e ideológica con una Revolución y un liderazgo político que hace años dejaron de ser sinónimo y promesa de justicia o modelo de redención igualitaria en América latina.

Mientras se escriben estas notas, en La Habana, los artistas del Movimiento San Isidro resisten con las pocas fuerzas que le quedan el hostigamiento de los agentes de la Seguridad del Estado.

Por eso, mientras el asedio continúa, es necesario que así como ayer la solidaridad internacional logró sacar de la prisión a Otero Alcántara, se logre repetir ese gesto para de ese modo quebrar este estridente cerco de silencio y más gente en el mundo sepa lo que en la isla sucede.

De ese modo, al enunciar con firmeza nuestro no consentimiento con este y cualquier sistema represivo, se contribuirá a que de una vez por todas, la persecución y el asedio a la disidencia artística y política cesen definitivamente en Cuba.

Rubén Chababo es profesor de derechos humanos (UNR) y consejero académico de www.cadal.org