ELOBSERVADOR
Corea del Norte

Perspectivas sobre el futuro del peor régimen del mundo

Mientras siga habiendo complicidad y apoyos mutuos entre dictaduras o silencio de las democracias, no se podrá poner fin a gobiernos como el de Pyongyang.

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Supremo. Kim Jong un, el último exponente de un régimen hereditario que comenzó su abuelo, donde simplemente no existen los derechos humanos. El hambre ha matado a más de un millón de norcoreanos. | cedoc

Recientemente se publicó la edición en español del Índice de Transformación BTI 2022: Comparación Internacional de Gobernanza, de la prestigiosa Fundación alemana Bertelsmann en colaboración con Cadal, su contraparte argentina. A partir de este exhaustivo informe, cuyo objetivo es dar cuenta del estado de la calidad de la democracia en tanto forma de gobierno a nivel global, se presentó el capítulo referente a la República Popular Democrática de Corea.

Realidad. El informe refleja la realidad de lo que padece el pueblo norcoreano a diario detrás de las fronteras más custodiadas y militarizadas del mundo. Corea del Norte es un paria en el concierto de naciones y cuya forma de comportarse resulta una amenaza a nivel global y regional, dada su imprevisibilidad en materia de relaciones internacionales y el uso temerario de su arsenal misilístico y la proliferación de sus armas de destrucción masiva.

A partir del informe del COI (Comisión de Investigación) de las Naciones Unidas del año 2014 sobre la situación en materia de Derechos Humanos en Corea del Norte, que sostiene que no existe derecho humano que no sea violado allí, el informe del BTI da cuenta de cómo operan estas restricciones al momento de pensar un modelo económico en una economía que se define como socialista y genera a la par crisis alimentarias de forma crónica. Es una economía que llevó en los años noventa a la muerte a cientos de miles de habitantes por inanición, y cuyo único objetivo es mantener el nivel de vida de una casta político-militar burocrática muy reducida en el poder. En pocas palabras, los principios básicos de la organización del régimen en Corea del Norte son la supremacía del líder y el centralismo “democrático”.

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Normalidad. En comparación a un Estado de derecho “normal”, Corea del Norte altera e invierte lo que se entiende como tal. El Código Penal norcoreano, por ejemplo, parte de la base de que toda persona es culpable hasta tanto se pruebe lo contrario y exige una confesión previa al juzgamiento del delito imputado a la persona acusada. Asimismo, no existe una distinción y separación funcional entre los poderes del Estado. En Corea del Norte entre el partido, el ejército, el gabinete, la Asamblea Popular, el Poder Judicial y las organizaciones de seguridad, hay un centralismo verticalista en cuya cúspide se encuentra Kim Jong un y donde cada institución tiene difuminada su función y objetivos. De este modo, se puede observar a miembros del Ejército Popular de Corea siendo utilizados como mano de obra esclava para la construcción de viviendas, miembros del gabinete desapareciendo cuando se levantan sospechas en su contra por algún motivo o miembros del Poder Judicial cumpliendo funciones de comisariado político. 

Todas las instituciones del Estado compiten entre sí para obtener una mayor cuota de poder, recursos y favores que permitan acrecentar, por lo tanto, las ganancias producto de la corrupción sistemática y generalizadas que son propias de toda la sociedad norcoreana. 

En el afán por sobrevivir, casi todos los puestos burocráticos están a la venta: plazas en universidades, en las Fuerzas Armadas, en las guardias de los puestos fronterizos, en las organizaciones de seguridad estatal, y dentro del mismo Partido de los Trabajadores de Corea.

Libertades. En el marco de las libertades civiles, no existe ninguna garantía que las ampare. No existe en el reino eremita la libertad de prensa: en el país solo existe un diario, el Rodong Sinmun (Periódico de los Trabajadores), que es la voz del gobierno y del partido para el pueblo norcoreano. En el último reporte de la organización Reporteros Sin Fronteras (Reporters Without Borders) Corea del Norte ocupa el último lugar en materia de libertad de prensa. 

No existen tampoco la libertad de conciencia ni de religión o de expresión. Cualquier manifestación libre ajena a lo establecido por el régimen y su narrativa de gobierno es un elemento disonante y subversivo que debe ser “corregido”. En este sentido, se conocen numerosos campos de concentración y “reeducación” donde se explota a la población que ha caído en desgracia por el motivo que fuera a los ojos de los funcionarios del régimen. En estos campos se somete a los alojados a extenuantes jornadas laborales, privación de alimento, malos tratos y torturas.

Tampoco existe la libertad de reunión, a la privacidad o tal y como se mencionó previamente a la igualdad de trato ante la ley y al debido proceso, a un juicio justo y finalmente, el derecho más importante, el derecho a la vida.

Intentar salir del país es poner en riesgo la vida propia, de la familia o allegados. La situación de pandemia debido al covid-19 aumentó aún más el control sobre las fronteras que Corea del Norte comparte con China, Rusia y Corea del Sur y la orden de disparar a matar se estableció como una máxima a cumplir. Actualmente, Corea del Norte mantiene férreos controles dada la rápida expansión de la pandemia en el país y el pánico, controlado en la retórica, pero real, parece poner en alerta a las autoridades del país ante la imposibilidad de dar respuestas ante una condición sanitaria ya deficiente y sin recursos. El número de muertos y contagiados solo aumentará de aquí en más en todo el territorio.

 

Futuro. A futuro, el panorama indica que, debido a la guerra desatada en Ucrania, los países no van a estar tan atentos al accionar de Corea del Norte y por ello, desatenderán en buena medida a la región del noreste asiático. En este punto, Rusia y China difícilmente permitan nuevas sanciones financieras dirigidas contra el país en el Consejo de Seguridad, e incluso alentarían más pruebas misilísticas o nucleares de Corea del Norte para distraer y generar otro foco de conflicto latente para Estados Unidos y sus aliados regionales, Corea del Sur y Japón.

Por otro lado, en materia de Derechos Humanos, difícilmente haya voluntad por parte del régimen norcoreano de cambiar un modelo que a la fecha ha dado resultados innegables: la dinastía de los Kim se mantiene en el poder y conserva su cuota de maniobrabilidad como nación soberana a costa del sufrimiento y padecimientos crónicos de alrededor de 25 millones de norcoreanos. 

Es necesario aunar todavía voluntades y exigir a los responsables de los gobiernos cómplices y autoritarios a nivel mundial, tales como Venezuela, Cuba, China y Rusia, que pongan fin a las relaciones con Corea del Norte y exijan ellos también el cumplimiento efectivo y real del respeto de los Derechos Humanos en este último bastión de la Guerra Fría. 

Mientras siga habiendo complicidad y apoyos mutuos entre dictaduras o silencio de las democracias del mundo respecto de los diversos casos donde las violaciones a los Derechos Humanos son la regla, difícilmente se pueda ir poniendo coto al accionar de países como Corea del Norte. La solidaridad democrática y el compromiso sin condiciones con la defensa de los Derechos Humanos debe ser de interés a todas las naciones que sostienen tales principios fundamentales a la hora de actuar en la arena internacional.

*Politólogo, abogado e investigador asociado de Cadal (www.cadal.org).