La primera vez que Rei Xia fue detenida comprobó en carne propia qué supone desafiar al régimen chino. Fueron 37 días de confinamiento en solitario. Incomunicada, sin poder ducharse, sin nada que poder leer, vigilada por cámaras. Pasaba los días sentada con las piernas cruzadas sobre una tabla de madera. Las noches de insomnio se hacían interminables bajo la potente irradiación de un foco encendido las 24 horas. Los minutos parecían días. Hasta perder la noción del tiempo.