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18-10-2017

Atreverse a cambiar

(Clarín) La convergencia hacia el centro del espectro partidario, hacia políticas moderadas y moderadoras, propiciada por la actual distribución institucional de fuerzas, puede contribuir a poner fin al país de altibajos que fuimos. Será acaso una esperanza que llega y que alcanza, a diferencia del tango con el que nos deleitaba Edmundo Rivero.
Por Liliana De Riz

(Clarín) El país está atravesando un cambio político cuya envergadura era difícil de prever hace apenas dos años. La coalición Cambiemos pudo derrotar al peronismo en 2015 porque supo canalizar las expectativas de los huérfanos de la política partidaria que había dejado la crisis del 2001.

Hoy, la novedad reside en la capacidad de esta fuerza política, minoritaria en el Congreso, de construir los consensos necesarios para ir transformando en leyes los proyectos de gobierno.

Los argentinos sabemos que los oficialismos con débil base legislativa pudieron ser gobernados desde la oposición. Esto no ocurrió con Cambiemos. Los dos primeros años de este gobierno vieron anudarse en el Congreso los consensos que hicieron posible la sanción de 101 leyes.

Cambiemos se ha venido consolidando como coalición de gobierno efectiva, contra todos los pronósticos que le auguraban quedar a merced de una oposición implacable. Los resultados de las PASO recientes, confirmaron su fortalecimiento. Las elecciones que se avecinan auguran que Cambiemos saldrá victoriosa. Estamos ante una nueva fuerza política, constituida por el PRO, la UCR y la Coalición Cívica, que se propone el fenomenal desafío político de modernizar el país, lograr su ingreso pleno en la globalización y garantizar el bienestar de todos los argentinos.

Cambiemos puso en marcha el cambio, pero el arco partidario peronista también está cambiando. El peronismo clásico hace mucho que no existe, las variantes menemista y kirchnerista pasaron y habrá que ver qué dejaron tras de sí. Lo cierto es que hubo una oposición responsable y un oficialismo dispuesto a negociar sus diferencias.

Un peronismo con una novedosa visión de la alternancia: la alternancia no será el fruto de crisis profundas que lo encumbraron en la creencia popular como el único movimiento capaz de gobernar la Argentina, sino el resultado de propuestas más inteligentes para resolver los problemas a los que sus antecesores no pudieran dar respuesta.

La homogeneidad de los problemas que requieren soluciones explica el anacronismo de las viejas divisiones y funda la necesidad de nuevas expresiones partidarias o de nuevos alineamientos de las preexistentes.

Hay quienes promueven estos realineamientos y quienes los resisten. Estamos transitando hacia un nuevo sistema de partidos y el desafío abarca al conjunto de las dirigencias políticas.

Hoy se necesitan coaliciones para gobernar en un contexto internacional que ha cambiado y sigue mutando a gran velocidad ante nuestros ojos.

Los cambios geopolíticos, la velocidad de los cambios tecnológicos, del cambio climático y la nuevas amenazas a la seguridad instalan el miedo; reavivan los nacionalismos, la xenofobia ante las migraciones y las políticas proteccionistas. El problema hoy no es si seremos gobernados sino cómo seremos gobernados, Acaso se encamina el sistema de partidos hacia un formato bipolar alrededor de dos grandes coaliciones capaces de converger en los consensos necesarios para llevar a cabo las reformas que el país necesita y encontrar un lugar en el mundo. ¿Estamos atravesando un cambio hacia un sistema político competitivo que pondrá fin a los ciclos de pretensiones hegemónicas y utopías regresivas? La democracia se nutre de la competencia política en un sistema partidario equilibrado. La oportunidad de construirlo está en marcha. No sorprende entonces que Cambiemos haya optado por un camino gradual para pavimentar las reformas.

Las “destrucciones creadoras” que bien describió Schumpeter y que la experiencia menemista puso en práctica bajo la conducción del ministro Cavallo, amplían las fracturas sociales en una Argentina que ronda el tercio de su población en la pobreza. Ese camino no puede repetirse.

Sería un error encasillar en derecha e izquierda los clivajes que organizan los conflictos políticos. En este país, la derecha se denominó centro y la izquierda, progresismo y la dictadura, “proceso” como gustaba decir Borges.

El progresismo se fundió con la identidad peronista porque desde la Unión Democrática, en 1946, la izquierda no quiso repetir el pecado de la soledad, y hoy sólo resta el caleidoscopio de los pequeños partidos testimoniales de la izquierda.

La convergencia hacia el centro del espectro partidario, hacia políticas moderadas y moderadoras, propiciada por la actual distribución institucional de fuerzas, puede contribuir a poner fin al país de altibajos que fuimos. Será acaso una esperanza que llega y que alcanza, a diferencia del tango con el que nos deleitaba Edmundo Rivero.

 

Fuente: Clarín (Buenos Aires, Argentina)

Liliana De Riz
Liliana De Riz
Consejera Académica
Licenciada en Sociología (UBA) con Diploma de Honor y Doctora en Sociología por la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de la Universidad de París con Mención Especial (1975). Es Profesora Consulta en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA e Investigadora Superior del CONICET. Fue coordinadora y autora principal de los Informes de Desarrollo Humano de Argentina 2002 y 2005. Experta en política latinoamericana, estudió los sistemas electorales, los partidos, las políticas públicas y el desarrollo humano. Entre sus libros: Sociedad y política en Chile: de Portales a Pinochet (1979), Radicales y Peronistas: el Congreso Nacional entre 1983 y 1989 (1994) y La Política en suspenso 1966 - 1976 (2000). Recibió el premio a la Excelencia en impacto de políticas públicas otorgado por el PNUD (2004) y el Premio Konex en Ciencias Políticas (1996).
 
 
 

 
 
 
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