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26-12-2018

Brindis por la política democrática de 2018

(TN) Se suele decir que en la política está el origen de nuestros males. «Con otros dirigentes, otros partidos y otro sistema político seríamos un gran país». ¿Pero no es cierto acaso que la política está conteniendo una economía desbocada? ¿No habría que valorarla un poco más?
Por Marcos Novaro

(TN) El 2018 fue un pésimo año económico. Pero ¿fue un mal año político? Se suele decir que la crisis desnudó lo precario de nuestro gobierno actual, lo propenso que ha sido a cometer errores evitables. Con lo que se ha agregado al “gobierno de los ricos” lo de “el gobierno de los inútiles”. Pero ¿es tan así?

La gran mayoría está enojada y piensa en estos términos. Pero puede que no sea la mejor idea juzgar solo desde el enojo y la frustración. Esos sentimientos impiden ver que este año la política hizo bastante por salvarnos de la economía que tenemos, y venimos sufriendo hace añares. Así que no estaría mal que se lo reconozcamos y brindemos por ella.

La razón es sencilla: cuando se enumeran alternativas mejores que se dejaron pasar, que nuestros políticos supuestamente “no vieron”, ¿no abusamos del diario del lunes, un recurso tramposo que a todos los gobiernos del mundo los dejaría igual de mal parados?, ¿no subestimamos las dificultades de esas otras “alternativas mejores”, al suponer tramposamente que en caso de seguirlas hubiéramos tenido la suerte de que todo se acomodara a nuestros deseos y necesidades?

Si nos cuidamos de esos vicios retrospectivos, alimento de nuestra eterna melancolía, podemos juzgar con mejor criterio lo que sucedió y sigue sucediendo, y advertir lo mucho que hizo y sigue haciendo la política democrática por hacernos la vida más fácil, por resolver nuestros problemas.

Algunos provocados, es cierto, también por la misma política. Porque, para empezar, ¿no fue acaso una mala política lo que nos llevó a la crisis económica de ese año? En parte sí. Pero convengamos en que la política debió elegir a fines de 2015, entre desatar una crisis como la de 2018, o aún más aguda, ya en ese momento, o tratar de escapar de ella con parches, que podían o no alcanzar para evitarla.

Porque fueron bastante mal administrados, cierto, y sobre todo porque se combinaron con imprevistas dificultades económicas locales e internacionales. Como sea, al final no hubo forma de escapar de los problemas económicos acumulados, y terminamos en el desbarajuste de este año.

Detengámonos entonces en lo que sucedió a continuación. Tres factores fueron decisivos para que la crítica situación cambiaria y financiera se contuviera y tengamos 47% de inflación pero índices en baja este fin de año, un PBI que cayó alrededor de 1,5%, y no bastante más que eso, y la pobreza volviera a ser más o menos la de comienzos del período, un tercio de la población, pero no tengamos saqueos ni protestas violentas en este diciembre inéditamente tranquilo.

Esos tres factores de contención se relacionan con recursos políticos que hicieron bien su trabajo y en general son despreciados o subestimados: primero, el presidente no se encaprichó en mantener su equipo económico ni su programa, se mostró flexible e hizo los cambios necesarios; segundo, la coalición de gobierno se mantuvo en pie, no perdió cohesión en medio del despiole, siguió actuando como la alianza mínima necesaria para asegurar la estabilidad política; y tercero, el Ejecutivo y su coalición pudieron negociar soluciones cooperativas con otros actores del sistema, no hubo bloqueo ni imperó el juego destructivo.

En cuanto a lo primero, es cierto que en los primeros meses de la crisis hubo idas y vueltas, pero era lo esperable para un gobierno que acababa de ganar una elección y había ratificado un diagnóstico y un plan muy optimistas para la segunda mitad de su mandato. Cuando se le quemaron los papeles, no tardó tanto en advertir el problema que tenía delante. Y eso le permitió ir rápidamente al Fondo, acomodar su plantel y empezar a combatir la tormenta.

Pongámoslo en mejores términos: ¿conoce alguien alguna experiencia de devaluación del 100% en nuestro país que no terminara en un cambio de reglas económicas, por ejemplo la destrucción del mercado cambiario, de gobierno, por crisis de la autoridad presidencial, o del régimen político? No, no hay ninguna. Tan mal no se gestionó esta crisis entonces.

En cuanto al segundo punto, la cohesión de Cambiemos no deja de sorprender. ¿Cuándo se ha visto que los socios de una coalición se mantengan unidos en medio de una tormenta económica como la que vivimos? No sucedió en 2012-3, cuando Massa traicionó a Cristina Kirchner. Ni en 2000-1, cuando el Frepaso y buena parte de los radicales abandonaron a De la Rúa. Ni siquiera en el Tequila, la crisis hasta aquí mejor administrada en democracia, y la más parecida a la actual, en que igual una parte del peronismo se fue con el Frepaso.

Se dice además en estos días que la crisis probó que hubiera sido necesario hacer un acuerdo más amplio, incorporar a sectores del peronismo al gobierno. ¿En serio? ¿No hubiera pasado como en 1987, cuando Alfonsín incorporó a parte del sindicalismo y éste ayudó a derrotarlo en las legislativas y luego lo abandonó apenas la economía se complicó? Las coaliciones son un asunto delicado en todos lados, pero más entre nosotros donde impera el corto plazo y la especulación, así que preservar una coalición mínima como es Cambiemos no es moco de pavo, ni es que tiene alternativas mucho mejores con que compararse.

Finalmente, el tercer punto, la cooperación con adversarios, ¿hay muchas experiencias previas de negociación exitosa como las que le han permitido a Cambiemos aprobar el presupuesto y dar aval legislativo al plan de ajuste con el FMI? Que los gobernadores peronistas evitaron hacer ellos mismos un ajuste es evidente, que forzaron al gobierno nacional a aumentar impuestos en vez de reducir gastos también lo es. Pero aún con estas concesiones las perspectivas que se abren con un plan de estabilización medianamente consistente para el año próximo son infinitamente mejores que las esperables en cualquier otro momento de nuestra agitada historia reciente.

Y si la comparamos con la de algunos de nuestros vecinos, o incluso con la de países de tradición democrática más sólida y duradera, sale aún mejor parada. Es cierto que la mala imagen de nuestros políticos en parte la tienen merecida. Pero Macri, Peña, Dujovne, Negri, Pichetto, Schiaretti y compañía están haciendo su trabajo bastante bien para los parámetros con los que realmente corresponde compararlos, ojalá sigan así el año próximo.

Fuente: TN (Buenos Aires, Argentina)

Marcos Novaro
Marcos Novaro
Consejero Académico
Es licenciado en Sociología y doctor en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Actualmente es director del Programa de Historia Política del Instituto de Investigaciones Gino Germani de la UBA, del Archivo de Historia Oral de la misma universidad y del Centro de Investigaciones Políticas. Es profesor titular de la materia “Teoría Política Contemporánea” en la Carrera de Ciencia política y columnista de actualidad en TN. Ha publicado numerosos artículos en revistas especializadas nacionales y extranjeras. Entre sus libros más recientes se encuentran “Historia de la Argentina 1955/2010” (Editorial Siglo XXI, 2010) y "Dinero y poder, la difícil relación entre empresarios y políticos en Argentina" (Editorial Edhasa, Buenos Aires, 2019).
 
 
 

 
 
 
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