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11-03-2019

En Neuquén ganó el voto útil: Macri y Gutiérrez respiran aliviados

(TN) El actual gobernador logró la reelección con el 39% de los votos. Por qué en la Casa Rosada pasaron del optimismo a un pesimismo desbordado.
Por Marcos Novaro

(TN) Al oficialismo neuquino le fue bastante mejor de lo esperado. Se lo debe en gran parte a Mauricio Macri, quehizo hasta lo que no hacía falta para zafar del peor escenario imaginado: una inauguración del año electoral con Cristina Kirchner en el podio de los vencedores.

Para zafar de esa pesadilla, el Presidente se aseguró que los suyos perdieran: promovió abiertamente el voto útil, y en eso sin duda tuvo éxito, porque a Horacio "Pechi" Quiroga le fue bastante peor de lo pronosticado en todos los sondeos previos.

La pérdida de más de 12 puntos por parte de Cambiemos en la provincia respecto a los comicios de 2017, cuando se alzó con un inesperado triunfo (con 28,1% de los votos), va a generar seguramente nuevas tensiones en su interior entre radicales y macristas. Sobre todo porque fue en gran medida innecesaria.

Recordemos que esa victoria los alentó a anotar a Neuquén en la lista de distritos en los que esperaban consolidar su crecimiento territorial este año. Claro: fueron expectativas gestadas cuando todavía el optimismo de la Casa Rosada parecía tener sustento empírico.

Lo cierto es que en las legislativas de entonces la coalición del Presidente superó por casi 7 puntos al Movimiento Popular Neuquino (MPN), que reunió apenas 21,4%. Encima, desde entonces el partido de los Sapag pareció entrar en un cono de sombra definitivo por la ruptura entre el gobernador Omar Gutiérrez y su predecesor, Jorge Sobisch, que se presentó esta vez a través de la Democracia Cristiana (y se quedó con cerca de 10 puntos, buena parte ex adherentes al oficialismo local). También alimentó el optimismo de Cambiemos el que dos años atrás su lista lograra imponerse ampliamente a la kirchnerista, que reunió solo 19,3% de los sufragios en el distrito.

Pero en los últimos tiempos el macrismo pasó de un optimismo seguramente excesivo a un pesimismo también desbordado, color pánico. Comenzó cuando advirtieron que, como suele decirse en política, “las negras también mueven”: el kirchnerismo y la izquierda piquetera local iniciaron un proceso inverso al del MPN, abandonaron sus anteriores recelos y formaron la alianza Unidad Ciudadana-Frente Neuquino, con Ramón Rioseco como candidato, quien había sumado 18,1% de los votos provinciales en 2017.

Este acuerdo supuso un desafío inesperado tanto para el MPN como para Cambiemos. Pero también tuvo sus costos para los que lo protagonizaron: quienes se quedaron ahora con el segundo lugar, separados sumaban dos años atrás el apoyo de nada menos que 37,4% de los neuquinos, y ahora debieron conformarse con 12 puntos menos (solo 25,6%). Fuga de adhesionesque muy probablemente se deba a que quienes apoyan fuerzas locales no quieren saber nada con las nacionales, ni con el peronismo, ni con la expresidenta.

Si lo hubiera previsto, ¿el macrismo hubiera sido menos enfático en llamar al voto útil en los últimos días de la campaña? ¿Al final su miedo fue tonto? La alarma que sonó entre sus máximos dirigentes ahora se ve que fue exagerada. Y a raíz de ese ataque de pánico parece que el oficialismo, y en concreto los radicales de Neuquén, sacrificaron más votos propios de los que hacía falta para evitar males mayores.

Aunque el macrismo tal vez piense atendiendo a la gravedad de los problemas y los riesgos que enfrenta en estos días, que cuidarse en salud no fue del todo mala idea, porque lo que estaba en juego era mucho más importante que “unos pocos miles de votos”. Que “igual no iban a alcanzar para ganar”, y puede que apenas hayan implicado “unas pocas bancas menos en la legislatura provincial y los concejos deliberantes”. De las que tampoco se beneficiará ningún otro sector nacional claramente identificado.

A menos, claro, que Lavagna y Tinelli inviten mañana a Gutiérrez a sumarse al brindis por “el fin de la grieta” (seguro que alguno ya lo está llamando). ¿Qué pensarán entonces en el comando de campaña macrista?

Es oportuno preguntarse, más allá de las disquisiciones sobre estrategias, temores y reacciones de unos y otros, por qué si a los neuquinos les ha ido en los últimos años bastante mejor que a otros argentinos (sus tasas de desempleo son más bajas que el promedio, también lo son las de pobreza y son más altos en cambio los ingresos promedio), al gobierno nacional le resultó tan difícil sacarle provecho a lo que al menos en parte puede considerarse fruto de sus políticas. Más todavía cuando su principal competidor local, el MPN, que viene gobernando la provincia desde 1963, en forma directa durante los períodos democráticos e indirecta durante los autoritarios, lidiaba con serios problemas internos.

Parte de la respuesta consiste en que seducir a los neuquinos no es fácil, y mucho menos barato. La provincia alberga no sólo a Vaca Muerta. Alberga también a muchos de sus principales beneficiarios y ellos no creen tener mucho que agradecer a las autoridades nacionales. Porque su prosperidad depende de una discutible cláusula constitucional introducida en la reforma de 1994, según la cual las riquezas del subsuelo pertenecen a cada provincia. No así las riquezas que están sobre la tierra, o en el aire o en el agua. Sólo las del subsuelo. Reivindicación de provincias mineras y petroleras que Carlos Menem necesitaba sumar en su apoyo para asegurarse la reelección, y que perjudicó a los distritos agropecuarios, los industriales y de servicios.

En suma, la Constitución estableció que los beneficios de lo que depende en mayor medida del trabajo humano se distribuyeran entre todos los argentinos, mientras que lo que depende casi exclusivamente de la generosidad de la naturaleza, por decir así, pertenece a quien está sentado encima. Un premio al rentismo y castigo al esfuerzo, otro más de una larga lista. Revestido con un lenguaje absurdo según el cual defender las rentas del subsuelo es federalismo, mientras que defender al capitalismo agrario o las condiciones viables para el desarrollo industrial y de los servicios es de antipatriota, salvaje unitario y porteño abusador.

Pero dejemos ese asunto menor de lado. Por los motivos que fuera los neuquinos se cuentan entre los favorecidos, los no muy abundantes beneficiarios de las políticas de los últimos años. Si ellos también votaban contra el “modelo” ya Macri podía ir haciendo las valijas. Se salvó. ¿Qué lo salvó? El clientelismo tramado durante décadas de ejercicio del poder por los mismos que promovieron y defienden con uñas y dientes las mencionadas reglas rentistas, los que hacen posible el control político sobre los empleados públicos y en general sobre la infinidad de prebendas distribuidas desde la administración provincial, y varios otros mecanismos propios del populismo y el estatismo que Macri suele repudiar en el resto del país. Se salvó refugiándose, en suma, no en la nueva política, sino en la más rancia. Para eso seguirán sirviendo, al menos en Neuquén, los recursos de Vaca Muerta.

Y esto resulta también lógica consecuencia del modo en que se viene encarando la cuestión de este recurso extraordinario. Es de las pocas cosas que los argentinos tenemos y le interesan al mundo, además de la producción de algunos alimentos muy básicos, un poco el litio, los futbolistas de inferiores y algún que otro asunto que se me escapa. Es además, curiosamente, un recurso sobre el que, aunque hay fraseologías distintas y muchas acusaciones cruzadas, más o menos todas las fuerzas en competencia están bastante de acuerdo cómo hay que usarlo: atraer inversiones locales y extranjeras ofreciendo incentivos iniciales para que el yacimiento se ponga lo más pronto posible en valor, y distribuirse los recursos entre las distintas administraciones para “hacer caja”.

Lo que divide a los partidos es, en todo caso, quién está más capacitado para hacerlo, quién debe manejar esa caja: los macristas dicen que están haciéndolo muy bien, mucho mejor que los K hasta 2015; estos invierten ese argumento y ponen como ejemplo el cambio de reglas que hace poco introdujo el gobierno nacional reduciendo el monto de los subsidios que reciben quienes han invertido, y que trajo una dura controversia con Techint (suena loco pero es lo que dicen los K neuquinos: que ellos serían más generosos que los macristas con las petroleras), y el MPN por su parte insiste en que mientras menos injerencia de la Nación haya mejor, tanto para las empresas como para los neuquinos (habrá menos bocas que alimentar, claro, los demás argentinos que se joroben). No es lo que se diga un debate muy profundo. Pero es lo que hay.

En ese marco Gutiérrez tendrá cuatro años más de gestión por delante. No lo hizo tan mal en los cuatro que van concluyendo: ordenó las cuentas, saneó la deuda. Tiene el desafío de reconstruir la unidad de su partido frente al otro derrotado de estos comicios, el ex gobernador Sobisch, que no logró dividir el voto oficialista, no al menos en la medida en que se dividió el opositor. Gutiérrez, de todos modos, será un gobernador con una legislatura complicada, en la que tendrá que negociar sus leyes. Tarea para la cual los representantes de Cambiemos, por más que no les haya ido bien esta vez, serían en principio su mejor opción. El problema para este sector es que a raíz de las tensiones extra desatadas entre los radicales y los macristas por el llamado de estos últimos al voto útil la cooperación y coordinación se han vuelto más difíciles. También de eso Macri debería sacar alguna lección útil.

Fuente: TN (Buenos Aires, Argentina)

Marcos Novaro
Marcos Novaro
Consejero Académico
Es licenciado en Sociología y doctor en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Actualmente es director del Programa de Historia Política del Instituto de Investigaciones Gino Germani de la UBA, del Archivo de Historia Oral de la misma universidad y del Centro de Investigaciones Políticas. Es profesor titular de la materia “Teoría Política Contemporánea” en la Carrera de Ciencia política y columnista de actualidad en TN. Ha publicado numerosos artículos en revistas especializadas nacionales y extranjeras. Entre sus libros más recientes se encuentran “Historia de la Argentina 1955/2010” (Editorial Siglo XXI, 2010) y "Dinero y poder, la difícil relación entre empresarios y políticos en Argentina" (Editorial Edhasa, Buenos Aires, 2019).
 
 
 

 
 
 
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