“Dímelo, yo no lo sé. Damos vueltas y vueltas, ya se acaba la fiesta…” rezaba un famoso tema musical de Los Náufragos a principios de los ´70. Parece irónicamente aplicable al tango de 3 que estarían por bailar Macri, Alberto y el FMI. Veamos la complejidad del lío que se armó y por qué todos están en problemas.

1. El FMI: si no le desembolsa los 5.400 millones de dólares al país hace volar al gobierno de Macri (con quien acordó el programa de ayuda más grande de la historia). Si le presta y se siguen fugando los dólares, habrá sido en vano y el próximo presidente (sea quien sea) estará en severos problemas y no le podrá pagar al Fondo. Como la línea estuvo obligada a dar por buenos los virajes del gobierno, ahora será difícil explicarle a los accionistas de los organismos que todo salió mal. Ergo está en situación de ser extorsionable si no ayuda a la Argentina.

2. Macri: el círculo rojo local, los mercados y el FMI “decretaron” que el próximo presidente será Alberto y actúan en consecuencia. Si se equivocan con su proyección electoral ya no es relevante, porque “la realidad es la percepción”. De modo que la misma dispara decisiones que sí afectan la dinámica real. En función de eso no hay marcha de apoyo que les vaya a hacer cambiar de opinión frente a los contundentes 16 puntos de ventaja que obtuvo el Frente de Todos. Las cuestiones son: a) si el oficialismo realmente cree que puede dar vuelta la taba, su actitud será muy distinta a si da por perdida la elección; b) cómo quiere irse? Haciéndole pagar costos al kirchnerismo en el futuro, dejando al BCRA vacío el 10 de diciembre? O moderando la situación y tratando de llegar al final del mandato con la menor responsabilidad posible sobre un eventual incendio; c) en función de cómo decide el punto b, ¿estaría dispuesto a poner un control de cambios light? Eso sería muy duro simbólicamente porque implicaría haber llegado para sacar el cepo, y yéndose volviendo a ponerlo. Está en una situación complicadísima, pero tiene la lapicera. Ergo, puede extorsionar al FMI pero no mucho a Alberto.

3. Alberto: no es presidente, pero ya lo es. El peor de los mundos. Como siempre, recordamos en esta columna la frase de Giulio Andreotti: “El poder desgasta… sobre todo cuando no se tiene”. A este Fernández le falta aún la lapicera, de modo que cada micro gesto será tomado como si ya la tuviera. Sus cuestiones son: a) con el Fondo tendrá que renegociar sí o sí. Por lo tanto la cuestión es en qué condiciones llega a esa mesa. En ese marco se debe ubicar el duro comunicado post reunión con los enviados del organismo acreedor. Al estilo Néstor: “si empiezo una negociación pegando, saco 20 metros de ventaja”; b) si Macri le deja algo en el BCRA, mejor para dominar la situación con chapa de “moderado”; c) pero si por alguna razón el actual presidente se va incendiado y sin dólares, tendrá la excusa perfecta para hacer un mega ajuste vía devaluación de hecho, con todo lo que eso implica, y no le pagará al FMI no porque no quiera, sino porque “yo les avisé que con Macri esto terminaba mal”. Ergo: es poco extorsionable en esos términos en el corto plazo.

Sin embargo, Alberto tiene una complejidad mayúscula si se confirma que será el próximo presidente, porque tendrá que administrar dos fuentes de tensión permanente: 1) la situación socioeconómica, y 2) la interna peronista. En ese encuadre se deben evaluar cautelosamente todos los signos que dé. Por ejemplo:

• Se puso duro con el FMI: por lo que se comentó más arriba, y de paso le sirve para el frente interno.
• Se puso ambiguo con Venezuela: no es un tema que le reporte nada frente a semejante crisis, pero el ala radical le recriminará jugar fuerte contra el imperio en cualquier momento.
• Se silencia frente a la marcha del A24: habló Grabois, quizá más como un tiro de elevación a Alberto, que para atacar al gobierno.

Como ya circuló mucho en estos días, el interrogante es si Alberto se puede menemizar o ser un Caballo de Troya del cristinismo. Lo más probable es que no sea ninguna de las dos cosas. Y eso a veces eso es positivo… y a veces no. El círculo rojo preferiría cantar “Let it be”.