Derechos Humanos y
Solidaridad Democrática Internacional

Prensa

01-06-2009

Desvela a la OEA el debate sobre la isla

Fuente: Ambito Financiero (Argentina)

Por: Claudia Peiró

La posibilidad del regreso de Cuba a la Organización de Estados Americanos (OEA), de la cual fue expulsada hace 47 años, fue el principal tema de debate en la previa de la cumbre de cancilleres que tendrá lugar en Honduras el martes y miércoles. Aun así, no es seguro que se llegue a un consenso. En lo que sí parece haber acuerdo es en que la resolución de exclusión de 1962 es obsoleta a la luz de la nueva realidad mundial.

Consultado por Ámbito Financiero , el embajador Juan Archibaldo Lanús , que representó a nuestro país ante Francia y varios organismos internacionales, recuerda que la expulsión de Cuba «se dio en el contexto muy difícil de la Guerra Fría, cuando Fidel Castro se declaró marxista leninista, a fines del 61». En cuanto a la postura argentina, la resume así: «Sostuvimos una posición no rupturista porque creíamos que la exclusión favorecía la satelización de Cuba, como sucedió. La Argentina votó en abstención porque era partidaria de mantener a Cuba en el sistema, mientras que otros gobiernos querían evitar la expansión de la revolución rusa en América. Estados Unidos veía a Cuba como el instrumento de una potencia extracontinental, la Unión Soviética, para quebrar el sistema interamericano». De todos modos, aclara Lanús, «nuestro canciller, Miguel Ángel Cárcano, dejó bien claro que la Argentina consideraba que un Estado comunista era incompatible con los principios del sistema interamericano, pero defendió la unidad, porque Cuba iba a convertirse en un 'portaaviones soviético'».

Ante la consulta de este diario, el diputado nacional Jorge Obeid (PJ, Santa Fe), vicepresidente primero de la comisión de Relaciones Exteriores y Culto, fue categórico: «Después de más de cuarenta años de agresión y exclusión al pueblo cubano creo que es hora de que termine el injusto bloqueo comercial por parte de los Estados Unidos y se haga un reconocimiento a Cuba abriéndole las puertas de la OEA».

Inclusive Gabriel Salvia , quien preside el Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (CADAL), de posiciones muy críticas hacia el régimen cubano, dijo a Ámbito Financiero que «la exclusión de Cuba de la OEA en 1962 es cuestionable cuando luego hubo muchos países gobernados por dictaduras que siguieron integrando el organismo». Por lo tanto, «esa resolución debería dejarse sin efecto y considerarse una nueva, a la luz de la Carta Democrática Interamericana» de 2001.

Ahora bien, el consenso en torno al anacronismo de la resolución no se mantiene respecto de los términos de una nueva. En un extremo, Honduras quiere la revocación lisa y llana de la expulsión, dejando en manos de Cuba la decisión de reintegrarse. Nicaragua solicita un «mea culpa» de la OEA. Venezuela, por su parte, cuestiona la existencia misma de la organización. En el otro extremo, la secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton , afirmó que «si Cuba no desea atenerse a los mandatos (de la Carta Democrática), no veo cómo podría ser parte de la OEA».

Amigable

En consonancia con las posiciones más amigables hacia La Habana, el diputado Obeid sostiene que, «además del ofrecimiento a Cuba para su reintegración a la OEA, los países latinoamericanos deben presionar para que Washington levante el bloqueo, deje en libertad a los cinco cubanos injustamente detenidos en Estados Unidos y clausure por completo ese monumento a la infamia y la tortura que es la base de Guantánamo, devolviéndola a sus legítimos dueños».

Distinta es la posición del embajador Lanús, quien, si bien sostiene que «países totalitarios en la OEA hubo muchos», afirma que «los gobiernos que quieren suprimir lisa y llanamente la resolución están alineados ideológicamente» porque aunque «en este momento no estamos en la Guerra Fría ni Cuba está exportando una revolución, sigue siendo un país donde no hay libertades y donde los ciudadanos no tienen pasaporte para salir. Cuba no tiene la menor intención de modificar su régimen, que fue una de las causas de su exclusión. El sistema interamericano debe promover la democracia, las libertades y garantías esenciales de un país abierto y republicano. Ahora, si la OEA es solamente la expresión de una pertenencia geográfica, entonces es otra cosa».

También Salvia cree que «si Cuba no reforma su sistema legal, garantizando el pluralismo político, y no libera a los más de 200 presos de conciencia, no puede participar de la OEA».

Paradójicamente, este debate podría resultar en un gesto de buena voluntad no correspondido, ya que Cuba, si bien ha aceptado renegociar el tema migratorio con Washington, no ha manifestado deseos de volver a la OEA.

Para Archibaldo Lanús, los motivos son claros: «El Gobierno cubano tiene muchas denuncias y juicios en la Comisión de Derechos Humanos de la OEA. Creo que hay que levantar las sanciones y el embargo y tratar de que Cuba evolucione, adoptando los principios del sistema interamericano. Esto no es contra Cuba ni contra el pueblo cubano sino para poder tener autoridad moral y no regirnos por un doble estándar. Podemos ser plurales, pero ¿aceptaríamos a un país regido por un fundamentalista religioso contrario a los valores de la democracia occidental, por ejemplo?».

Gabriel Salvia coincide en que «es el régimen de Cuba el que está suspendido, no su pueblo, y la dictadura militar de los hermanos Castro no ha dado ningún indicio de apertura para terminar con el régimen de partido único y un sistema legal opuesto a la Carta Democrática Interamericana». Considera «increíble» que «casi ningún gobernante de la OEA ponga en duda la legitimidad de las autoridades cubanas desde el punto de vista democrático. Cuba no tiene ningún sistema particular, es una dictadura, algo que muchos países no se atreven a señalar». Si sigue así, «la OEA debería concentrarse en exigirle cambios al régimen y respaldar los esfuerzos de apertura y transición pacífica de los demócratas en la isla».

Obeid, en cambio, afirma tener «serias dudas sobre la importancia de estar en la OEA y sobre la representatividad que pueda tener ese organismo». Y recuerda «el lamentable papel que jugó en la Guerra de Malvinas, sin mover un dedo cuando el territorio argentino fue invadido por Gran Bretaña».

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