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Análisis Latino

09-10-2003

REFORMAS Y CRECIMIENTO, A LA LUZ DEL CHILE RECIENTE.

VERGARA, Rodrigo (2003): “Reformas, Crecimiento y Desaceleración. Lecciones del caso chileno”; en Revista Estudios Públicos; no. 91, invierno de 2003.
Por CADAL

VERGARA, Rodrigo (2003): “Reformas, Crecimiento y Desaceleración. Lecciones del caso chileno”; en Revista Estudios Públicos; no. 91, invierno de 2003; Santiago, Chile; pp. 127 a 152.

En el marco de las estrategias de desarrollo económico, el modelo cepalino, dominante en América Latina a partir de los años ’50, cargaba sobre el Estado la responsabilidad de conducir el proceso económico y, para ello, lo colocaba en una posición hegemónica. Sin embargo, este modelo, orientado hacia el mercado interno por vía de la clausura del sector externo, se presentó por completo incapaz de alcanzar las metas propuestas en un principio y la crisis de la deuda de principios de los ’80 significó la prueba final del fracaso. Entre mediados de los ’80 y principios de los ’90, en la región se llevó a cabo un extendido proceso de reformas económicas estructurales que modificó el paradigma de desarrollo. No obstante, hubo un país (Chile) que, quizás porque antes que sus vecinos vivió el colapso del modelo cepalino, dio inicio a tal proceso de reformas con una década de anticipación.

En este trabajo, R. Vergara se pregunta por qué, luego de vivir un período de catorce años (1984-1997) durante los cuales “el PIB se expandió a más de 7% por año y hubo significativos progresos en materia social”, en el último quinquenio (1998-2002) las tasas de crecimiento se han precipitado abruptamente hasta reducirse “a un exiguo 2.4% promedio anual”. Por primera vez en quince años la economía chilena experimentó una recesión en 1999 y el PIB se redujo en 0.8% ese año, luego de lo cual si bien la economía logró reactivarse nunca retornó a las tasas de crecimiento del período precedente. A partir de tal interrogante, el investigador analiza el rol de las reformas y la productividad en el crecimiento económico. Dado que los efectos de determinadas reformas se van reduciendo en el tiempo, Vergara sostiene como hipótesis que es el detenimiento de un proceso de reformas que debe ser continuo lo que permite explicar el fenómeno de desaceleración de la economía chilena: “para mantener el dinamismo es necesaria una continua actualización de las políticas e instituciones”.

¿Cómo se inició el proceso de reforma estructural? El conjunto de economistas formados en la Universidad de Chicago (los Chicago boys) que se hizo cargo de la conducción económica a mediados de los ’70, aplicó una amplia gama de reformas: una reforma del sector público, que abarcó tanto racionalización del gasto público como privatizaciones y reforma tributaria; la liberalización del comercio exterior; una profunda reforma del sector financiero; la reestructuración del sistema de pensiones, a partir del reemplazo del sistema de reparto por uno de capitalización; y la concesión de autonomía al Banco Central. A principios de los ’80, la crisis de la deuda latinoamericana golpeó con dureza a la economía chilena, en especial a su sector bancario y financiero, lo cual motivó a la conducción económica a aplicar nuevas reformas que rectificaran los errores cometidos durante la primer etapa en materia de legislación y control. A partir de este momento se dio comienzo a la llamada era dorada de la economía chilena: el PIB creció a una tasa anual promedio de 7.2%, la inversión y el ahorro experimentaron un boom, la inflación se redujo a un rango de 2% a 4%, el desempleo disminuyó considerablemente, y la proporción de personas por debajo de la línea de pobreza se redujo a la mitad. No obstante, tal como se ha dicho, en la segunda mitad de la década pasada, la economía chilena entró en una etapa de bajas tasas de crecimiento.

Variación anual del Producto Interno Bruto y evolución de la tasa de Desempleo. Chile, 1984-2002.

 

Fuente: Elaboración propia en base a Vergara 2003: 130.

En este punto, a partir de las conclusiones de un trabajo precedente, Vergara cuestiona las explicaciones de la desaceleración basadas en factores externos y formula una solución alternativa: “el inconveniente de esta explicación es que en los quince años anteriores hubo períodos en que las condiciones externas no fueron diferentes a las observadas en estos últimos años y la economía estaba creciendo a tasas mucho más elevadas. De modo que, aun cuando las condiciones externas hayan sido adversas, ello explica sólo parcialmente los pobres resultados obtenidos por la economía chilena en los últimos años. La era dorada de Chile en cuanto al crecimiento económico se explica por una acentuada expansión de la PTF [productividad total de los factores], la cual a su vez obedece a los efectos de productividad de las reformas aplicadas desde mediados de los ’70 hasta comienzos de los noventa, cuya eficacia se ha ido agotando con el tiempo”. En este sentido, Vergara presenta evidencia para un amplio número de países referida a la incidencia tanto de la productividad de los factores como, paralelamente, de la aplicación de políticas adecuadas y el buen funcionamiento de las instituciones en la explicación del crecimiento.

Así, dado que la aplicación de las reformas estructurales tiene un efecto positivo sobre la productividad de factores, concluye el investigador que la continua profundización de las reformas sostiene los altos incrementos de productividad. Sin embargo, en este punto el investigador es conciente los límites de sus conclusiones agregando que “uno de los problemas que afronta el trabajo empírico en este ámbito es la falta de datos sobre gran parte de las políticas e instituciones económicas que nos interesan. Sin embargo, durante las últimas dos décadas diversas instituciones han realizado un esfuerzo sistemático tendiente a recopilar información confiable sobre la calidad de las políticas e instituciones económicas en distintos países. Un inconveniente es que gran parte de los datos se basa en mediciones subjetivas de la calidad de las instituciones. Otro problema es que distintos indicadores tienden a mostrar un alto grado de correlación entre sí”. Según concluye Vergara a partir del caso chileno de los últimos años, el proceso de reforma económica es continuo porque la propia dinámica del mundo globalizado exige la permanente adaptación y perfeccionamiento de instituciones y políticas.

 

 
 
 

 
 
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