Derechos Humanos y
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20-11-2012

El porqué del 7D

(El Agente de CIPOL) Como han dicho y repetido hasta el cansancio los voceros del gobierno, las leyes no son más que instrumentos de unos intereses contra otros. Así que no hay imparcialidad posible, ni la Constitución ofrece una casa común igual para todos.
Por Marcos Novaro

(El Agente de CIPOL) La respuesta que hasta aquí ha ofrecido el gobierno al 8N ha sido ratificar y reforzar su voluntad de producir el 7D un quiebre en la historia del país, hacer de ese día el momento en que él se impondrá, o vencerán “las corporaciones”. Varios son los motivos que lo mueven en esta dirección, algunos bastante evidentes, otros no tanto.

En primer lugar, cree que ello le permitirá recuperar la iniciativa y el control de la agenda, que viene perdiendo desde hace tiempo. Más precisamente desde que empezaron a proliferar malas noticias, problemas que no pudo resolver, ni cargar en la espalda de otros: el desastre de Once, la falta de dólares y el estancamiento de la economía, escándalos varios de corrupción, la crisis del sector energético, los embargos dispuestos en el extranjero contra el país, etc.. El 8N cristalizó y profundizó este declive y el oficialismo espera revertirlo, para volver a imponer “sus” temas, esos en los que puede arrogarse el rol de “promotor de cambios progresistas” y atribuir a sus adversarios el de “frenos reaccionarios” a los mismos. Como es, paradigmáticamente, la cuestión de los medios. O al menos eso él cree.

En segundo lugar la cosmovisión oficial sostiene, como se ha podido escuchar de boca de la propia presidente, que el hecho de que miles y miles de personas se hayan manifestado contra el gobierno por muy diversos motivos se debe a que “tienen una visión distorsionada” de esos asuntos y “de la realidad del país en que viven”, no entienden lo que pasa, porque se creen una serie de macanas que alguien les puso en la cabeza. Siendo esto así, va de suyo que los “grandes medios” (nótese que ya hace un tiempo que no se usa el latiguillo de “el monopolio”) sean considerados los verdaderos responsables de la pérdida de popularidad que sufre el oficialismo, y más en general de todos los problemas que padece. Son los reales enemigos que tiene delante, y por tanto los que debe derrotar para imponer su “hegemonía”.

Radios para todos
Foto: Wikipedia

En tercer lugar, el 7D se imagina como un instrumento eficaz para polarizar la escena pública a favor y en contra, y así disciplinar detrás del “gobierno nacional y popular” a su coalición de apoyo, que últimamente viene dando cada vez más muestras de disalineamiento y dispersión, y acorralar a los adversarios en la condición de “representantes de otro modelo de país”, que sólo puede ser “antinacional y antipopular”, claro. Al plantear una batalla a matar o morir, se elimina cualquier posible escapatoria, neutralidad o solución alternativa: ese día habrá que estar en una de las dos trincheras, y ya no se podrá abandonar la que se elija porque el campo de batalla habrá quedado definitivamente conformado en esos términos.

Se suma, finalmente, el hecho de que el gobierno cree que el 7D es la oportunidad ideal para “actuar de oficio” e imponer su voluntad, diga lo que diga la ley y la Constitución. Porque aunque la Corte Suprema estableció esa fecha para impulsar a los jueces y la Cámara Civil y Comercial a decidir sin injustificadas demoras sobre la cuestión de fondo en disputa, la vigencia o no de dos artículos de la ley de medios que el grupo Clarín impugnó por inconstitucionales, el oficialismo la interpreta según su criterio de que la lucha política no tiene por qué respetar los frenos legales y constitucionales, a los que considera expresión del “institucionalismo hueco” y del “formalismo liberal”. Empantanar la cuestión en los tribunales, bloquear cualquier resolución de los jueces intervinientes y crear la impresión de que ninguno es imparcial para resolverla, ni existe  verdaderamente una disputa por la legalidad y constitucionalidad, resulta funcional a la idea de que el conflicto con Clarín, igual que cualquier otro conflicto, no es más que un problema de relación de fuerzas y puja entre intereses; en este caso, el del gobierno “nacional y popular” vs. el de “una gran empresa de medios”. Como han dicho y repetido hasta el cansancio los voceros del gobierno, las leyes no son más que instrumentos de unos intereses contra otros. Así que no hay imparcialidad posible, ni la Constitución ofrece una casa común igual para todos: favorece a unos contra otros, y se trata de que favorezca a los “buenos y justos” contra los “malos y egoístas”.

Como se ve, las distintas razones del 7D se potencian entre sí, convirtiéndolo en una maravillosa ocasión, tal vez la última, para hacer cristinismo puro y duro: usar el poder del estado sin ningún límite en provecho de la facción gobernante, imponer masivos costos a sus adversarios y aleccionar al resto, y hacer todo esto como si se tratara del más pleno y justo ejercicio de la democracia y la justicia. Tal vez sea la última oportunidad que tienen para intentarlo porque por más que se vienen esforzando, no han logrado salir indemnes de un año de frustraciones y fracasos. Y esa es tal vez la más pedestre y pragmática de las razones del 7D: Cristina y los suyos tratan de terminar el año, uno particularmente infausto para sus intereses por muchos y muy variados motivos, con una, aunque sea una, victoria en su haber. Para empezar el próximo, un año electoral, con el espíritu renovado y menos conflictos y obstáculos por delante. ¿Lo lograrán?

Depende de muchos factores: ya no tienen de su lado el argumento de que pretenden que “se escuchen todas las voces”, ya nadie se lo cree, pero tienen aún el poder del estado; habrá que ver si la sociedad, la Justicia y sus propios aliados toleran que lo utilicen sin miramiento alguno.

Fuente: (El Agente de CIPOL)


 

 

Marcos Novaro
Marcos Novaro
Consejero Académico
Es licenciado en Sociología y doctor en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Actualmente es director del Programa de Historia Política del Instituto de Investigaciones Gino Germani de la UBA, del Archivo de Historia Oral de la misma universidad y del Centro de Investigaciones Políticas. Es profesor titular de la materia “Teoría Política Contemporánea” en la Carrera de Ciencia política y columnista de actualidad en TN. Ha publicado numerosos artículos en revistas especializadas nacionales y extranjeras. Entre sus libros más recientes se encuentran “Historia de la Argentina 1955/2010” (Editorial Siglo XXI, 2010) y "Dinero y poder, la difícil relación entre empresarios y políticos en Argentina" (Editorial Edhasa, Buenos Aires, 2019).
 
 
 

 
 
 
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