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24-06-2014

Con Cristina, casi no hay mal que por bien no venga

(TN) Hay que destacar que no es la primera vez que un error de cálculo del gobierno de turno genera problemas imprevistos, pero de ellos terminan resultando también beneficios. Es algo que viene repitiéndose bastante sistemáticamente.
Por Marcos Novaro

(TN) En principio, al país podía convenirle que la Corte norteamericana tomara el caso de los holdouts, así nuestro Gobierno demoraba las cosas y negociaba, después de diciembre, una solución que no afectara el pago de la deuda reestructurada.

Pero sólo en principio, porque ese plan de vuelo también iba a tener sus turbulencias y complicaciones: durante el resto del año y hasta que concluyera la negociación las tasas de interés que pagan tanto el Estado central como las provincias y empresas no iban a bajar mucho, la incertidumbre sobre lo que sucedería iba a continuar y podía también continuar vigente el relato según el cual la estrategia oficial de jugar a las escondidas, negando los derechos afectados por un default que irresponsablemente arrastramos desde hace más de diez años y recurriendo a permanentes dilaciones judiciales, había resultado tan eficaz para proteger los intereses nacionales en el exterior como lo es para salvaguardar del escarnio a los funcionarios corruptos.

Vista a su mejor luz, podría decirse entonces que la resolución de la Corte nos hizo también un favor. O al menos permite que nos hagamos uno a nosotros mismos: nos obliga a encarar una solución más rápida del entuerto, que tendrá costos iniciales mayores a los esperados, es cierto, pero a la larga puede resultar en un ahorro significativo de recursos, pues disminuiría rápidamente los riesgos de un nuevo default y demás incertidumbres, y con ellos las tasas que deberemos pagar por endeudarnos. Sacará además a nuestros dirigentes, oficialistas y opositores, del foco de los tribunales extranjeros y les permitirá ocuparse de los muchos problemas locales que tienen que resolver en la compleja transición que atravesamos.

Las analogías históricas siempre resultan un poco forzadas pero en este caso tal vez vengan a cuenta. Para los argentinos fue un golpe terrible perder la guerra de Malvinas. Pero es muy discutible que hubiera resultado un gran beneficio de que la ganáramos. Y al menos fue un modo de terminar con un conflicto que de prolongarse habría sido seguramente mucho más costoso de lo que fue, y cuya conclusión nos empujó a ocuparnos de asuntos mucho más importantes que esas islas para nuestra convivencia y nuestro futuro.

Volviendo al caso que nos ocupa, hay que destacar que no es la primera vez que un error de cálculo del gobierno de turno genera problemas imprevistos, pero de ellos terminan resultando también beneficios. Es algo que viene repitiéndose bastante sistemáticamente. Si este resultado judicial hubiera sido anticipado por las autoridades en cuanto Griesa empezó a dar pasos orientados hacia él, en 2012, cuando recién se estrenaba el vamos por todo y el gobierno nacional todavía tenía margen para polarizar la escena política y convencernos de lo bueno que sería “vivir con lo nuestro”, tal vez la convocatoria a una causa nacional contra los buitres y el imperialismo hubiera durado mucho más que el par de días que hubo que soportar de arrebatos y cantinelas nacionalistas durante la semana pasada.  Y hubiera tenido consecuencias nefastas para el sistema económico y político del país.

Inversamente, si entonces, cuando recién se iniciaba el segundo mandato de Cristina Kirchner, ella le hubiera hecho caso a Boudou y no a Moreno y Kicillof, y avanzaba preventivamente hacia una negociación con los holdouts, así como con el Club de París, tal vez hubiera tenido tiempo de empapelarnos hasta la cabeza para financiar la fiesta populista, y hoy el proyecto k gozaría aun de cierta popularidad y la bomba de tiempo para sus sucesores sería mucho más destructiva de lo que va a ser.

Vistas así las cosas, en resumen, tal vez haya sido para bien que la presidenta escogió una vía media tratando de quedar bien a la vez con Dios y con el diablo, jugando a no romper pero tampoco arreglar, tratando de sacar beneficios de las dos opciones sin pagar los costos de ninguna de ellas. Porque así ha terminado por mostrar que se puede mentir a algunos durante algún tiempo, pero no se puede mentirle a todos todo el tiempo. Y más allá del daño que su estrategia ha hecho a la economía y la credibilidad del país, es indudable que se ha hecho sobre todo un gran daño a sí misma y a su proyecto. Que le dificultará afortunadamente en lo que sigue hacer más locuras y la obliga a pagar aunque sea parte de los platos rotos que ha dejado a su paso.

Si después de habernos sacado de encima el militarismo, logramos aprovechar esta ocasión para sacarnos también de la cabeza el nacionalismo populista irresponsable y berreta, aunque hayamos perdido mucho tiempo y recursos en conseguirlo, podremos decir que no hay mal que por bien no venga.

Fuente: TN (Buenos Aires, Argentina)

Marcos Novaro
Marcos Novaro
Consejero Académico
Es licenciado en Sociología y doctor en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Actualmente es director del Programa de Historia Política del Instituto de Investigaciones Gino Germani de la UBA, del Archivo de Historia Oral de la misma universidad y del Centro de Investigaciones Políticas. Es profesor titular de la materia “Teoría Política Contemporánea” en la Carrera de Ciencia política y columnista de actualidad en TN. Ha publicado numerosos artículos en revistas especializadas nacionales y extranjeras. Entre sus libros más recientes se encuentran “Historia de la Argentina 1955/2010” (Editorial Siglo XXI, 2010) y "Dinero y poder, la difícil relación entre empresarios y políticos en Argentina" (Editorial Edhasa, Buenos Aires, 2019).
 
 
 

 
 
 
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