Derechos Humanos y
Solidaridad Democrática Internacional

Prensa

09-10-2014

Nuestro hombre en Buenos Aires

El Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (CADAL) tiene su espacio de trabajo en una modesta oficina en la calle Reconquista de Buenos Aires. Ni por los metros cuadrados que ocupa, ni por los recursos humanos y tecnológicos de que dispone se puede calcular la dimensión de sus resultados. Allí encontramos a Gabriel Salvia, director de esta fundación, y quien quizás sea el argentino que dedica más tiempo y energía a pensar en Cuba.
Fuente: 14ymedio (Cuba)

REINALDO ESCOBAR, Buenos Aires

El Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (CADAL) tiene su espacio de trabajo en una modesta oficina en la calle Reconquista de Buenos Aires. Ni por los metros cuadrados que ocupa, ni por los recursos humanos y tecnológicos de que dispone se puede calcular la dimensión de sus resultados.

Allí encontramos a Gabriel Salvia, director de esta fundación, y quien quizás sea el argentino que dedica más tiempo y energía a pensar en Cuba.

Gabriel C. Salvia

Pregunta. ¿Cómo definiría usted a CADAL?

Respuesta. Si uno fuera a definirla con los términos clásicos diría que es liberal progresista. Lo que a su vez significa que defiende la democracia representativa con todas las libertades de primera generación que aparecen en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Defendemos la idea de que la economía tiene que funcionar respetando la racionalidad económica, pero con un énfasis muy importante en la inclusión social. O sea, para que un país se desarrolle tiene que atender por igual las libertades económicas y a la gente más desfavorecida.

Históricamente a los think tanks inclinados al mercado no les preocupan mucho las libertades democráticas y el tema de los derechos humanos, y por otra parte las organizaciones de libertad de prensa y pro derechos humanos suelen tener una visión anticapitalista. A todo eso se sumaba que yo había viajado a Cuba en 1999, cosa que me marcó mucho, pues me preguntaba que hubiera sido de mi vida si me hubiera tocado vivir en un lugar así. Con esos postulados y antecedentes inauguramos CADAL en febrero de 2003.

P. ¿En qué países han trabajado más?

R. En términos de falta de libertades, la situación más delicada o más dramática de la que nos hemos ocupado es la de Cuba. También hemos realizado estudios en el caso de Chile, que es un ejemplo a seguir, donde la izquierda democrática es claramente respetuosa con las libertades civiles, adopta políticas favorables al desarrollo económico y mantiene un alto nivel de transparencia. Trabajamos mucho en Uruguay, sobre todo por la cercanía, y desde luego en Argentina.

P. En estos doce años de existencia de CADAL, ¿la democracia ha retrocedido, se ha estancado o ha avanzado en nuestra región?

R. A mi juicio hay diferentes grupos de países en América Latina. Por un lado, los que se caracterizan por la alternancia en el poder y un buen desempeño económico, como son los casos de Chile, Uruguay, Perú, Costa Rica. No tienen reelección inmediata y a su vez promueven políticas de Estado favorables al progreso. Luego hay otro grupo con situaciones particulares, casos como Colombia, con un conflicto interno muy importante; México, donde el Estado no controla todo el país, algunos de Centroamérica y el caso específico de Cuba, con una dictadura de partido único.

Están también los países del ALBA, que se han dedicado a erosionar la democracia y cambiar las reglas del juego para eternizarse en el poder. Eso lo hizo también Menem en Argentina, Uribe quiso seguir, Fernando Henrique de Cardoso reformó la constitución para tener otro mandato, pero nada comparable con Correa, Evo Morales, Daniel Ortega o Chávez.

P. Si tuviéramos que hacer una lista no de países sino de problemas, ¿cuáles serían estos?

R. Como problema de fondo está la baja calidad democrática en muchos países. El poder tiene que estar repartido, pero en ocasiones prevalece la idea de que el presidente es el que tiene que solucionarlo todo aun cuando, al menos formalmente, subsiste la división de poderes. En muchos casos, como ocurre en Argentina, el poder legislativo tiene amplias atribuciones, pero luego en la práctica se concentra ese poder en el Ejecutivo, en el presidente.

Hay cuestiones importantes como la discusión del presupuesto nacional, que es la ley de política pública por excelencia en la que resulta trascendental una participación plural. Por otra parte, está la falta de modernización del funcionamiento de los partidos políticos. En casi todos los países donde ha habido una crisis de partidos han surgido estos movimientos reformadores, neopopulistas, como es el caso de Venezuela, Ecuador o Bolivia.

Para hablar mejor de soluciones que de problemas, diría que es necesario fortalecer las instituciones democráticas a través de la división de poderes, garantizar la alternancia en el poder y modernizar los partidos políticos.

P. Hay una gran expectación por los resultados de la segunda vuelta electoral en Brasil. ¿Cómo cree usted que los resultados afectarán a la región?

R. Desde mi punto de vista, lo más relevante, mirándolo regionalmente, es el reacomodamiento ideológico en América Latina. No se puede comprender lo que hace el Gobierno de Maduro hoy en Venezuela. Hablo del papel represor del Estado frente a sus ciudadanos, sin tener en cuenta el papel que juegan países como Brasil. Si Brasil se distancia definitivamente de los países del ALBA; si tiene una política exterior más defensora de la institucionalidad democrática en la región, eso va a generar un efecto muy importante. Si se pone más firme frente a las autocracias del siglo XXI, ya sabe que puede contar con Uruguay, Chile, Perú, Colombia... y ahí estamos hablando de la mitad más uno de América del Sur, y más amplio si ese apoyo se extiende a Centroamérica y México.

A mí me gusta la alternancia, me encantaría que gane un opositor en el Brasil. Ni los partidos ni los gobernantes deben estar más de una década en el poder. Las democracias se desvalorizan si se ponen al mismo nivel que las autocracias o las dictaduras.

P. Las autoridades cubanas aseguran que CADAL es una dependencia de la CIA o el Pentágono, "mantenido por la USAID para cumplir los designios del imperialismo". ¿Cuáles son los argumentos convincentes que se pueden contraponer a ese tipo de afirmación?

R. Lo aconsejable es entrar a nuestros sitios de Internet y ver lo que hemos publicado sobre distintos temas. Nosotros, por ejemplo, somos críticos del embargo, entre otras razones porque somos defensores del libre comercio, y la cuestión de si hay que comerciar o no con regímenes que reprimen las libertades fundamentales forma parte de la ética de los negocios y es por eso que esas decisiones de comerciar o no corresponden más bien a las personas, a las empresas, no a los gobiernos.

Somos defensores de Snowden, porque antes de creerle al aparato del Estado mantengo la presunción de inocencia del individuo. Sostenemos además que, en la primera línea del Gobierno norteamericano, lo último que quieren es una situación similar a la primavera árabe o que suceda algo que traiga como consecuencia un flujo incontenible de 3 o 4 millones de personas hacia la Florida.

Nosotros recibimos fondos de la Fundación Nacional para la Democracia (NED, por sus siglas en inglés), que es algo que se otorga de forma transparente. Uno presenta un proyecto y se aprueba o no. A CADAL nunca le han dictado una agenda ni nos han dado instrucciones, mucho menos entrenamiento. Tampoco nos han expresado malestar por opiniones críticas que hemos expresado, como ha sido por ejemplo cuando hemos criticado las alianzas del Gobierno norteamericano con dictaduras.

P. ¿Cree usted que Cuba tiene algún futuro democrático?

R. Es muy importante que lo tenga. Quienes desde afuera podemos expresarnos y opinar tenemos la obligación de hacer reclamos. Lo que pedimos es que los cubanos tengan los mismos derechos que tenemos nosotros. Pero lo más importante es que los líderes democráticos de Cuba tengan en cuenta que la democracia es poder convivir con los que piensan diferente. Después de medio siglo sin democracia real se ha instaurado lo que Dagoberto Valdés tan lúcidamente ha denominado "el analfabetismo político" pero eso no nos lleva al pesimismo.

Si en Suráfrica se pudo salir del apartheid, ¿por qué Cuba no puede aspirar a un futuro mejor, donde la transición ocurra en paz y conduzca a la prosperidad con libertad?

P. A principios de este año a usted se le impidió entrar al país y fue considerado en el aeropuerto de La Habana como una persona inadmisible. ¿Regresará a Cuba algún día?

R. Sí, estoy seguro, cuando no estén en el poder los que me han impedido entrar.

Fuente: 14ymedio (La Habana, Cuba), 9 de octubre de 2014

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