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26-10-2015

El miedo de Scioli sí fue zonzo

(TN) Tal vez sciolistas y kirchneristas, por instinto de supervivencia terminen poniéndose de acuerdo. Pero por ahora lo que se observa es un comando oficialista convulsionado, agitado por el miedo que quiso infundirle a la sociedad para que rechazara la tentación del cambio, y que parece ahora volverse en su contra y cegar su percepción sobre el mejor modo de encarar una competencia por el poder mucho más exigente que todo lo que le tocó enfrentar desde que los Kirchner irrumpieron en la política nacional.
Por Marcos Novaro

(TN) Apurado por salir a escena antes que los demás y sobre todo antes de que se conocieran los resultados electorales, que iban a confirmar que había fracasado en su apuesta por imponerse en primera vuelta, Scioli habló a las 22 horas clavadas para decir "muchas gracias, triunfamos".

Pero al hacerlo terminó de pintar un domingo negro para su espacio político: no pudo evitar que sus palabras y gestos transmitieran el mensaje opuesto al que pretendía dar. Y cometió dos errores imperdonables en menos de cinco minutos, en el momento más delicado de su campaña. Tal vez de su entera carrera política.

Primero porque habló de su contendiente, y habló pestes. Hasta aquí casi nunca se había referido a Macri, y cuando lo hacía, siempre recurría a circunloquios. "Esos que hablan…", "quienes dicen que….". Esta vez fue explícito y lapidario: "Macri no quiere la AUH, no quiere esto y lo otro, quiere ajuste, devaluación y endeudamiento".

Colocarse en el rol de acusador si no se va a ser lo suficientemente contundente como para forzar al blanco del ataque a ponerse a la defensiva supone un alto riesgo.

Pues le entrega a éste el papel protagónico: el de quien desde el centro de la escena puede elegir qué decir y qué hacer, qué contestar y que no, dirigiéndose a los votantes y no a los "políticos", mostrándose positivo y no despectivo, con capacidad de representar a todos y no a una parte. Que fue precisamente lo que Macri hizo a continuación, cuando le tocó hablar.

Scioli le regaló así al líder de Cambiemos casi tanto como lo que le concedieron los votantes al habilitar el balotaje. Le brindó la posibilidad de encarnar la unidad y la buena onda, algo por lo que se viene esforzando desde hace tiempo.

Mientras se condenaba a sí mismo al rol más que devaluado del indignado criticón. Todo aquello que Cristina, con años de batallar contra agoreros y caranchos, ha enseñado que nunca se debe hacer.

Pero el miedo, en su caso, fue zonzo: puesto frente a la evidencia de una competencia cada vez más reñida, de la que no iba a poder zafar con el invento menemista del "40 % más 10 puntos de ventaja", y en la que dependerá para salir airoso de la buena voluntad de votantes desconfiados, peronistas disidentes y territorios que escapan al control clientelar, se le escapó la tortuga y empezó a despotricar.

Para peor, en segundo lugar, Scioli agitó alevosamente los fantasmas y miedos que pueden convencer de apoyar al oficialismo sólo en la medida en que no estén en boca de los propios gobernantes y no asusten demasiado.

Que Macri es "el candidato del ajuste" es algo que se viene repitiendo en infinidad de publicidades y discursos oficialistas; y está en sintonía con el argumento central de la campaña del FPV, "conservemos lo que tenemos", no perdamos lo que se hizo bien en estos años, construyamos a partir de lo conseguido, apostemos por una "salida sin sobresaltos", etc.

Pero que esa salida sin sobresaltos convenza depende por sobre todo de que se puedan minimizar las preocupaciones respecto a que existan problemas serios a resolver.

Si el propio candidato oficialista habla de devaluaciones, ajustes y deudas, entonces la agenda se definirá con esos ingredientes, y hay que explicar por qué a alguien se le ocurren necesarios remedios tan drásticos como esos, si no es porque hay problemas serios que resolver; y en ese caso responsabilidad de quién es que existan semejantes problemas.

Todas preguntas que van tomando cuerpo a medida que el argumento de que está todo bien salvo algunas cuestiones que "falta resolver" pierde asidero.

Igual que sucedió después de las PASO, Scioli mostró en la noche de la primera vuelta presidencial que cuando es sometido a presión, toda la parafernalia del marketing montado alrededor suyo puede resultar insuficiente para evitarle cometer errores. Aunque también es cierto que él sabe recuperarse.

Lo hizo después de las inundaciones, de su inoportuno viaje a Italia y su aún más inoportuno abrazo con Alperovich en Tucumán. Que haya patinado en su discurso tras la primera vuelta no quiere decir entonces que vaya a seguir haciéndolo de acá al 22 de noviembre. Pero la presión en esta ocasión va a ir en aumento, y el contexto difícilmente ayude.

Solo consideremos la difícil situación que le espera en su frente interno: habiendo perdido provincias importantes para el oficialismo, unos cuantos municipios bonaerenses considerados desde siempre como "propios", y forzado a buscar la ayuda de peronistas disidentes que el oficialismo siempre ha despreciado, las oportunidades para reproches cruzados entre sciolistas, peronistas tradicionales y kirchneristas puros se multiplicarán.

Para estos últimos será tentador pensar que Scioli demostró ser parte del problema y no de la solución, y que necesita más asistencia de Cristina, más cadenas nacionales, más Zannini y Aníbal Fernández. En suma, todo lo que los sciolistas con toda justicia consideran el lastre que le impidió a su jefe ganar en esta ocasión, y todo lo contrario de lo que hace falta para triunfar en noviembre.

Tal vez por instinto de supervivencia terminen poniéndose de acuerdo. Pero por ahora lo que se observa es un comando oficialista convulsionado, agitado por el miedo que quiso infundirle a la sociedad para que rechazara la tentación del cambio, y que parece ahora volverse en su contra y cegar su percepción sobre el mejor modo de encarar una competencia por el poder mucho más exigente que todo lo que le tocó enfrentar desde que los Kirchner irrumpieron en la política nacional.

Fuente: TN (Buenos Aires, Argentina)

Marcos Novaro
Marcos Novaro
Consejero Académico
Es licenciado en Sociología y doctor en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Actualmente es director del Programa de Historia Política del Instituto de Investigaciones Gino Germani de la UBA, del Archivo de Historia Oral de la misma universidad y del Centro de Investigaciones Políticas. Es profesor titular de la materia “Teoría Política Contemporánea” en la Carrera de Ciencia política y columnista de actualidad en TN. Ha publicado numerosos artículos en revistas especializadas nacionales y extranjeras. Entre sus libros más recientes se encuentran “Historia de la Argentina 1955/2010” (Editorial Siglo XXI, 2010) y "Dinero y poder, la difícil relación entre empresarios y políticos en Argentina" (Editorial Edhasa, Buenos Aires, 2019).
 
 
 

 
 
 
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