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11-07-2016

2016 vs 2010: menos autobombo, pero aun atados a peleas chiquitas

(TN) Pasó el segundo Bicentenario y Cambiemos le imprimió su sello, menos faccioso y excluyente que el de seis años atrás. Aunque la discusión por la herencia recibida gravitó demasiado en el discurso presidencial.
Por Marcos Novaro

(TN) Hace seis años, el kirchnerismo se apropió de los festejos del Bicentenario de la Revolución de Mayo y los usó para auto celebrarse. Fue alevoso en la exclusión de la oposición política y de toda voz que disintiera del relato oficial, que postulaba al gobierno de turno como síntesis de todos los heroísmos patrios y redentor de una historia tachonada de fracasos causados por sus enemigos, que eran siempre los mismos, desde los realistas hasta la Mesa de Enlace y Clarín, la antipatria.

Los entonces gobernantes consideraron que la operación fue un éxito porque las celebraciones convocaron multitudes. Néstor Kirchner se vanaglorió días después de haber “quebrado” a sus adversarios con una maciza demostración de hegemonía cultural. Pero aunque las elecciones del año siguiente parecieron darle la razón, en verdad el kirchnerismo se dejó llevar por una fantasía. Porque al poco tiempo de ese supuesto triunfo histórico, del relato no quedaba casi nada, y hoy ya no queda nada del propio kirchnerismo.

Sucede que la gente quiere festejar, sentirse parte de una comunidad y de una historia, y no le presta tanta atención a los discursos, de los que toma coyunturalmente lo que quiere y le conviene, si las cosas van bien sobre todo en la economía de su bolsillo, y cuando dejan de ir bien busca otros argumentos y pasa a otra cosa. Eso le pasó al anterior gobierno y le pasará seguramente al actual.

¿Aprendieron nuestros dirigentes la lección? En parte al menos sí. Los festejos del Bicentenario de la Independencia han tenido mucho menos autobombo que los de seis años atrás y ninguna exclusión que lamentar.

Salvo el kirchnerismo y la izquierda extrema, que mayoritariamente se autoexcluyeron, todas las fuerzas políticas estuvieron en la asamblea legislativa que se realizó en Tucumán días atrás. Y salvo Alicia Kirchner todos los gobernadores participaron de los actos centrales del 9 de Julio.

Los organizadores de los festejos respetaron su carácter federal y se cuidaron de no ideologizar sus contenidos con propaganda oficialista. En las producciones que vienen difundiendo los medios públicos se han esmerado por darle cabida a artistas e intelectuales identificados con la oposición, algo que hay que celebrar.

Y aunque la convocatoria no fue tan masiva como en 2010 tampoco resultó escasa, todo lo contrario, considerando la poca inversión de tiempo y dinero que se realizó.

Tal vez sea por contraste con todo ese esfuerzo por romper con el modelo anterior que llamaron tanto la atención algunos tonos y gestos de los discursos presidenciales. En los que se filtró el partidismo y la querella coyuntural mucho más de lo conveniente.

En la vigilia del Bicentenario, en Jujuy, Macri enfocó ya su atención en la “pesada herencia recibida”. Y encima lo planteó ante un auditorio compuesto en gran medida de escolares. Lo que hizo acordar al día de la bandera en Rosario, cuando incitó a niños de guardapolvo a entonar con él un desubicado “Sí se puede” tomado de la campaña electoral. Y no se detuvo ahí: en su discurso del sábado en Tucumán habló un poco de todo, es cierto, pero el eje fue definitivamente la herencia kirchnerista. Algo que podría haber dejado para otra ocasión, que seguro no le va a faltar. ¿Será que siente que solo en el contraste con los Kirchner su figura, su rol y el propio tiempo histórico que busca inaugurar van a poder tomar vuelo?

Perdió así una valiosísima oportunidad para dar una pauta más concreta sobre el futuro común que podemos alcanzar, para ofrecer una referencia más amplia tanto sobre lo que nos une del pasado como de lo que podemos hacer juntos, que es precisamente el lema que la propaganda institucional de la Presidencia ha hecho suyo, pero el discurso del presidente no se esmeró mucho en desarrollar.

Lo más llamativo es que repitió así un defecto de las celebraciones de 2010: también en ellas la ausencia más notable fue la del futuro, lo que era en alguna medida esperable de un gobierno obsesionado por cambiar el pasado. Este no es el caso de Macri, pero parece que los enredos del presente y tal vez una propia inseguridad le impiden todavía romper el molde y abrir ese horizonte de tiempo largo y compartido que por ahora está solo esbozado en la cartelería de Presidencia.

Fuente: TN (Buenos Aires, Argentina)

Marcos Novaro
Marcos Novaro
Consejero Académico
Es licenciado en Sociología y doctor en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Actualmente es director del Programa de Historia Política del Instituto de Investigaciones Gino Germani de la UBA, del Archivo de Historia Oral de la misma universidad y del Centro de Investigaciones Políticas. Es profesor titular de la materia “Teoría Política Contemporánea” en la Carrera de Ciencia política y columnista de actualidad en TN. Ha publicado numerosos artículos en revistas especializadas nacionales y extranjeras. Entre sus libros más recientes se encuentran “Historia de la Argentina 1955/2010” (Editorial Siglo XXI, 2010) y "Dinero y poder, la difícil relación entre empresarios y políticos en Argentina" (Editorial Edhasa, Buenos Aires, 2019).
 
 
 

 
 
 
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