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Análisis Latino

19-07-2005

El nuevo mapa del Pentágono. Paz y guerra en el siglo XXI

Por Fabian C. Calle

De Thomas Barnett.

El fin de la guerra fría y los posteriores ataques del 11 de septiembre derivaron en una prolífica edición de libros y artículos en donde se busca aconsejar y/o describir cuales serían los lineamientos fundamentales de la estrategia de seguridad internacional de los Estados Unidos. Entre los más reciente y citados, se destaca el libro de Thomas Barnett "El Nuevo Mapa del Pentágono. Paz y Guerra en el siglo XXI". Con un lenguaje directo y por momentos provocador, este Profesor de la Escuela de Guerra Naval de los Estados Unidos propone una nueva forma de mirar el escenario internacional y recomienda los cursos de acción a seguir por parte de la estructura de la Defensa de la superpotencia.

En su visión, los conflictos a los que asiste el mundo en las últimas décadas y también los que se presentaran en el mediano y largo plazo están ligados a la existencia de una "brecha" entre aquellas zonas del mundo sustancialmente integradas a la globalización económica, política y de las telecomunicaciones y aquellas que se mantienen ajenas a estas fuerzas transformadoras. En este contexto, existe un núcleo duro de países altamente interdependientes e imbricados por la globalización, tal como es el caso de los Estados Unidos, Europa, Japón y crecientemente China. En contraste, amplias zonas del Medio Oriente, África y parte de Asia presentan los mayores niveles de aislamiento o actitud reactiva a las fuerzas de la modernización y globalización. O sea, son las zonas menos "conectadas". En la visión de Barnett, esa "desconexión" representa un peligro para la seguridad de los Estados Unidos y el mundo interdependiente. Amenazas como el terrorismo, los Estados fracasados, la proliferación de armas de destrucción masiva, las crisis humanitarias, etc., serían en esta visión algunos de los subproductos de esta situación.

En este tablero estratégico global, supuestamente el Pentágono y sus aliados tendrían como una de sus tareas centrales el operar para reducir esas brechas o desconexiones en  especial cuando los instrumentos económicos, diplomáticos y culturales fracasen para cumplir esa misión. Dicho esto, el autor nos propone un mapa de los conflictos post Guerra fría (y de las contiendas por venir) en donde la casi absoluta totalidad del uso de la fuerza por parte de los Estados Unidos se concretó y se concretará en África (exceptuando Sudáfrica), el Medio Oriente, Asia Central, Corea del Norte y parte de la zona andina Sudamericana. Todo ello, afirma, conlleva desde finales de la Guerra fría, y más aun después del 11/9, a un reposicionamiento y replanteo de las características de las bases militares los Estados Unidos a lo largo del mundo y de sus mismas misiones y roles.

Llegado a este punto, cabría formular algunas reflexiones sobre este libro que por su difusión y popularidad ya claramente ha trascendido los ámbitos académicos y estratégicos y se ha adentrado en cierta medida en el "saber convencional" de sectores políticos o de los medios de prensa interesados en la política mundial. ¿Donde queda China en este mapa? ¿China es una amenaza estratégica para los Estados Unidos en el largo plazo? La respuesta del Thomas Barnett parece orientarse a ver a esta potencia asiática como un actor que se  adentra creciente y aceleradamente del lado del mundo globalizado y por lo tanto más estable y pacífico. Una revisión de los documentos de seguridad nacional de los Estados Unidos de los últimos tres lustros y aun post 11/9 no parece coincidir plenamente con esta visión. Tanto la "Estrategia Nacional de Seguridad" dada a conocer por la administración Bush en septiembre del 2002 como su traspolación al área de la Defensa encarnada por la "Estrategia de Defensa Nacional" marzo 2005, reflejan una clara conciencia por parte de los formadores de política de los Estados Unidos acerca de existencia de un sistema internacional en donde conviven de manera compleja la lucha contra amenazas no estatales y en red, como es el terrorismo internacional fundamentalista, y la existencia de potencias estatales dotadas de capacidades económicas y militares. En este sentido, China con un crecimiento anual del 9% en las últimas tres décadas, un PBI que ya se coloca entre los primeros 6 del mundo  (1/8 de la economía estadounidense) y con un gasto militar que se posiciona entre los tres primeros del mundo (si bien aun representa 1/5 del presupuesto de defensa de Washington) claramente figura entre los rivales a contener y disuadir. En otras palabras, el 11/9 no representa el fin de la geopolítica interestatal.

Por ultimo, el mismo caso de América Latina (mostrada por Barnett como sustancialmente integrada al mundo globalizado) debería ser un caso que sirva para llamar la atención sobre la necesidad de evitar algunas de las simplificaciones que nos propone. En este sentido, la inestabilidad política, económica y social y la violencia que caracteriza a parte sustancial de este espacio geográfico nos advierte sobre la necesidad de reflexionar también sobre los efectos desestabilizadores y desestructuradores que en algunos casos provoca la globalización y la necesidad de mejorar la calidad y solidez de las instituciones, reglas y procedimientos que buscan regularla y darle estabilidad a largo plazo. En otras palabras, no solo es cuestión de extender la globalización sino saber que esa extensión acarreará estabilidad y prosperidad.

 

Fabian C. Calle
Fabian C. Calle
Investigador Senior del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI). Miembro de la Carrera de Investigador del CONICET. Desarrolla actividad docente en la Universidad Torcuato Di Tella, la Universidad Católica Argentina y el Instituto del Servicio Exterior de la Nación.
 
 
 

 
 
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