Derechos Humanos y
Solidaridad Democrática Internacional

Prensa

07-05-2010

El gobierno y la máquina de fabricar pobres

Echar mano de las utilidades del Banco Central para financiar el gasto público, y así mantener el crecimiento de la economía, es casi lo mismo que imprimir moneda inorgánicamente. Y el voluntarismo (por llamarlo de una forma elegante) con el que el Indec reporta la inflación, lejos de evitar la subida de precios, crea incertidumbre, paraliza la inversión y deprime la oferta de bienes y servicios, añadiendo más leña a la hoguera inflacionaria.
Fuente: El Cronista Comercial (Buenos Aires, Argentina)

Raúl Ferro, Miembro Consejo Consultivo de CADAL 

¿Será una cuestión genética, acaso algo escrito en las estrellas, o será simple determinismo fatal? Resulta difícil de entender porqué, tras haber vivido uno de los procesos hiperinflacionarios más salvajes registrados en la historia de la economía mundial y de haber salido de ella tras pagar un precio altísimo, se insiste en un modelos de crecimiento económico que juegan peligrosamente con el fuego inflacionario.

No tiene nada de malo que el Gobierno se haya puesto como objetivo el mantener el dinamismo del mercado interno como motor del crecimiento. Pero no es una cuestión de simple voluntad (o de decretos). Para que este objetivo se cumpla es necesario mantener una serie de equilibrios macroeconómicos con los que la Argentina hoy no cuenta. Echar mano de las utilidades del Banco Central para financiar el gasto público, y así mantener el crecimiento de la economía, es casi lo mismo que imprimir moneda inorgánicamente. Y el voluntarismo (por llamarlo de una forma elegante) con el que el Indec reporta la inflación, lejos de evitar la subida de precios, crea incertidumbre, paraliza la inversión y deprime la oferta de bienes y servicios, añadiendo más leña a la hoguera inflacionaria.

No es raro que los economistas estimen que la inflación en el 2010 se ubicará en un 20% y que la gente, según la encuesta de abril de la Universidad Torcuato Di Tella, crea en que se llegará al 30%, 5 puntos sobre una ya alta expectativa de 25% del primer trimestre. La economía se construye a partir de realidades y de percepciones, y no en base a teorías de complots.

Las autoridades argentinas harían bien en ver lo que sucede a su alrededor. No es casualidad que los países que siguen políticas ordenadas en América Latina tengan niveles de inflación bajos, muestren tasas de crecimiento sostenidas y disminución consistente de los niveles de pobreza. Uno de los casos más emblemáticos es Perú, país que, como Argentina, vivió la pesadilla hiperinflacionaria en los años ochenta y que hoy es una de las economías más sólidas de la región, a pesar de los graves problemas sociales que arrastra. Pero el equilibrio macroeconómico es la clave también en otros casos de éxito en la región, como Brasil.

Por el contrario, los países que siguen políticas intervencionistas o heterodoxas son los que presentan mayores problemas de inflación y de desabastecimiento. El caso extremo es Venezuela, donde además la respuesta a estos problemas es escapar hacia adelante: aumentar el intervencionismo estatal en la economía o, directamente, nacionalizar activos productivos. Esa película ya la vimos en América Latina y todos sabemos el final: una crisis mayor aún, cuya salida tiene costos espantosos, especialmente para los más pobres. Las estadísticas demuestran que en Argentina con cada crisis aumenta el número de pobres y que la reducción de la pobreza que se registra durante el período de recuperación no es suficiente para sacar de la pobreza a todos los que cayeron en ella. Es decir, la sucesión de crisis que ha vivido Argentina en las últimas décadas ha sido una verdadera máquina de fabricar pobres.

Argentina necesita urgentemente poner la casa en orden. La corrección de las distorsiones tarifarias ha sido tímida y poco consistente. El proceso tendrá que continuar -le guste o no al gobierno-, lo que indefectiblemente alimentará la inflación. La nula credibilidad de las cifras del Indec no es trivial. Hace muy difícil a las empresas saber los valores reales de sus activos y pasivos y dificulta las decisiones de inversión. Gobernar para el corto plazo es un mal negocio en el que perderán todos los argentinos.

Fuente: Diario El Cronista Comercial (Buenos Aires, Argentina)

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