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31-08-2018

El fracaso con el dólar debilita a Marcos Peña y Luis Caputo

(TN) El jefe de Gabinete y el presidente del Banco Central alentaron a Macri a dar un paso en falso en el peor momento. Lejos de ser un episodio aislado, revela las debilidades que el Gobierno no logró superar con los acotados recambios de junio. Cuando se supere la corrida contra el peso y avance la negociación del Presupuesto, un cambio más profundo de equipo, estrategia y comunicación parece inevitable.
Por Marcos Novaro

(TN) Marcos Peña y Luis Caputo tienen en común ser personas muy talentosas y con mucho sentido común. Pero también comparten un déficit: sus talentos los llevan en ocasiones a subestimar las complejidades de la política y sobreestimar su fuerza de voluntad. No es por casualidad entonces que en lo que hasta ahora eran indiscutiblemente muy buenos estén fracasando ante una crisis de confianza más desafiante y persistente de lo previsto.

Él mismo es víctima de este giro de los acontecimientos: dice algo y se entiende lo contrario. Acaba de lanzar la frase “esto no es un fracaso” y dio a entender justamente lo opuesto, en la última de una serie de intervenciones públicas fallidas. Hasta el mejor diseño fracasa si no se adapta a las circunstancias, y el diseño comunicacional y de gestión del Gobierno ha venido resistiendo una necesaria adaptación ya durante demasiado tiempo.

Caputo es un brillante bróker al que los mercados vienen torciendo el brazo una y otra vez hasta exponer y extremar todas las debilidades que reviste su nuevo rol, el de guardián monetario en un país en que nadie cree en su moneda. Descubrió tarde que no es lo mismo estar de uno que del otro lado del mostrador.

Puede que el costo reputacional para ellos no sea irreparable, pero por de pronto están siendo señalados como responsables inmediatos de una situación que debió haberse evitado y, en particular, de un costo que debió habérsele evitado al presidente en términos de confianza y credibilidad de su palabra, justo cuando esos recursos son más escasos y necesarios.

También son los artífices, junto al propio presidente, de la idea general con que hasta aquí el gobierno de Cambiemos encaró la crisis: “ella va a pasar, y cuando la situación mejore vamos a poder decir que estuvimos solos en las malas y solos encontramos la salida, porque nadie más puso el hombro”. Como decir: nosotros gobernamos, y mientras los demás “flan, flan, flan”.

¿Está tan solo y es tan incomprendido el gobierno de Macri en el país del populismo irresponsable y los adoradores de Ravana como para que tenga que tirar la moneda a ver si sus exclusivas fuerzas le alcanzan para salvarse o se hundirá del todo?

Puede que así se perciba desde la Casa Rosada y que ahí estén pensando que la batalla cultural la ganó el populismo y tienen que remar contra la corriente. De allí que la única iniciativa comunicacional que han tenido en los últimos tiempos haya consistido en quejarse de los quejosos. Lo que como ocurrencia chistosa estaba bien pero convertido en salvavidas de una comunicación gubernamental inefectiva terminó en gestos un poco grotescos. Y sobre todo, innecesarios. Porque la política sigue dando un marco de estabilidad, que resiste bastante bien, al menos hasta aquí, los embates de la inestabilidad económica.

De esos factores de estabilidad política cabe mencionar dos. Primero, la amplia disposición a tolerar el ajuste.

Ni siquiera hay resistencias a pagar las tarifas y eso que el malhumor está muy extendido, que es lo menos que se podía esperar. Buena parte de la opinión pública acepta la premisa oficial de que es necesario ajustar el gasto público, lo que también es toda una novedad.

Segundo, la competencia política vuelve a apuntalar más que a debilitar al oficialismo y a acercarle socios colaborativos; todo lo que tiene que hacer es no espantarlos. En parte, fruto de la misma crisis económica, en parte, de la investigación de los cuadernos, Cristina Kirchner ha vuelto a ocupar el centro de la escena y monopolizar el espacio opositor. En el peronismo llamado racional, ya no prospera la idea de una tercera vía que “absorba y digiera” al kirchnerismo, porque el resultado de acercarse a él, como intentó Felipe Solá, es indefectiblemente el opuesto. Y se teme que la provincialización salve a medias esa situación: los gobernadores puede que sobrevivan, pero ¿se resignarán a perder muchas de sus bancas de diputados y senadores nacionales?

Ante estas perspectivas, las mayores dificultades económicas no dificultan sino que en alguna medida alientan a colaborar en una salida: no un gran acuerdo nacional, pero sí un pacto para sacar lo más rápido posible el presupuesto y moderar la confrontación. Los sindicatos están mostrando el camino: decidieron un paro, pero sólo después de que Moyano rompiera con la CGT y con miras a evitar que arrastrara consigo a otros gremios. Todo un gesto.

Fuente: TN (Buenos Aires, Argentina)

Marcos Novaro
Marcos Novaro
Consejero Académico
Es licenciado en Sociología y doctor en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Actualmente es director del Programa de Historia Política del Instituto de Investigaciones Gino Germani de la UBA, del Archivo de Historia Oral de la misma universidad y del Centro de Investigaciones Políticas. Es profesor titular de la materia “Teoría Política Contemporánea” en la Carrera de Ciencia política y columnista de actualidad en TN. Ha publicado numerosos artículos en revistas especializadas nacionales y extranjeras. Entre sus libros más recientes se encuentran “Historia de la Argentina 1955/2010” (Editorial Siglo XXI, 2010) y "Dinero y poder, la difícil relación entre empresarios y políticos en Argentina" (Editorial Edhasa, Buenos Aires, 2019).
 
 
 

 
 
 
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