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09-11-2018

Una reforma de pensiones concertacionista

(El Líbero) La Moneda no debiera dejarse confundir por lo vociferantes que resultan las críticas de los extremos. Aunque los insensatos de ambos lados desprecien la política de los acuerdos, los países avanzan y progresan cuando los gobiernos privilegian los pactos y la moderación al asumir el difícil desafío de realizar reformas necesarias.
Por Patricio Navia

(El Líbero) La propuesta de reforma de pensiones que ha presentado el gobierno del Presidente Sebastián Piñera puede ser definida, en el buen sentido de la palabra, como profundamente concertacionista. Porque busca ser un cambio gradual, razonable y sustentable del sistema existente, la iniciativa oficialista no puede ser calificada ni como radical ni como continuista. Pero en un país donde las posiciones más radicales parecen haber ganado plataforma —aunque no necesariamente más apoyo popular—, las críticas que ha recibido anticipan una compleja tramitación.

A medida que se han ido digiriendo los detalles de la propuesta de pensiones, no se han hecho esperar las críticas desde ambos extremos del espectro. Por un lado, los defensores del sistema de capitalización individual resienten el creciente rol del Estado como proveedor de subsidios a las pensiones más bajas. Si bien todos reconocen que hay demasiados chilenos que reciben pensiones miserables, hay preocupación entre los defensores más ortodoxos de las políticas de libre competencia respecto a los incentivos perversos que se están generando al aumentar la pensión mínima que recibirán las personas. Mientras más alta la pensión mínima, menos incentivos hay para que los chilenos se preocupen de hacer contribuciones mensuales a sus cuentas individuales. En la medida que los trabajadores independientes todavía no estén obligados a cotizar y mientras no haya deducción automática de contribuciones a las pensiones por cada boleta de honorarios emitida, seguirá habiendo incentivos para que la gente aumente sus ingresos actuales en detrimento de lo que eventualmente serán sus pensiones.

Otros critican el creciente rol regulador del Estado. Si bien todos concuerdan en que éste debe regular mejor, siempre existe el temor de que al final el Estado termine regulando más, pero de peor forma. En la misma línea, hay muchos que se preocupan ante la posibilidad de que el Estado entre a competir como administrador de los fondos de pensiones —una AFP estatal— o del 4% adicional que cotizarán las personas con cargo al empleador. Si bien el gobierno no parece interesado en darle esa atribución al Estado, habrá una presión fuerte en la tramitación de la ley que busque otorgarle un rol más preponderante en la administración de los fondos de pensiones.

Las críticas a la propuesta del gobierno son todavía más severas por parte de aquellos que quieren abolir el sistema de capitalización individual —o al menos quieren debilitarlo. Para ellos, en la medida que no se prohíba explícitamente a las AFP administrar el 4% adicional, la reforma de pensiones de Piñera simplemente profundiza y consolida un sistema que, para muchos, está deslegitimado y debe ser profundamente modificado. Es verdad que lo único que une a los que abogan por No+AFP es su oposición al sistema actual. Abundan las diferencias respecto a qué tipo de sistema debiera remplazar a las AFP y cómo se debiese financiar. Pero los críticos al sistema de capitalización individual critican la propuesta del gobierno que confirma sus sospechas de que Piñera solo busca reformas que los fortalezcan.

Enfrentando críticas desde la derecha de que la propuesta terminará debilitando al sistema de capitalización individual y desde la izquierda de que el sistema terminará fortaleciendo a las AFP, el gobierno de Piñera se debiera sentir orgulloso de haber presentado una propuesta razonable, moderada y pragmática. Precisamente por eso debiera estar abierto a modificaciones que mejoren la propuesta y construyan un mayor consenso entre legisladores moderados y la opinión pública para optimizar sus posibilidades de éxito.

Al ser reprochado desde la izquierda y la derecha, el gobierno comprensiblemente debe sentir la misma mezcla de incomprensión y satisfacción que a menudo sentían los gobiernos de la Concertación —en especial los de los presidentes Aylwin y Frei—, que eran duramente criticados desde la derecha por ir demasiado lejos y, desde la izquierda, por no ir lo suficientemente lejos.

La Moneda no debiera dejarse confundir por lo vociferante que resultan las críticas de los extremos. Teniendo como norte la necesidad de realizar reformas —y no revoluciones— el Presidente Piñera debiera recordar la sabia frase del fallecido Presidente Aylwin. Al prometer justicia en la medida de lo posible, Aylwin describió magistralmente de qué se trata la democracia. Aunque los insensatos de ambos extremos desprecien la política de los acuerdos, los países avanzan y progresan cuando los gobiernos privilegian los pactos y la moderación al asumir el difícil desafío de realizar reformas necesarias. Así las cosas, el Presidente Piñera debiera sentirse orgulloso si, en el trámite de la reforma previsional, sus críticos lo acusan de revivir el estilo concertacionista de construir consensos en torno a cambios graduales, pragmáticos y moderados.

Fuente: El Líbero (Santiago, Chile)

Patricio Navia
Patricio Navia
Consejero Académico
Doctor en ciencias políticas (New York University). Anteriormente obtuvo un master en la misma disciplina de la Universidad de Chicago y una licenciatura en ciencias políticas y sociología de la Universidad de Illinois. Es profesor titular de estudios liberales y profesor adjunto del Centro de Estudios Latinoamericanos y del Caribe de New York University. En Chile, es profesor titular de ciencias políticas en la Universidad Diego Portales. Es autor de varios libros y especialista en elecciones, opinión pública, sistemas de partidos y relaciones ejecutivo-legislativo en América Latina. Es columnista en varios medios, incluido El Líbero (Chile) y Americas Quarterly (EEUU).
 
 
 

 
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