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20-08-2019

Alberto Fernández ¿es neokirchnerismo o neomenemismo?

(TN) Elecciones 2019 | Alberto es ahora candidato a presidente, pero puede pronto serlo a fusible. Aunque Mauricio Macri parece ser el más preocupado de los dos, tal vez debería ser al revés. Y aunque AF tiene motivos para desconfiar del presidente, debería temer aún más a algunos de sus aliados.
Por Marcos Novaro

(TN) Macri y Alberto se echan la culpa del empeoramiento de la situación. El primero, tratando de que la economía no estalle ahora, y entregarle el gobierno a su sucesor más o menos en orden, aunque sea con las reservas en cero. Y el segundo cavilando, ante esa posibilidad, si no sería mejor que la economía estallara antes, el presidente saliente completara así el ajuste, y él, en vez de arrancar devaluando otra vez la moneda y enredado por las demandas de todo tipo que hasta aquí vino alimentando, hacerlo “juntando los pedazos”, como Néstor en 2003.

En medio de esto, Macri y Alberto han intercambiado sutilmente sus anteriores roles: el presidente parece populista, aumenta el gasto y reduce impuestos, y su contendiente se queja de que desfinancia así al Estado y produce más inflación, protestando que va a recibir una “bomba de tiempo”, recordemos, la principal preocupación de Macri en 2015. Es la contracara del vaciamiento de la gobernabilidad que las PASO provocaron en perjuicio de este último y para alegría de los peronistas. Y la razón por la cual a estos no se los ve tan felices como se hubiera esperado: se imaginan ya timoneando atribulados al borde del abismo a partir de diciembre.

Aclaración: estallido económico, en esta situación, no significa lo mismo que en 2001, no consiste en un solo evento, si no en algo parecido a lo vivido en 2018, sólo que agravado, como la sucesión de golpes que uno se da cuando cae rodando por una escalera, y al llegar abajo es difícil saber cuál fue el piñazo más letal.

Al mismo tiempo, ambos contendientes han descubierto ya cierta solidaridad entre sí. Porque aún si hay estallido antes de diciembre, Macri no va a alcanzar a llevarse a la tumba (metafórica o políticamente hablando, claro), toda la culpa. La crisis seguramente seguiría desparramando desgracias por bastante tiempo después de la transmisión del mando. Que puede parecerse a la del ´89, o peor todavía, a la del ´83, cuando Alfonsín recibió tal descalabro de manos de Bignone (quien también se dedicó a aumentar alegremente el gasto al final de su gestión), que lidiar con él le insumió todo su mandato; o al 2001, cuando Adolfo Rodríguez Sáa recibió otro terremoto de De la Rúa, y las réplicas también se lo llevaron puesto.

Si algo así sucediera, ¿quién será el afortunado que podría “juntar los pedazos”? Alberto y Macri seguro lo saben: Cristina reinará pero no gobernará desde el 10 de diciembre, ¿imagina alguien una situación más aventajada? Difícil.

Si en los meses iniciales de la próxima presidencia hay puras malas noticias para dar, como es muy probable (incluso si se evitara el estallido), en algún momento la señora o alguno de sus acólitos puede decirle al nuevo presidente: “no te pusimos para esto, para que sigas hambreando a NUESTRO PUEBLO”. Y si CFK sigue tan meticulosa como viene siéndolo desde que a fines de 2017 se cansó de ayudar a Macri haciendo macanas, lo pondrá en autos a Alberto cuando la economía esté realmente en el fondo del pozo, no antes. A ver si todavía le toca beber del mismo cáliz que sus víctimas.

Una pregunta importante para ir haciéndose, entonces, es: ¿qué puede hacer Alberto para no convertirse en fusible apenas entre a la Rosada? Cuidarse tanto de sus aliados como de sus adversarios para empezar. Y proponer un plan de estabilización ya desde ahora para continuar. Plan que le va a ser más fácil acordar con parte de los que hoy son gobierno que con algunos de los que van a serlo, y que dependerá más de los actores internacionales que ha estado criticando, que de los que cree sus amigos.

Es bueno que, en previsión de ese giro de los acontecimientos, haya ya retrocedido de sus acusaciones contra Bolsonaro y Trump, resabio de la visión de cabotaje con la que venía actuando y que lo llevó luego de su triunfo en las PASO a insistir con que el presidente de Brasil es “un racista” y el republicano un “mal líder para el mundo”. Como presidente argentino no va a estar en condiciones de opinar según sus irrelevantes preferencias, y los brasileños ya se lo hicieron saber: piensan hacer con Argentina lo que Trump viene haciendo con México, con la diferencia de que nuestro gobierno va a estar mucho más necesitado de ayuda que el de AMLO. Igual que Trump frente al Nafta, Bolsonaro sabe que le conviene acusar a los argentinos de sus problemas domésticos, pues así los descarga, al mismo tiempo, en Lula.

Esta situación también alentará a AF a colaborar disimulada pero seriamente con Macri: si no quiere que la crisis escale y se descontrole cuando él esté en la Rosada, necesitará que le aprueben rápido en el Congreso las leyes que proponga para la estabilización. Y como ellas no serán muy compatibles que digamos con “ponerle plata en el bolsillo a la gente”, contará con más simpatías de algunos opositores hoy oficialistas, que de muchos de los que harán el camino inverso. Para peor, a diferencia de Menem, que tenía a Duhalde, Alberto llevará en su propia fórmula un buen motivo para que los mercados desconfíen de sus intenciones estabilizadoras y aperturistas de la economía. Otro motivo más para no repetir lo que hizo Menem con Alfonsín.

AF podría perder algunos votos mostrándose prudente. Eso es lo que le advierten los entusiastas del salariazo. Lo que sucede es que podría ser para él aún más costoso buscar y conseguir el máximo posible de votos, diciéndole a todos lo que quieren escuchar. Una ilusión plebiscitaria que es de las más peligrosas que acechan a nuestros presidenciables: creer que su poder dependerá de la contundencia del plebiscito que los impulse. Cristina en 2011 fue víctima de esa ilusión, así le fue, y en cambio su marido en 2003 demostró que no hace falta tanto aval electoral si hay gobernabilidad. Pues los votos van y vienen, en cambio la gobernabilidad es más fiel, sigue junto a su amo cuando se levanta el viento en contra. Como se ve, también para AF la gobernabilidad y la competitividad electoral están en tensión, no van tan de la mano, aunque claro, Macri vive esta tensión en mucho mayor medida.

Como sea, esperemos que cuando Alberto habla de “repetir lo que logramos con Néstor en 2003” esté pensando en esto. Y no en insistir con su promesa de “ponerle plata…..”. Tal vez para terminar de convencerlo es que Macri está dándole y dándonos a todos una valiosa lección sobre las circunstancias que vuelven resbaladizo este camino: anunció medidas de gasto con las que abandonó la meta del déficit cero, 100.000 millones por ahora, pero antes de que algo de esa plata llegue a algún bolsillo subió más el dólar, con él la inflación y el potencial efecto expansivo se evaporó. AF, en un implícito homenaje al déficit cero que acaba de liquidar, dijo que son medidas “riesgosas” y pidió “responsabilidad”. Claro, Macri no puede ahora evitar hacer al menos algo de lo que hasta ayer proponía Alberto, ya no administra un plan de ajuste y estabilización, si no uno de emergencia, y por ahora el plus de gasto es un riesgo menor que el riesgo de estallido social. Pero en cualquier momento su gobierno puede darse un golpe mortal en alguno de los escalones por los que va rebotando hacia abajo, ¿cómo saber cuándo aumentar el gasto se vuelve suicida? Imposible decirlo.

Y ese es el otro aspecto en que Macri y Alberto tienen inevitablemente que cooperar. El primero teme un estallido en el conurbano, aunque tiene allí aún la espalda protegida por Vidal. ¿Y AF? Con Kicillof en La Plata, ¿no recordará los desvelos de Menem mientras Antonio Cafiero ocupó ese casillero?, ¿un estallido social no será acaso una posibilidad que habrá de acompañarlo como espada de Damocles desde el primer día de su mandato? Imposible saber ahora cómo va a reaccionar ante ese peligro, pero cabe dudar de que lo haga apurándose a cumplir su promesa de quitarle los jueces de encima a Cristina. Pues tal vez su única posibilidad de sobrevida dependa de la disuasión nuclear, de tener un arma de destrucción masiva para compensar, y una estrategia de contención mutua con sus por ahora principales sostenes. Al menos hasta que el plan de estabilización dé algún resultado y él esté en serio en condiciones de convertirse en el nuevo jefe del peronismo. Por ahora ya adelantó en un reportaje a Clarín que entre los que no le preocupa que estén presos se cuenta Julio De Vido. Otro homenaje al gobierno de Macri, justo antes de sustituirlo.

Claro que si cuenta con apoyos firmes de sindicatos y gobernadores para la estabilización y su coronación como jefe peronista, AF tendría más margen frente a CFK y Kicillof, pero seguro esos socios también van a jugar a dos puntas, como siempre hacen en estas situaciones, y no le va a salir gratis su colaboración. Ninguno de ellos, igual que ningún legislador, tiene apuro por declararse “albertista”. Recién si de su mano todos ellos ganaran las legislativas de 2021 podría estar más o menos tranquilo en ese frente. E infinitos avatares nos separan de ese momento.

Este es finalmente el factor determinante de la crisis de gobernabilidad que está empezando, y del que depende cuánto va a durar, y hasta dónde va a llegar, ahora y después de diciembre: no importa solamente, ni tanto, la debilidad y carencia de credibilidad de Macri, como la incertidumbre sobre Alberto como administrador de un nuevo plan de estabilización y jefe del peronismo. La unidad de esta fuerza es precaria todavía, AF está recién dejando de ser un empleado y va convirtiéndose en líder, pero no va a completar ese proceso hasta que su gobierno logre al menos algunos resultados. Debe saber que ahora y sobre todo desde diciembre estará asediado por la desconfianza, externa, pero también y sobre todo interna. Si no está preocupado por lo que le espera y lo ganó la euforia y el voluntarismo, si piensa que tiene margen para jugar de taquito con Bolsonaro, Trump y el FMI, mientras sigue diciéndole a cada interlocutor local lo que quiere escuchar, su situación y la nuestra puede que sea pronto peor de lo que ya es.

Fuente: TN (Buenos Aires, Argentina)

Marcos Novaro
Marcos Novaro
Consejero Académico
Es licenciado en Sociología y doctor en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Actualmente es director del Programa de Historia Política del Instituto de Investigaciones Gino Germani de la UBA, del Archivo de Historia Oral de la misma universidad y del Centro de Investigaciones Políticas. Es profesor titular de la materia “Teoría Política Contemporánea” en la Carrera de Ciencia política y columnista de actualidad en TN. Ha publicado numerosos artículos en revistas especializadas nacionales y extranjeras. Entre sus libros más recientes se encuentran “Historia de la Argentina 1955/2010” (Editorial Siglo XXI, 2010) y "Dinero y poder, la difícil relación entre empresarios y políticos en Argentina" (Editorial Edhasa, Buenos Aires, 2019).
 
 
 

 
 
 
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