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Promoción de la Apertura Política en Cuba

03-04-2003

¿Por qué Cuba no fue la segunda noticia?

La guerra está funcionando como un muro informativo bloqueando que la mayoría de la humanidad se entere de que en Cuba se encarcelaron alrededor de un centenar de disidentes. Así lo había previsto Fidel, que lleva ya cinco décadas utilizando con provecho las rutinas informativas del periodismo internacional.
Por Fernando J. Ruiz

La guerra está funcionando como un muro informativo bloqueando que la mayoría de la humanidad se entere de que en Cuba se encarcelaron alrededor de un centenar de disidentes. Así lo había previsto Fidel, que lleva ya cinco décadas utilizando con provecho las rutinas informativas del periodismo internacional.
Casi en silencio, la dictadura cubana está realizando su intento más serio para revocar lo irrevocable, que es la creación de una sociedad civil democrática bajo el techo de una dictadura. Los reflejos de las dictaduras son comunes: Vietnam, Zimbabwe y Uzbekistan, también aprovecharon estas horas confusas para escalar su represión contra su sociedad civil.
Desde las visitas a la Sierra Maestra del enviado del The New York Times, Herbert Matthews, hasta las que ahora siguen realizado destacados periodistas mundiales, son pocos los que realmente terminan afectando seriamente la imagen del viejo dictador cubano. No es distinto a lo que ocurría con otros dictadores de distintas épocas que, frente a grandes periodistas del momento, ejercían una fuerte seducción. Incluyo en esto desde Adolf Hitler hasta a Augusto Pinochet.
Es difícil encontrar comparaciones internacionales con lo ocurrido a partir del 18 de marzo en Cuba. Según Regis Bourgeat, de Reporteros sin Fronteras, esto es comparable con lo que ocurrió en Eritrea en septiembre del 2001, cuando el gobierno decidió terminar con la prensa independiente y detuvo a los últimos doce periodistas libres que quedaban en ese país africano. Para la historia represiva cubana, los registros de la misma organización señalan que esta cantidad de periodistas supera los dieciocho detenidos que hubo entre el 26 de enero y el 2 de marzo de 1999.
La pregunta decisiva, en mi opinión, es: ¿Cómo una profesión que es tan esencialmente democrática como el periodismo puede ser tan funcional a una dictadura?
No pretendo dar respuesta definitiva, sino simplemente avanzar en una hipótesis. Para eso inicié desde el lunes 25 de marzo una consulta vía Internet a periodistas y activistas de derechos humanos en todo el mundo para intentar reflejar cómo y por qué la prensa internacional reaccionó como lo hizo.
Después de esas consultas, quería presentarles a ustedes los siguientes determinantes posibles. Quiero simplemente alentar una discusión profesional que creo necesaria.

1. Los corresponsales extranjeros y sus límites.

Los corresponsales basados en La Habana no son profesionales completamente libres, por lo que su labor no puede tener la misma categoría profesional que tiene en un país democrático. Existen limitaciones - algunas objetivas y otras difusas- que provocan autocensura. En general, los cables que comenzaron a emitirse desde el martes que empezaron los arrestos pueden haber sido tardíos, y no parecían expresar en su contenido la gravedad de lo que estaba ocurriendo. Me parece que los trabajos de los corresponsales extranjeros en la isla, tuvieron las siguientes características:

(a) El cable tenía generalmente una o dos fuentes de la disidencia que cumplían el rol de dar el número de detenidos hasta el momento, y no incluía mayores detalles sobre los operativos. La fuente de la disidencia posiblemente más utilizada por los corresponsales extranjeros fue la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional de Elizardo Sánchez, pues mantenía una lista de detenidos en los primeros días de confusión. También Vladimiro Roca y Oswaldo Payá fueron consultados varias veces en la primera semana. Páginas de internet como www.cubanet.org o www.nuevaprensa.org que también actualizan su información sobre los detenidos no parecen haber sido tenidas en cuenta por los corresponsales. Por motivos que desconozco, los corresponsales no reflejan en sus cables que se hayan comunicado con muchos disidentes para ver si estaban o no presos, o para pedirles una evaluación de la situación. Recién en la segunda semana el abanico de fuentes disidentes creció y surgieron las esposas de los disidentes, como Blanca Reyes, Gisela Delgado, o la periodista Claudia Márquez. En una visita a Cuba en febrero pasado varios periodistas independientes, tanto de La Habana como del interior, me dijeron que era muy pequeño el contacto que tenían con los corresponsales extranjeros. Da la impresión que ellos sólo mantienen relación con algunos de los más notorios opositores y nada más. Puede ser ese uno de los límites difusos de su labor profesional en la isla.

(b) Los cables sobre todo de la primera semana de los arrestos incluían varios párrafos glosando la perspectiva oficial, pero no había una aclaración posterior sobre la consistencia con la realidad que esa perspectiva oficial tenía. La profesionalidad periodística no termina con la difusión rigurosa de la perspectiva oficial, sino que incluye aclarar cuando una mentira es evidente. Este estándar profesional corresponde aplicarlo a todo tipo de fuente, incluidas las fuentes oficiales. Si no, volveríamos a retroceder al periodismo previo a la etapa del senador Joe McCarthy. Difundir al mundo que James Cason es el gran titiritero de la disidencia cubana, sin aclarar su grado de realidad, es ser cómplice de una mentira.

(c) El cable evita usar sustantivos que contribuirían a explicar la realidad cubana. La más notable de estas excepciones son las palabras “dictadura” o “dictador”.

(d) El cable agrega adjetivos que, en mi opinión, pueden confundir a los lectores. Al hablar de “la ilegal Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional” Reuters no miente, pero para muchos lectores eso puede llevar a pensar a lectores desprevenidos que esa comisión está envuelta en actividades turbias. Ante mi consulta, un veterano corresponsal europeo que vivió en Cuba dijo: “ya es tiempo que cesen de hablar de organizaciones opositoras o de agencias de prensa ‘ilegales, pero toleradas’. Es un cliché que nunca tuvo sentido y aún menos ahora cuando entre setenta y ochenta opositores, militantes pacíficos de la sociedad civil y periodistas fueron encarcelados”. Estos días Reuters y AFP continuaron usando expresiones parecidas.

(e) Algunos cables contribuyen al silencio que la dictadura quiere mantener sobre su represión. El pasado lunes 24 de marzo, Castro dio un discurso en el IV Pleno Ampliado del Comité Nacional de la Unión de Periodistas de Cuba, y habló largamente sobre internet, pero nada mencionó sobre los casi treinta periodistas presos. Incluso nada dijo sobre los arrestos que en ese mismo día se estaban realizando, como el del periodista independiente Normando Hernández. Con un criterio profesional, la noticia seguramente hubiese sido que en una reunión con periodistas oficiales, el gobernante nada dijo sobre los periodistas detenidos. Pero en el cable de Associated Press nada se dijo sobre eso y se limitó a glosar el discurso de Castro. Para peor, hubo diarios –el caso de Clarín de Buenos Aires- que publicó las opiniones del dictador cubano sobre internet y la guerra sin mencionar nada sobre la represión a la nueva prensa cubana.

(f) La rutina de los corresponsales de las agencias se concentró en consultar los números finales de los detenidos y obtener repercusiones y análisis de altos dirigentes de la oposición. No hubo mayores análisis propios, ni intentos de investigar en fuentes oficiales para dar explicaciones sobre lo que está ocurriendo.

(g) La CNN es una cadena especialmente requerida por la cobertura de la guerra. En su redacción de Atlanta existió desde el primer momento un gran interés por lo que ocurría en Cuba, y hubo varios emails internos sobre el asunto, pero Iraq consumió finalmente todo el esfuerzo periodístico. Hubo apariciones de Lucía Newman en la pantalla, quién entrevistó a disidentes, pero no llegó a constituirse en absoluto en el “segundo tema”. Hace poco un estudio sobre los cinco años que lleva la CNN en la isla fue muy crítico y denominó a la cadena “Un megáfono para la dictadura” (www.mediaresearch.org). Recién cuando la guerra de Iraq termine se podrá apreciar mejor cuáles son las reales posibilidades informativas de la sede cubana de la CNN.

2. La lógica de acción de las secciones internacionales de muchos diarios.

Los principales diarios de referencia mundial hablaron de Cuba. Más allá de El Nuevo Herald publicando una poco usual editorial en su portada, tanto The New York Times, Le Monde, Le Figaro, Liberation como El País de Madrid y La Vanguardia de Barcelona dieron la noticia. El San Antonio Express-News publicó una editorial de su director, también un amigo del periodismo libre cubano. En ese diario la periodista independiente Claudia Márquez había escrito su primera columna, el pasado 9 de marzo. Un disidente me dijo que un diario inglés -que no identificó- publicó la lista completa de arrestados, algo que no vi, ni nadie reportó de algún otro país. El principal diario sueco, el Dagens Nyheter, publicó una nota de Erik Jennische, y también publicó una editorial el diario liberal Expressen. La Nación de Buenos Aires publicó una nota de Manuel David Orrio (“Cuando el miedo devora el alma”), y Los Andes de Mendoza (Argentina) publicó artículos de Claudia Márquez Linares (“Aires de Oriente”) y de Ana Leonor Díaz (“Los rehenes de la guerra”). También La Nación de Buenos Aires, diario del que fue corresponsal en Estados Unidos, José Martí, publicó una editorial condenatoria. El factor ideológico no fue definitivo para la cobertura, por lo menos en Argentina: hubo diarios que desde una perspectiva de izquierda (como Página 12) cubrieron los acontecimientos en Cuba mejor que otros diarios con perspectiva ideológica más derechista, o menos definida. La prensa centroamericana parece haber estado especialmente alerta, sobre todo El Diario de Hoy (El Salvador), Prensa Libre (Guatemala) y La Prensa (Panamá).
Sin embargo, estos importantes diarios no dieron mayor espacio. Existe una delegación muy grande en las agencias internacionales por parte de muchos diarios importantes para elegir sus noticias principales. Y, para el caso cubano, por las razones expuestas en el punto anterior los cables que provienen desde Cuba suelen tener un voltaje menor a lo que realmente ocurre, y eso impide muchas veces que la noticiabilidad del asunto cubano sea la adecuada. Esa descripción más veraz de la realidad cubana que no puede hacer el corresponsal basado en la isla -pues puede perder su residencia- tampoco es incorporada por otros periodistas de la misma agencia fuera de Cuba. Entonces el mundo se entera en gran medida de lo que pasa en la isla directamente por profesionales que no pueden escribir todo lo que saben, ni ponerlo en las palabras justas. Y eso es posible que contribuya a moderar la difusión internacional de los abusos del régimen.
Otra práctica corriente de muchos diarios del mundo fue que al publicar cables sobre la situación cubana, la perspectiva oficial que aparecía entrecomillada en los textos originales de las agencias, en los diarios perdían las comillas, y entonces parecían afirmaciones realizadas por el periodista de la agencia que firmaba la nota dándole mayor veracidad. Así se puede ver en textos de AP publicados en los diarios, que fueron enviados por Anita Snow o Andrea Rodríguez, donde ellas parecen estar afirmando frases, justificatorias de las detenciones, que fue la nota oficial la que las afirmó.
El músculo informativo de lo que Elizardo Sánchez llamó la “conciencia universal” no parece haber estado a la altura de las circunstancias. Desde la isla, un disidente me dijo que era “la segunda noticia del mundo”. Tengo la impresión de que no fue así, al menos hasta ahora. La sociedad civil mundial aún no tomó conciencia de lo que está pasando en Cuba. Mientras se vienen los juicios “sumarísimos” en la isla, las búsquedas de internet en Google fueron, esta última semana, en orden, cnn, iraq, al jazeera, bbc, saddam hussein, oscars, michael moore, uefa, ricin, adrie brody (www.google.com/press/zeitgeist.html). Ninguna de estas búsquedas está relacionada con el castigo que la dictadura infringió a su emergente sociedad civil democrática.
No fueron la segunda noticia, aunque lo hubieran merecido. A mí me resulta evidente que el mejor periodismo de la isla es el que realizan los periodistas cubanos independientes, mejor aún que los corresponsales de los grandes medios internacionales. Por una sola razón: no tienen mucha tecnología más allá de un lápiz y algún teléfono, pero escriben con libertad.

Fernando Ruiz es Profesor de “Periodismo y Democracia” en la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral www.austral.edu.ar (Argentina) y colaborador de CADAL
Fernando.Ruiz@fci.austral.edu.ar

Fernando J. Ruiz
Fernando J. Ruiz
Consejero Académico
Estudió Ciencias Políticas y realizó un doctorado en Comunicación. Como periodista e investigador recorrió y dio cursos y conferencias en la casi totalidad de los países de América Latina. Fue socio fundador y presidente del Foro de Periodismo Argentino 2019-2021. Fue jurado del premio Colpin (Conferencia Latinoamericana de Periodismo de Investigación). Fue consultor de Voces del Sur, la organización que agrupa a las principales entidades de periodistas de la región. Es profesor e investigador de tiempo completo de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Es miembro de la Academia Nacional de Periodismo. Es autor de los siguientes libros: Las palabras son acciones. Historia política y profesional del diario La Opinión de Jacobo Timerman, 1971-1977 (Perfil, 2001); Otra grieta en la pared: informe y testimonios de la nueva prensa cubana (La Crujía, 2003); El señor de los mercados: historia de Ámbito Financiero, 1976-2001 (El Ateneo, 2005); Guerras Mediáticas. Las grandes batallas periodísticas desde la Revolución de Mayo hasta la actualidad (Sudamericana, 2014); Cazadores de noticias. Doscientos años en la vida cotidiana de los periodistas (Ariel, 2018); e Imágenes paganas: periodismo, democracia y pandemia en Argentina y América Latina (Cadal/Adenauer, 2021).
 
 
 

 
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