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Monitoreo de la gobernabilidad democrática

12-01-2023

Rechazos ambiguos sobre la violencia política en Brasil

Censurar las consecuencias, pero incentivar las causas. He aquí la hipocresía que ofrecen algunos dirigentes políticos latinoamericanos ante la asonada perpetrada por vándalos ultraderechistas, seguidores del expresidente Jair Bolsonaro, contra la institucionalidad brasileña ocurrida durante unas temibles horas del pasado domingo 8 de enero, felizmente reducida a eso: una asonada antidemocrática y progolpista, solucionada por las fuerzas del orden.
Por Hugo Machín Fajardo
Foto: Instagram @Nicolasmaduro

Bolsonaro, como es sabido, se ausentó de Brasil previo a la asunción de Luiz Inacio Lula da Silva solamente para no entregarle la banda presidencial, como es de estilo en un régimen republicano. Con esa actitud antidemocrática, el ex capitán del ejército dio el empuje final a miles de sus seguidores más fanáticos, quienes, en desconocimiento del veredicto de las urnas, desde hace dos meses golpeaban las puertas de los cuarteles llamando al golpe militar que impidiera el legítimo ejercicio presidencial de Lula. Un patético remake del golpe contra João Goulart en 1964, que instauró una dictadura en ese país durante 21 años.

Luego del ataque del domingo a la Plaza de los Tres Poderes en Brasilia, a las sedes de la presidencia, del Congreso y del Supremo Tribunal Federal (STF), Bolsonaro intentó tomar distancia de la tempestad que había incubado. Es evidente que el expresidente brasileño no reflexiona sobre la responsabilidad y la exigencia de mesura que le cabe a todo dirigente político. Casi cinco años antes, él mismo fue víctima de esas campañas de odio generadas, en aquel momento, por sectores de militantes de la izquierda de Brasil: Bispo de Oliveiro, integrante del Partido Socialista entre 2007 y 2014, defensor en Facebook de Nicolás Maduro, fue quien en agosto de 2018 dio una cuchillada casi mortal a Bolsonaro. Luego de ser investigado por la justicia Federal de Minas Gerais se determinó que el agresor sufría un «Trastorno Delirante Persistente». Bolsonaro ejerció la presidencia con un estilo fuertemente confrontativo, excluyente, retroalimentador de odios y de falsas noticias.

El domingo del bochorno para la democracia regional, como era de esperar, Lula cuestionó con dureza ante la asonada de los miles de seguidores de Bolsonaro, pero para la mitad de la ciudadanía brasileña su credibilidad es mínima, pues en 2013, previo a las elecciones en Venezuela, el actual presidente de Brasil exhortaba a los venezolanos a votar por el heredero de Hugo Chávez: con Maduro en el poder habría «una América Latina más democrática y solidaria (con) Maduro presidente, es la Venezuela que Chávez quería», pronosticaba Lula, por entonces ex presidente.

La represión desatada por Maduro en 2017 contra la protesta ciudadana por la falta de libertades en Venezuela dejó un saldo de 300 muertos. El dictador de Miraflores hoy es el único presidente latinoamericano investigado por el fiscal de la Corte Penal Internacional (CPI) de La Haya, Karim Khan, por delitos de lesa humanidad. Desde hace casi tres años Maduro enfrenta acusaciones de estar presuntamente vinculado a los carteles de droga, como el de «los soles», así llamado por estar integrado por militares venezolanos adueñados del poder. La recompensa ofrecida desde la justicia estadounidense por la captura del dictador es de 15 millones de dólares. El temor a ser detenido fue el motivo de su ausencia el 1° de enero en la asunción de Lula. Sin embargo, Maduro es uno de los que también «condenó todo acto de violencia política” y en su mensaje a raíz de la asonada en Brasilia, dice confiar en «la convicción democrática del pueblo brasileño»

Desde Argentina el presidente Alberto Fernández, cuya condición de peronista no obra como credencial democrática, también cuestiono con firmeza «el asalto a las instituciones democráticas del Brasil». Sin embargo, desde el 5 de diciembre ha desatado una ofensiva contra el Poder Judicial de la República Argentina tan o más peligrosa que los ataques ultramontanos que asolaron el centro de Brasilia. Comenzó el 5 de diciembre del 2022 con un reclamo de investigación a otro poder del Estado. Reclamo basado en espionaje ilegal. El 23 de diciembre decidió no acatar un fallo judicial de la Corte Suprema. Días después, también con base a datos proporcionados por espías, impulsa un juicio político contra la Corte Suprema. Fernández parece no escuchar el reclamo de la Unión Iberoamericana de Jueces, ni de la Federación Latinoamericana de Magistrados (FLAM), —ambas conjuntan magistrados de 18 y 19 países de la región, respectivamente— de respetar «la división de poderes y la independencia del Poder Judicial» y la constatación de una «creciente inseguridad jurídica» en el país austral.

Lo del dictador designado Miguel Díaz Canel condenando «enérgicamente los actos violentos y antidemocráticos» en Brasil, es una burla: la democracia es desconocida para seis generaciones de cubanos y la violencia ejercida en todos los planos de la sociedad de la isla caribeña exime de comentarios.

Censurar las consecuencias, pero incentivar las causas contra la convivencia democrática es práctica de los mencionados no solo en sus países respectivos. Fernández fue quien le abrió «la puerta de Latinoamérica» a Putin días antes de que el sociópata de Moscú iniciara su agresión contra su vecino Ucrania. En 2022, Bolsonaro realizó una visita oficial el Kremlin cuando ya era evidente que Rusia concretaría sus amenazas bélicas. Lula nunca censuró formalmente la agresión rusa contra Kiev, ni como candidato, ni como presidente en ejercicio. Y Bolsonaro y Fernández, además de México, no figuraron entre los 24 americanos que firmaron una declaración de condena de los ataques rusos a Ucrania, emitida en la reunión anual de la Asamblea General de la Organización de los Estados Americanos (OEA) en Lima, en octubre 2022.

Tales ambigüedades en las defensa o miradas hacia el costado, cuando no complicidades, sobre la democracia o sus adversarios, sujetas a intereses ajenos a la democracia que dicen respetar, aumentan el descrédito creciente y sostenido de la clase política latinoamericana. Agréguese el factor determinante que constituye la pobreza con que cerró el 2022 en Latinoamérica y el Caribe: 201 millones de personas (32,1% de la población total de la región) viven en situación de pobreza, de los que 82 millones (13,1%) se encuentran en pobreza extrema. Súmese que la desinformación florecerá y herramientas de comunicación masiva como la IA (inteligencia artificial) también pueden ser «un potencial para manipular a la población»  —según último informe de la consultora Eurasia Group—  y se tiene el combo perfecto para el aventurerismo político; el agite social con motivos reales, pero con conducciones que persiguen fines espurios —hoy ya llevan 21 muertos en Perú luego del autogolpe de Pedro Castillo—; el «que se vayan todos», el hastío con democracias que no quieren resolver esa deuda eterna latinoamericana: un nuevo e impostergable pacto social. Un regalo para los autócratas cuyo objetivo es debilitar la democracia o inventar una democracia «distinta» como ya se ha propuesto.

Hugo Machín Fajardo
Hugo Machín Fajardo
Redactor Especial del Portal Análisis Latino
Periodista desde 1969, una forzada interrupción entre 1973 -1985, no le impidió ejercer el periodismo clandestino. Secuestrado en 1981 por la dictadura uruguaya, permaneció desaparecido y torturado hasta 1982, en que fue recluido en el Penal de Libertad hasta 1985. Ex -docente de periodismo en Universidad ORT, de Montevideo. Ex vicepresidente de la Asociación de la Prensa Uruguaya (APU). Jurado del Premio Periodismo para la Tolerancia, 2004, de la Federación Internacional de Periodistas (FIP) /Unión Europea. Coordinó "Periodismo e Infancia-2005". Integró diversas redacciones periodísticas de medios y agencias de noticias en Montevideo, Uruguay. Actualmente se desempeña como free -lance.
 
 
 

 
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