Derechos Humanos y
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Promoción de la Apertura Política en Cuba

15-06-2010

Honor merecido

El uso desproporcionado de la fuerza contra un grupo de mujeres que portan flores durante sus jornadas de protesta y callan ante la andanada de insultos y empujones, ha tenido para el régimen un alto costo político. En la medida que decrece el prestigio del gobierno de partido único a partir de su intransigencia, el ejemplo de las Damas de Blanco se traduce en mayores reconocimientos internos y externos.
Por Jorge Olivera Castillo

Es inobjetable que las Damas de Blanco constituyen hoy un factor cardinal dentro de la lucha cívica a favor del respeto a los derechos humanos en Cuba.

Haber soportado con tal estoicismo los más severos ataques de las fuerzas represivas desde el comienzo de sus actividades, en abril del 2003, es suficiente para calibrar su entereza moral y la integridad de sus convicciones.

Nada ha podido detener su decisión a marchar por las calles exigiendo la libertad de sus familiares presos. Amenazas de ser llevadas a la cárcel, brutales asedios de las turbas parapoliciales, pretensiones de minar la cohesión interna a través de la provocación y el chantaje. Todos los ardides usados en su contra han terminado en el fracaso.

El uso desproporcionado de la fuerza contra un grupo de mujeres que portan flores durante sus jornadas de protesta y callan ante la andanada de insultos y empujones, ha tenido para el régimen un alto costo político. En la medida que decrece el prestigio del gobierno de partido único a partir de su intransigencia, el ejemplo de las Damas de Blanco se traduce en mayores reconocimientos internos y externos.

Recientemente, el Patronato de la Fundación Miguel Ángel Blanco, con sede en España, les concedió  el décimo tercer “Premio Miguel Ángel Blanco a la  Convivencia 2010”, a partir la labor pacifica que realizan en busca de la libertad de los presos de conciencia.

En la larga historia de la lucha contra el totalitarismo nunca se había podido tomar las calles, de forma permanente, como plataforma para exigir los derechos fundamentales del pueblo cubano. No obstante, las Damas de Blanco, han logrado romper con una advertencia todavía repetida por los medios de comunicación oficiales.

Es obvio que la calle ya no es “solo para los revolucionarios”. Como es conocido, este vocablo es usado para calificar como tales a las personas proclives a acatar, a ciegas o en apariencias, los preceptos ideológicos del poder. Desde hace más de 7 años, decenas de mujeres arropadas con el color de la paz y la pureza, han dejado claro que no van acatar esa orden, sean cuales sean las consecuencias.

Un análisis objetivo de esa frase serviría para darle un mejor sentido al término revolucionario. En este caso las Damas de Blanco con su actitud, develan su esencia transformadora frente al poder reaccionario de una claque de dirigentes corruptos y anquilosados entre las estructuras de una ideología probadamente inútil. ¿De qué lado entonces quedan los verdaderos pilares del progreso, la justicia y la evolución hacia formas más sensatas en el camino al desarrollo integral del ser humano?

Bien merecido el reciente galardón y otros que, sin dudas, vendrán a consolidar la legitimidad de un proyecto surgido de la impenetrable combinación del dolor ante la injusticia y el amor por sus seres queridos llevados a prisión por causas penales solo posibles dentro de los limites de una dictadura.

Las Damas de Blanco con su perseverancia y su coraje, han puesto al desnudo las abyecciones de un gobierno que hace tiempo perdió la brújula de la decencia y el sentido común.

Ellas han ganado un puesto en la historia de Cuba. Combatir el odio en estado puro con una flor en la mano, es algo para no olvidar nunca.

 

Jorge Olivera Castillo
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