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16-06-2014

La moderación K llegó tarde y la Corte la ignoró

(TN) ¿Qué opciones le quedan ahora al gobierno de Cristina? Para empezar, puede apelar y seguir ganando tiempo. La segunda opción sería profundizar el curso de moderación. Le quedaría todavía un tercer camino: pintarse la cara y llamar a la guerra.
Por Marcos Novaro

(TN) Los esfuerzos hechos por el Gobierno argentino en los últimos tiempos por emprolijar un poco las cosas ante los organismos financieros internacionales y la Casa Blanca (los pagos a Repsol y al CIADI, el acuerdo con el Club de París, la moderación del camelo estadístico, etc.) sirvieron de poco y nada para seducir a los jueces de la Corte Suprema norteamericana.

Hay varias razones para que haya sido así: al apostar todos los cañones a que el gobierno de Barack Obama presionara al tribunal se ignoró el sencillo hecho de que la división de poderes en algunos otros países realmente existe y se respeta; además, los cambios fueron parciales y apenas una lavada de cara en aspectos esenciales, y estuvieron acompañados de las mismas actitudes que le han granjeado al gobierno argentino indelebles credenciales de falta de seriedad y credibilidad.

Por ejemplo la negativa a negociar con los demandantes y con el FMI y la constante descalificación de los mismos, como si Argentina fuera una víctima inerme frente a poderes abusivos y no el abusador que debe reconsiderar su actitud y reparar el daño que ha hecho; y por sobre todas las cosas el Gobierno nacional fracasó en el intento de convencer a los jueces norteamericanos de que la suerte de su caso será determinante para otras reestructuraciones de deudas soberanas, que si fruto del fallo Griesa el país fuera obligado a pagar a los holdouts, o cayera de nuevo en default, se estaría premiando a los que especularon y se negaron a aceptar los canjes de deuda y perjudicando a los acreedores colaborativos que sí los aceptaron, seguramente porque antes de argumentar de este modo nuestro gobierno dedicó muchos años a convertir al país en un defraudador serial, una mala excepción que nadie debería querer imitar en el futuro so pena de recibir un castigo aleccionador.

¿Qué opciones le quedan ahora al gobierno de Cristina? Para empezar, puede apelar y seguir ganando tiempo: podría hacer así el pago de fin de mes de los bonos renegociados y, mientras tanto, ir abriendo la negociación con los demandantes. Si esta renegociación es forzada por los jueces, podría decir que no está violando su compromiso a los bonistas del canje.

Habrá que ver si tiene todavía margen para estirar las cosas sin padecer más graves convulsiones cambiarias y financieras. Y mientras tanto deberá elegir entre tres caminos alternativos.

Uno, el más probable, es profundizar la línea que viene recorriendo y que consiste en esencia en mantener un discurso público contra los mercados financieros mientras se endeuda en las muy desventajosas condiciones que ellos le imponen, para zafar de un ajuste peor al que ya aplica de acá a diciembre de 2015.

No es cierto que nuestro Gobierno no pueda pagar el juicio de los holdouts, sucede simplemente que, para hacerlo y afrontar a la vez sus demás compromisos, dado que nadie le quiere prestar a baja tasa y plazos largos, deberá aceptar las peores condiciones imaginables.

Algo que muchos le criticarán, sobre todo los que quieren reemplazarlo y se encontrarán con pagarés difíciles de cumplir en caso de llegar a la Rosada, pero que para los kirchneristas, aunque incómodo, podría servir para ratificar todavía lo que siempre han dicho: que los mercados financieros están manejados por una banda de malditos que quieren lo peor para nuestro país.

La segunda opción sería profundizar el curso de moderación, pasando de un ajuste a medias y trucho a uno programado y en serio, y aceptando la mano tendida que desde hace ya tiempo viene ofreciéndole el Fondo Monetario Internacional. Lagarde seguramente estará complacida de ayudar.

Pero para el ethos kirchnerista aceptar su oferta equivaldría a poner los últimos clavos a su ataúd: implicaría rendir las últimas banderas que siguen ondeando los más fieles militantes, que no se negocia con el Fondo ni se hace buena letra “ante los poderosos”, altamente valoradas por la Presidenta aunque sean pura apariencia, o precisamente porque lo son, y garantizan el único refugio que ella logra imaginar, la fe de los fanáticos, ahora que todo lo demás se desmorona a su alrededor.

Si en la negociación con el Club de París se hubiera dado algún paso en esta dirección, no sólo se hubiera conseguido tal vez alguna quita a los punitorios, sino que se hubiera dejado la puerta abierta para seguir ahora más fácilmente este camino. Pero Kicillof no creyó necesitar un plan B así que quemó las naves. Todavía Cristina podría volver sobre sus pasos si cambiara de ministro, pero es más que improbable que lo vaya a hacer.

Le quedaría todavía un tercer camino: pintarse la cara y llamar a la guerra, reflotando la épica de la 125, de la Ley de Medios y de la democratización de la Justicia. Argentina entonces entraría de nuevo en un default general, y el kirchnerismo entregaría el país no como lo recibió de Duhalde, sino más parecido a como éste lo recibiera de Rodríguez Saá.  

Años atrás hubiera sido lo esperable. Pero ahora que Cristina ya hace tiempo viene pagando los costos de mostrarse moderada y le resultaría muy difícil volver sobre sus pasos: sumaría a esos costos que ya abonó, los de una recesión mayor en medio de una competencia política cada vez más complicada. Así que aunque juegue con la retórica de la amenaza y la ilusión, deberá asumir que para ella los tiempos de la rebeldía se han acabado. Afortunadamente para el país, claro.

El daño que él puede esperar de ella quedará así en gran medida acotado a un breve y disimulado festival de bonos y un espectáculo adolescente.

Fuente: TN (Buenos Aires, Argentina)

Marcos Novaro
Marcos Novaro
Consejero Académico
Es licenciado en Sociología y doctor en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Actualmente es director del Programa de Historia Política del Instituto de Investigaciones Gino Germani de la UBA, del Archivo de Historia Oral de la misma universidad y del Centro de Investigaciones Políticas. Es profesor titular de la materia “Teoría Política Contemporánea” en la Carrera de Ciencia política y columnista de actualidad en TN. Ha publicado numerosos artículos en revistas especializadas nacionales y extranjeras. Entre sus libros más recientes se encuentran “Historia de la Argentina 1955/2010” (Editorial Siglo XXI, 2010) y "Dinero y poder, la difícil relación entre empresarios y políticos en Argentina" (Editorial Edhasa, Buenos Aires, 2019).
 
 
 

 
 
 
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