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21-10-2014

Scioli apuesta todo, entre el miedo y la ilusión

(TN) Scioli necesita, tanto o más que Cristina, polarizar la competencia entre peronismo y antiperonismo, y entre el populismo distributivo y la reacción neoliberal, lo que le permitiría antagonizar con Macri y devaluar al resto de los protagonistas, en particular a Massa. Es él más que Cristina, además, el que necesita que se agite en el peronismo el temor a perder el control del estado nacional.
Por Marcos Novaro

(TN) "Nunca estuvo tan cerca como hoy de lograr su meta, convertirse en candidato presidencial del oficialismo. Y nunca como ahora el gobernador bonaerense se asoma al abismo del poder: avanza trastabillando por el filo de la navaja, entre quedarse con el premio mayor o perderlo todo.

Scioli da por descontado, no sin buenas razones, que vistas las dificultades económicas que enfrenta el gobierno nacional, con pocas chances de revertirse aun cuando consiga el financiamiento externo que anda buscando (pero que le alcanzaría como mucho para que la situación no siga empeorando), los casos judiciales que cada día golpean más cerca del palacio, y tienen acorralados ya a Lázaro Báez, a Boudou, De Vido, Giorgi y a unos cuantos otros funcionarios y amigos del entorno presidencial, y la irrelevancia del resto de los aspirantes oficiales a la sucesión, al kirchnerismo no le queda más opción que acordar con él.

Por otro lado, asume que el contexto de “estamos mal pero pronto podríamos estar mucho peor” es el ideal para alentar un voto a la vez conservador y populista, es decir, recrear una mayoría peronista inclinada más a la continuidad que al cambio, que él está en inmejorables condiciones para representar. Por lo que sus únicos desafíos reales serán de aquí en más evitar un colapso económico que convierta el conservadurismo defensivo en hartazgo, llevando a la formación de un consenso de fuga, y que Massa sea quien entre con él al ballotage. Lo demás no importa.

Entre lo mucho que no le importa se puede contabilizar lo que CFK avance durante el resto de su mandato en dirección a profundizar el populismo del gasto público, el intervencionismo discrecional y policíaco sobre la economía privada para tapar desequilibrios ya escandalosos, la guerra contra los medios independientes y los conflictos con las democracias desarrolladas del planeta. O bien porque estima que nada de eso interesa demasiado al gran público, atento como nunca antes en estos diez años a lidiar con su cada vez más complicada cotidianeidad económica, o bien porque cree que los votantes moderados que no simpatizan con esas decisiones no se las van a reprochar a él y nada impedirá que él los seduzca, una vez que haya sido coronado candidato oficial, tomando distancia de las mismas.

El manejo de los tiempos y de las expectativas y temores ciudadanos es, como se ve, bastante delicado. Y lo es sobre todo porque los planes del bonaerense puede que cuajen en la dirigencia de su partido, pero en principio no cuajan demasiado en los votantes, y la continuidad de la crisis hace pensar que cuajarán cada vez menos a medida que nos acerquemos a la elección.

Scioli necesita, tanto o más que Cristina, polarizar la competencia entre peronismo y antiperonismo, y entre el populismo distributivo y la reacción neoliberal, lo que le permitiría antagonizar con Macri y devaluar al resto de los protagonistas, en particular a Massa. Es él más que Cristina, además, el que necesita que se agite en el peronismo el temor a perder el control del estado nacional, para desalentar los puentes que hoy comunican al peronismo con el FR, fluidos en casi todo el país. Y también necesita que la oferta electoral permanezca lo más fragmentada posible, para asegurarse de que el oficialismo siga siendo la primera minoría y ser el que entre primero al ballotage, o mejor todavía, evitarlo. Pero cada una de estas necesidades encuentra serios obstáculos para satisfacerse.

La competencia presidencial está ya evolucionando de un juego entre cuatro o cinco a uno más cerrado y sólo entre tres. Y nada impediría que de aquí a las PASO se vuelva uno entre dos, con las demás partes haciendo las veces de actores de reparto. El declive de FAU es, en este sentido, una mala noticia para Scioli, una buena para Macri, pero sobre todo una muy buena para Massa. Sus acuerdos con líderes radicales provinciales con chances de ganar gobernaciones suponen un doble beneficio para él: quitan sustento local a la futura fórmula nacional del FAU y potencian la imagen del FR como pieza clave para crear nuevas mayorías, transversales a los partidos tradicionales. Con lo cual Massa se puede atraer votos no peronistas sin necesariamente espantar a los peronistas, ni del llano ni de las dirigencias: estas saben que si él llega a la Presidencia tendrán un lugar en su gobierno, con tal de no haberlo enfrentado demasiado duramente.

Con ello se relativiza la oposición entre peronismo y no peronismo y al mismo tiempo se le pone un freno a la expansión territorial de Macri. Quien en parte por un exceso de confianza en las tesis del alternativismo (la pretensión de construir una “nueva política” superadora tanto del PJ como del radicalismo, un ethos que el PRO desempolvó inoportunamente del arcón de legados envenenados del frepasismo), en parte por una lógica necesidad de hacerse de bases propias en las provincias periféricas (que Massa puede descontar tendrá, aunque apueste contra los peronismos gobernantes en esos distritos) aparece ahora devaluado como figura en ascenso y única opción a la mano de los no peronistas. De allí que sea hoy más probable que meses atrás que Cobos se incline finalmente por competir por la gobernación mendocina y deje en manos de Sanz los desafíos nacionales. Y es bastante menos probable que antes que eso beneficie a Macri, y por tanto indirectamente a Scioli, porque al contrario de buscar un acuerdo general con el PRO, el jefe de la UCR aparece ahora decidido a construir todos los acuerdos locales que pueda y con quien sea, y a usar después las energías que le hayan quedado para tratar de hacer un papel decoroso en las presidenciales de la mano de Binner.

Pero donde las necesidades de Scioli más claramente están a contramano de las tendencias dominantes es en la opinión pública. El temor a un futuro que aparece como incierto y complejo, temor que el ex motonauta busca capitalizar alimentando la idea de que es quien ofrece continuidad y seguridad, mientras los demás promueven una crisis que “les de la razón”, no es en verdad un rechazo al cambio sino al mal gobierno, a la falta de liderazgo de recambio ante el ocaso de Cristina, sea por desilusión con ella o por la simple resignación ante su partida. Es cierto que por ahora no está claro cuánto cambio y cuánta continuidad preferirá la mayoría; pero lo que sí es claro es que los electores están a la espera de que surja alguien capaz de reemplazar a Cristina y sea alguien capaz de valerse por sí mismo. El duelo será en gran medida, entonces, un asunto personal, y de los tres que tienen más chance, Scioli es no sólo el más comprometido con un pasado complicado sino también el que más tiempo ha ocupado un rol de acompañante, segundón, figura tal vez adecuada como complemento y hasta contrapeso de los jefes, pero no capaz de ejercer ella misma de tal. Encima, en su esfuerzo por hacerse de la candidatura oficialista y fidelizar el supuesto núcleo duro de apoyos que aún conserva Cristina (al que Scioli sobreestima, igual que ella y el resto del oficialismo) refuerza este rasgo y pierde aún más terreno allí donde se definirá la competencia. Algo de esto puede que haya advertido y sea la razón por la cual reemplazó sus anteriores declaraciones diferenciadoras frente al kirchnerismo por otras francamente descalificadoras con sus adversarios, como la acusación de que deseaban que el país se fuera al diablo. Habrá que ver si, una vez en el ring, no se le empieza a pegar a la ropa demasiado de ese barro que por tanto tiempo se hizo experto en esquivar".

Fuente: TN (Buenos Aires, Argentina)

Marcos Novaro
Marcos Novaro
Consejero Académico
Es licenciado en Sociología y doctor en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Actualmente es director del Programa de Historia Política del Instituto de Investigaciones Gino Germani de la UBA, del Archivo de Historia Oral de la misma universidad y del Centro de Investigaciones Políticas. Es profesor titular de la materia “Teoría Política Contemporánea” en la Carrera de Ciencia política y columnista de actualidad en TN. Ha publicado numerosos artículos en revistas especializadas nacionales y extranjeras. Entre sus libros más recientes se encuentran “Historia de la Argentina 1955/2010” (Editorial Siglo XXI, 2010) y "Dinero y poder, la difícil relación entre empresarios y políticos en Argentina" (Editorial Edhasa, Buenos Aires, 2019).
 
 
 

 
 
 
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