Derechos Humanos y
Solidaridad Democrática Internacional

Artículos

25-03-2015

«Cenicienta Scioli», ¿tendrá carroza o calabaza?

(TN) Scioli ha deseado tanto este momento que le conviene recordar que los dioses suelen atender los ruegos de quienes quieren perder. Como van las cosas es probable que el día que consiga su candidatura sea al mismo tiempo el merecido premio por toda su esforzada carrera y el punto final de la misma.
Por Marcos Novaro

(TN) La campaña presidencial se acelera, y como le sucede a la larga hasta al mejor de los tiempistas, llega el momento en que Scioli se va quedando sin tiempo, ya no puede estirar las cosas: deberá demostrar bien pronto y de una buena vez si es efectivamente todo lo hábil y calculador que pretende o algo de cierto había en las extendidas sospechas sobre sus limitaciones como líder político.

Le pasa además algo que suele afectar a muchos tiempistas: que como han desarrollado tanto el arte de esperar no sólo no están en condiciones de construirse a sí mismos la oportunidad que necesitan, sino que en ocasiones ni siquiera logran reconocer la forma y ocasión en que se les presenta la que los demás pueden ofrecerles. Justo cuando llega el momento que por años estuvo esperando para apostarlo todo, para taparle definitivamente la boca a los que lo han despreciado todo este tiempo, mostrar que lo suyo era paciencia y prudencia y no falta de garra, la lancha no arranca, o el timonel se distrae mirando para otro lado, y todo se va al tacho de un día para el otro.

El problema, claro, está lejos de reducirse a una cuestión de carácter. El gobernador bonaerense decidió hace tiempo que primero tiene que sortear las resistencias del kirchnerismo duro, para evitar que cualquier otro aspirante pueda crecer sobre el voto oficial más fiel, y asegurarse así la candidatura del FPV, y recién después preocuparse por la competencia por los votos moderados, dubitativos o independientes con Macri y Massa.

Pero sucede que, al diluir su diferenciación y tratar de mimetizarse con el kirchnerismo, parece estar logrando el efecto contrario al esperado, y por una doble razón: deja de ser útil para Cristina y los suyos, por perder al menos parte de esa capacidad hasta aquí tan propia suya de atraer votos y simpatías que a aquellos por sí mismos les resultó siempre difícil conquistar, sin llegar a ser para los K más confiable que antes. Dicho más simplemente: paga un costo doble para no conseguir nada, porque los votantes móviles que le permitían cotizarse en el campo oficialista le creen cuando jura lealtad a Cristina y derrocha continuismo, y se alejan de él, mientras que los jefes oficialistas siguen sin creerle y pueden dejar de considerar siquiera un mal necesario su compañía.

En parte estos problemas se originan en un desajuste temporal. A lo largo del año pasado Scioli fue fortaleciendo su opción por la segmentación de sus apuestas electorales: mimetización oficialista hasta la inscripción de las listas en junio próximo, tal vez algo menos durante la campaña para las PASO de agosto, aunque sin renunciar a buscar la conciliación y el acuerdo con Cristina, para volver a diferenciarse recién sorteada esa instancia. Dos tendencias gravitantes hasta enero lo alentaron a atarse a este programa: la economía se estabilizaba aun cuando seguía asediada por riesgos de desequilibrio de diverso origen, con lo que el miedo al cambio tendió a fortalecerse, por un lado, y la oposición seguía parejamente dividida entre massistas y macristas, con UNEN terminando de complicarle la vida a los que buscaban formar una mayoría alternativa, por otro.

Pero desde el inicio de este año es claro que esas dos tendencias han tendido a debilitarse. Para empezar, porque por más que los encuestadores que paga el presupuesto bonaerense insistan en que la suerte de Nisman o los casos de corrupción no importan o tienen un efecto marginal, es indudable que ellos combinados con la persistencia del estancamiento con inflación han horadado la eficacia del argumento con que el oficialismo viene estimulando el miedo al cambio (“cuidemos lo conseguido en estos años de la amenaza de quienes quieren que las cosas cambien”), y alimentaron el hartazgo con un conjunto de figuras públicas, gestos y políticas justo cuando Scioli más se esforzaba en asociarse a ellos.

Y además, porque este contexto más negativo de lo esperado para el gobierno, sumado a errores y aciertos muy desparejamente distribuidos en el campo opositor, determinaron que se produjera un rápido cambio de clima en él, con un claro polo ganador y un acelerado declive de los demás. En lo que se demuestra de paso hasta qué punto la pretensión de tener electorados cautivos y de competir en espacios estancos es una ilusión de los dirigentes y una fuente de errores.

Cobos y Binner, dos aspirantes unos meses atrás nada despreciables, resignaron sus postulaciones en espacio de una semana sin que siquiera sus colaboradores más estrechos se esmeraran en disuadirlos. Y sus votantes potenciales tienen tan pocas chances de orientarse hacia lo que queda de UNEN, detrás de la candidatura de Margarita Stolbizer como tuvo en 1983 el PI de Oscar Alende de revivir las fronteras que dos décadas antes habían llevado a frondicistas y balbinistas a odiarse mutuamente con tanta o más dedicación que a peronistas y antiperonistas.

Massa tiene más con qué resistir, aunque ya se debate entre una candidatura a suceder a Scioli, con lo que terminaría de aguarle sus planes, o la reorientación de su campaña, hasta aquí incapaz de recrear la transversalidad, hacia el voto peronista de sectores bajos, lo que también significaría un dolor de cabeza extra para el exmotonauta y un indirecto servicio para el PRO.

Con lo cual una situación que ya no pinta bien para Scioli puede volverse bien pronto bastante peor. Porque si el ritmo de la competencia electoral se sigue acelerando, los apoyos moderados e independientes que él cree estar resignando sólo tácticamente, hasta llegar a las PASO, no sólo van a terminar siendo bastante más numerosos de lo esperado sino sobre todo se volverán mucho más difíciles de recuperar: como han dicho diversos analistas en las PASO no se decide nada pero se puede definir todo, porque aunque en varias fuerzas no habrá competencia ni real ni simulada ellas van a arrojar un resultado decisivo para orientar el voto estratégico hacia el mejor posicionado para ganar, quien a menos que se equivoque fiero podrá crear un efecto bola de nieve a su favor entre agosto y octubre.

Nada de esto tal vez impida que Scioli logre finalmente su sueño de ser candidato a presidente. Pero tanto ha deseado ese momento que le conviene recordar que los dioses suelen atender los ruegos de quienes quieren perder. Como van las cosas es probable que el día que consiga su candidatura sea al mismo tiempo el merecido premio por toda su esforzada carrera y el punto final de la misma, y verse arrastrado a hacer en primera vuelta un papel tan pobre como el que doce años atrás espantó a Menem de la segunda, o incluso quedar relegado a un penoso tercer puesto.

No es casual que los peronistas del interior que aún pueden desdoblar sus elecciones estén cada vez más inclinados a hacerlo, a medida que la elección nacional pierde para ellos atractivo. Claro que otra es la situación de distritos que votan obligadamente con las presidenciales, como provincia de Buenos Aires. Allí es, además, donde más se demora la construcción macrista, y donde por tanto todavía flamea la llamita de la esperanza sciolista. Aunque también lo hace la massista. Y el problema es que aunque la provincia es muy grande, no lo es tanto como para satisfacer las expectativas de dos peronismos a la vez. También allí una guerra fratricida entre ambos puede dejar muchas bajas en las intendencias, y por eso los intendentes están dedicados estos días a confundir del todo las ya antes porosas fronteras entre el PJ y el FR, y presionar a sus respectivos jefes para que encuentren la forma de no entorpecerles la reproducción de su poder territorial. Si ninguno de los dos puede darles una solución ellos son capaces hasta de imitar a Reutemann, y Scioli y Massa lo saben.

Fuente: TN (Buenos Aires, Argentina)

Marcos Novaro
Marcos Novaro
Consejero Académico
Es licenciado en Sociología y doctor en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Actualmente es director del Programa de Historia Política del Instituto de Investigaciones Gino Germani de la UBA, del Archivo de Historia Oral de la misma universidad y del Centro de Investigaciones Políticas. Es profesor titular de la materia “Teoría Política Contemporánea” en la Carrera de Ciencia política y columnista de actualidad en TN. Ha publicado numerosos artículos en revistas especializadas nacionales y extranjeras. Entre sus libros más recientes se encuentran “Historia de la Argentina 1955/2010” (Editorial Siglo XXI, 2010) y "Dinero y poder, la difícil relación entre empresarios y políticos en Argentina" (Editorial Edhasa, Buenos Aires, 2019).
 
 
 

 
 
 
Ultimos videos