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26-09-2016

Malvinas complica el regreso al mundo

(TN) La mayoría de los argentinos entiende bastante bien el problema Malvinas: de allí que en las encuestas el tema aparezca sistemáticamente relegado en el orden de prioridades, se asume como un reclamo sentido, pero uno que no tiene solución a la vista.
Por Marcos Novaro

(TN) Mauricio Macri se equivocó con Malvinas. Y puede que su Canciller haya colaborado a la confusión: al haber apurado un acuerdo con Londres y anunciado el pronto regreso de los vuelos a las islas, Susana Malcorra convocó a los demonios: ¿no estaba acaso dejando ver que el proclamado “regreso al mundo” que Macri propone a los argentinos, y que hasta aquí recibía amplio respaldo de la sociedad, no es más que una disimulada resignación de nuestros intereses nacionales más sentidos para someternos a los dictados de los poderosos del mundo?

Con ese argumento impugnaron el acuerdo los nacionalistas de distinto pelaje, e intentando desactivar esas críticas fue que el Presidente dijo lo que dijo, que se iba a conseguir algo que no hay forma alguna de conseguir, cualquiera sea el camino que se adopte y los instrumentos que se utilicen, al menos por las próximas décadas.

Lo debió haber sabido desde un principio. Malvinas es un hueso demasiado duro de roer para el voluntarismo.

Lo demostraron los Kirchner, y también Menem y Guido Di Tella. Contra lo que se cree, el riojano y su canciller estuvieron años buscándole la vuelta al asunto, explorando todo tipo de variantes para sentar a los ingleses a la mesa de la negociación por la soberanía. Ofrecieron explotación conjunta de los recursos, pagos en efectivo a los habitantes, lo que fuera con tal de que Londres aceptara retrotraer las cosas a la situación previa a 1982, y no hubo caso. Volver el tiempo atrás es una obsesiva costumbre de la política local que en otros lugares del mundo no termina de entenderse, y obviamente casi nunca conviene compartir.

Después los nacionalistas dirían que el menemismo había resignado nuestros derechos en Malvinas para llevarse bien con el imperialismo, que había regalado ositos de peluche a los isleños para rendirse a su voluntad, pero nada más alejado de la verdad.¡Si fue ese gobierno el que incluyó en la Constitución de 1994 el indeclinable reclamo por la soberanía! ¿De qué resignación están hablando?

Sucedió más bien lo contrario: en los noventa se invirtió enorme cantidad de recursos, y se hubieran invertido muchos más de haber conseguido calce, con miras al objetivo más ambicioso, sin mayores resultados. Fue en verdad mucho más económico en la materia, toda una excepción, el kirchnerismo, que le ladró a los ingleses desde un comienzo y siguió ladrando durante década y media para tener la excusa de no hacer nada más y galvanizar internamente sus codiciadas credenciales nacional populistas.

Probablemente le hubiera sido de provecho a Macri comprender mejor los dobleces y complicaciones de esta historia. Y el abismo insondable que separa, en el caso Malvinas, lo que efectivamente está el país en condiciones de conseguir, de los objetivos que según buena parte de nuestra dirigencia y la propia Constitución nacional deberían buscarse. Ello lo hubiera convencido de la inconveniencia de incluir el asunto entre los temas centrales de la agenda de reinserción en la economía y la política globales que en todas las demás materias (alineamiento democrático y combate del autoritarismo y las violaciones a los derechos humanos, a nivel regional y global, apertura a las inversiones externas, solidaridad con los refugiados, renegociación de acuerdos con China, intensificación de las negociaciones comerciales con Europa y con la Alianza Pacífico, etc.) su gobierno está protagonizando con bastantes buenos resultados.

De haberlo hecho es seguro que la opinión pública hubiera prestado poquísima atención a los cantos de sirena del nacionalismo virulento. Porque sucede además que la amplísima mayoría de los argentinos entiende bastante bien el problema Malvinas: de allí que en las encuestas el tema aparezca sistemáticamente relegado en el orden de prioridades, se asume como un reclamo sentido, pero uno que no tiene solución a la vista. ¿Para qué sobreofertar entonces como si la tuviera?

Fuente: TN (Buenos Aires, Argentina)

Marcos Novaro
Marcos Novaro
Consejero Académico
Es licenciado en Sociología y doctor en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Actualmente es director del Programa de Historia Política del Instituto de Investigaciones Gino Germani de la UBA, del Archivo de Historia Oral de la misma universidad y del Centro de Investigaciones Políticas. Es profesor titular de la materia “Teoría Política Contemporánea” en la Carrera de Ciencia política y columnista de actualidad en TN. Ha publicado numerosos artículos en revistas especializadas nacionales y extranjeras. Entre sus libros más recientes se encuentran “Historia de la Argentina 1955/2010” (Editorial Siglo XXI, 2010) y "Dinero y poder, la difícil relación entre empresarios y políticos en Argentina" (Editorial Edhasa, Buenos Aires, 2019).
 
 
 

 
 
 
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