Derechos Humanos y
Solidaridad Democrática Internacional

Artículos

24-01-2008

En Uruguay, perdieron ellos

En ese mundo maniqueo de “ellos” y “nosotros”, “nosotros” han pasado a ser “ellos”. Y los nuevos “ellos”, esto es, los gobernantes del Frente Amplio, están empezando a enfrentar problemas parecidos a los que causaron la caída de los viejos “ellos”.
Por Claudio Paolillo

En setiembre del año 2004, el Frente Amplio acariciaba su histórico triunfo. Todas las encuestas pronosticaban el éxito de Tabaré Vázquez. Algunas lo hacían con cierto entusiasmo, asignándole una ventaja indescontable. Otras, más mesuradas, consideraban muy probable la victoria, aunque por un margen más exiguo. Como fuere, todas presagiaban que, después de intentarlo durante 33 años, el Frente Amplio llegaría finalmente al gobierno.

La primavera se desperezaba con sus primeros días templados y, en mangas de camisa, uno de los principales candidatos frenteamplistas compartía un asado con un grupo de periodistas. En cierto momento, uno de ellos quiso romper el hielo con un comentario a esa altura demasiado obvio. "Ya está, ¿no?", preguntó. "¿Ya está qué?", inquirió el candidato. "Que ya ganaron", precisó el periodista, esperando un lacónico "y...sí" o, en su defecto, una respuesta políticamente correcta como "hay que esperar a que se abran las urnas" o "las elecciones se ganan cuando se termina de contar el último voto". Sin embargo, el candidato confirmó la presunción del reportero con una contestación sugerente: "No ganamos nosotros; perdieron ellos".

"Ellos" eran, claro, los partidos Colorado y Nacional, que se habían alternado en el ejercicio del poder durante los 19 años posteriores a la finalización de la dictadura militar, en 1985. "Ellos", opinaba el candidato con bastante razón, se habían "cebado" después de la restauración democrática y habían creído que compartirían el poder in eternum, porque el Frente Amplio jamás conseguiría las mayorías necesarias como para desplazarlos. "Ellos" se habían ido "despegando paulatinamente de buena parte del pueblo", confiados como estaban de que nunca perderían su condición de gobernantes o co-gobernantes.

"Ellos", decía el candidato, habían minimizado el impacto que sobre buena parte del electorado tenían los "pases en comisión", el "amiguismo" en el Estado, los negocios ruinosos de ciertas empresas públicas, algunos casos de corrupción y el crecimiento de una "nueva pobreza" que implicaba marginación económica pero también, y más grave aún, marginación cultural. "Ellos" creían que la fenomenal crisis del 2002 no los iba a afectar porque el pueblo entendería que, gracias a su gestión, la sangre no había llegado al río; en todo caso, "ellos" imaginaban -e incluso lo proclamaban públicamente- que el manejo de la crisis podía favorecerlos, porque habían sido muy responsables y habían evitado que el Uruguay acabara arrasado de norte a sur y de este a oeste por aquél terrible vendabal. "Ellos", seguía el candidato, no comprendían el novedoso fenómeno de la "pasta base", ni la emergencia de los "planchas", ni las "barras bravas" del fútbol, ni la emigración continua de los jóvenes, ni el desplome de valores otrora identificatorios de la sociedad uruguaya, como la tolerancia, la igualdad en el punto de partida o el respeto por el otro. Como no comprendían nada de eso, por más que se lo propusieran, no podían ofrecer a la gente nada convincente como para que les creyera que iban a ser capaces de lidiar con semejantes problemas. "Ellos hace rato que no tienen los cantegriles; ahora los tenemos nosotros", culminó el candidato en una frase que pretendía resumir todo lo anterior.

Ahora, en ese mundo maniqueo de "ellos" y "nosotros", "nosotros" han pasado a ser "ellos". Y los nuevos "ellos", esto es, los gobernantes del Frente Amplio, están empezando a enfrentar problemas parecidos a los que causaron la caída de los viejos "ellos". Los frenteamplistas comienzan a observar preocupados cómo en algunas materas y en algunos parabrisas de autos particulares hay carteles donde se lee "yo no los voté". A tan sólo dos años y medio de haber llegado, los frenteamplistas parecen tan "cebados" como los colorados y los blancos ayer. Usan al Estado con fines electorales como acostumbraban a hacerlo "ellos". El atorrantismo sigue de parabienes (antes lo fomentaban con chorizos, vino y "empleos" públicos; hoy lo fomentan directamente con plata contante y sonante que, igual que ayer, sale de los bolsillos de los que pagan impuestos al Estado). Los gobernantes y dirigentes frenteamplistas pelean en público a veces por asuntos triviales pero en muchos otros casos, por temas trascendentes. Se denuncian entre ellos por haber incurrido en los mismos desaguisados que les achacaban a los que echaron del poder en el 2005: uno denuncia penalmente a otro por estafador, después que el acusado le reprochara haberse quedado con plata que no era de él sino del partido; un senador es obligado a renunciar a su banca por su propio sector luego de haberse operado en un hospital del Estado utilizando para ello un "carné de pobre"; un intendente presenta ante un juez un bibliorato con denuncias tremendas sobre coimas, fraudes y otras inconductas contra ex gobernantes municipales y nacionales que terminan en la cárcel; los procesados, que tienen el apoyo casi incondicional de uno de los ministros, disparan grueso contra otros tres ministros involucrándolos en la génesis de los mismos hechos que habían llevado al intendente a presentar el caso ante la Justicia; un diputado del interior tiene al intendente de su partido enloquecido con decenas de acusaciones de corrupción por cientos de miles de dólares; la Presidencia de la República considera suficientemente serios unos documentos que recibe sobre presuntas irregularidades y eventuales tráficos de influencias que involucran a la Vicepresidencia de la República como para darles trámite ante el Ministerio de Defensa. Finalmente, el presidente de la República va a un acto público y asegura su "absoluto" respaldo a todos, acusadores y acusados. Todos los que están (algunos cientos), aplauden. Todos los que lo ven por televisión (muchos miles), ¿les creen?

"Ellos" (los de antes) se contradecían, peleaban a muerte por carguitos de morondanga (o por curros en los que hacían la diferencia), su "estrategia país" era muchas veces cojitranca e iban siempre a paso de tortuga en relación a lo que en el mundo estaba ocurriendo. El pueblo los castigó duro por todo eso en el 2004. ¿Y "nosotros", los frenteamplistas? "Nosotros tenemos los cantegriles", como decía con acierto el candidato del 2004, pero también se contradicen, se pelean por los cargos, tienen por lo menos tres "estrategias país" bien diferentes (una apunta "al norte", otra señala "al sur" y se opone ferozmente a la primera y una tercera apunta para todos lados, lo cual significa que va hacia ninguna parte), unos quieren devaluar la moneda y otros quieren revaluarla, unos quieren el aborto legal y otros lo quieren prohibido y penado con cárcel, unos quieren AFAPs y otros las quieren matar, unos quieren mantener la "ley de caducidad" y otros quieren anularla, unos quieren abrir más al país y otros quieren nuevos aranceles, unos quieren salvar a los deudores agropecuarios y otros quieren ejecutarlos, unos quieren cobrar matrícula para estudiar en la Universidad estatal y otros se cortarían las manos antes de tener que firmar eso, unos quieren limitar la propiedad privada y otros quieren respetarla a cabalidad. Pero, otra vez, el presidente de la República va a un acto público y asegura su "absoluto" respaldo a todos, los unos y los otros. Todos los que están (algunos cientos), aplauden.

Todos los que lo ven por televisión (muchos miles), ¿les creen? En diciembre, la consultora Factum dio algún indicio en cuanto a que por lo menos algunos parecen haber comenzado a dejar de creer. En su encuesta de cierre del 2007, ante la pregunta "Imagine que hubiera elecciones de presidente y Parlamento el próximo domingo. ¿A qué partido político votaría?", 44% respondió Frente Amplio, 34% dijo Partido Nacional, 9% señaló Partido Colorado, 2% marcó Partido Independiente, 2% contestó "en blanco o anulado" y 9% se manifestó "indeciso". Oscar A. Bottinelli, director de Factum, comentó esos resultados el 21 de diciembre en radio El Espectador: "El oficialismo hoy está por debajo de toda la oposición. Que el Frente Amplio esté por debajo de todos los demás partidos no ocurría desde abril, mayo, junio de 2002. La última vez que el Frente Amplio registró en una Encuesta Nacional Factum un 44% fue cuando comenzaba la crisis de 2002 y antes de que se desbarrancase todo". De modo que "si hoy hubiese elecciones, el Frente Amplio aparece en una competencia muy dura, inicialmente en desventaja. Por lo tanto, las posibilidades de ganar y de perder el gobierno ya son equivalentes", precisó Bottinelli.

La encuesta es una foto de un momento y, por tanto, no es un pronóstico de nada. El Frente Amplio, además, sigue siendo el partido más popular aunque esté bajando y continúa siendo muy alta la probabilidad de que vuelva a ganar en el 2009. También puede perder. Y si pierde, no lo hará tanto por el peso de una oposición con liderazgos avasallantes o propuestas revolucionarias. Si las cosas siguen como hasta ahora, perderá por sus propios defectos. Y entonces, quizá algún candidato blanco o colorado podrá volver a decir, en setiembre del 2009, "perdieron ellos".

Claudio Paolillo es Director del semanario "Búsqueda" de Uruguay www.busqueda.com.uy

Este artículo fue originalmente publicado por el semanario uruguayo Búsqueda el jueves 17 de enero de 2008.

 

Claudio Paolillo
Claudio Paolillo
Claudio Paolillo es editor y director periodístico del Semanario Búsqueda (Uruguay) y Director Regional de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP).
 
 
 

 
 
 
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