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EL JUEGO DE LA MOSQUETA
El decrépito Banco Hipotecario ha dejado de ser banco (no tiene patente como tal) porque al propio Estado le dio vergüenza mantenerlo así y porque su quiebra es alarmante. Pero mantiene cinco directores mientras otros entes han reducido a tres esa cantidad. Y ahora, una cantidad sobrante de funcionarios pasan al República (ahí va la pelotita).
Por Nelson Fernández Salvidio
Llama la atención cuando uno pasa por una sucursal bancaria, ve que adentro hay gente trabajando, las puertas están cerradas al público, y el cartel del frente dice: “Banco De Crédito”. Uno se pregunta si es el mismo banco que cerró el 29 de julio del año pasado y no volvió a abrir; que desde esa fecha no recibió un depósito, no concedió un crédito, no vendió un servicio financiero, no emitió una tarjeta de crédito. Uno se rasca la cabeza y piensa si es el mismo banco que desapareció como tal el 31 de diciembre, que fue liquidado por insolvente, o sea ya no, por no contar con dinero en ventanilla para devolver ahorros, sino porque su balance lo delataba como quebrado y no había inversor que pusiera los dólares necesarios como para reabrirlo.
¡Sí; es el mismo! ¿Pero entonces, qué hace todo ese personal abriendo carpetas, acomodando biblioratos, digitando en una computadora, hablando por teléfono?
La pregunta tiene una explicación. El banco cerró, no existe más en los papeles, pero a partir de su liquidación se instaló una organización para las tareas propias de clausurar una actividad que no concluye de un día para el otro. La institución había concedido préstamos a determinado plazo y ahora hay que administrar eso, recuperar el dinero. Eso lo hace un “fondo de recuperación de activos bancarios”, pero por presión del sindicato y porque las autoridades aceptan esa situación, todo sigue como antes.
En los otros bancos quebrados, Comercial, Montevideo y Caja Obrera, pasa algo similar. Unos 900 empleados ingresaron al nuevo banco estatal (la recomendación era que fueran 700), otros 250 siguen en la liquidación …
Esa situación ha generado malestar en los ahorristas que depositaron en el De Crédito. Tienen razón, porque dicen que se está usando dinero para pagar sueldos que no se justifican y cada mes quedan menos dólares para distribuir entre los acreedores (¡y van casi 10 meses que el banco está cerrado!). En lo que no tienen razón es en la expresión: “se está usando nuestro dinero”. Lo dicen porque depositaron en esos bancos y no se les devuelve los ahorros. Si se hiciera una liquidación lisa y llana en cada banco, si el Estado cobrara lo que prestó con garantías, se comprobaría que su dinero se ha reducido a una porción escasa.
Pero como el gobierno decidió transferirles el dinero que le corresponde al Estado por toda la asistencia que puso en ese banco, en realidad “ese dinero” (que se sigue usando para sueldos) es del Estado, de los contribuyentes, de todos nosotros. De los que no confiamos un peso en esas instituciones y de los que no tenían un centavo excedente para ahorrar en esos u otros bancos, pero hoy están haciendo entre todos una gigantesca donación (compulsiva, no voluntaria) para que los depositantes recuperen ahorros.
Si hubiera una consulta popular, lo más probable es que la gente no votara para que se use “su dinero” para devolverle más a los ahorristas.
Eso es el reflejo de una manera de “resolver” los problemas en Uruguay. En lugar de asumirlo, se traslada, como en el juego infantil de “paso la piedra y no la recibo”.
El juego de la mosqueta que algunos ventajistas usan para ganar dinero sirve de ejemplo. La pelotita va cambiando de vasito. ¿Dónde está la pelotita? El juego es fácil: todos la ven pero cuando dicen “está acá”, se levanta el cubilete y no aparece.
Sobran funcionarios en la banca privada y se los pasa (aunque no sea a todos, una parte importante) a algún banco estatal, o a una liquidadora o algo así. Si los bancarios privados excedentes se distribuyen en bancos públicos, como ocurría con el República, Hipotecario o el de Seguros, eso no se hacía porque esas instituciones precisaran personal (todo el mundo sabe que si hay un desequilibrio es de sobrante no de faltante). Se hacía, o se hace, para contemplar un reclamo sindical.
Los funcionarios están hoy en un banco privado, mañana en uno estatal, pasado en la caja bancaria. Y si a esta caja se le descompensa la relación entre los que aportan (trabajadores activos) y los que cobran (jubilados y pensionistas), entonces habrá que ver a qué otro sistema jubilatorio se le saca gente y se lo pasa ahí, para compensar.
Los que trabajan en tarjetas de crédito son candidatos. Porque ahí hay muchas jovencitas, que hoy aportan al BPS y a las AFAPs. Pero ese es otro problema. Primero “salvemos” a la Caja Bancaria; después que otros se pregunten si “la pelotita” quedó escondida en la caja que perdió cotizantes. Porque esas “jovencitas” y “jovencitos”, van a aportar por muchos años. Y si cuando se vayan a jubilar se dan cuenta que la maravillosa caja a las que la pasaron no era tal, bueno, ahí será otro problema. Habrán señalado con el dedo el vasito en el que pensaban que sí estaba “la pelotita” … pero oh! qué curioso … ahí tampoco estaba.
En el proyecto de reforma de la caja también se pretende trasladar al personal de corredores de bolsa, casas de cambio y muchos otros, del BPS y AFAPs a la Caja Bancaria.
Había un problema en bancos privados. Se trasladó a bancos estatales, que ya tenían problemas. “La pelotita” también pasó entre de los bancos públicos; del que está más en problemas al que queda en pie, aunque con dificultades.
El decrépito Banco Hipotecario ha dejado de ser banco (no tiene patente como tal) porque al propio Estado le dio vergüenza mantenerlo así y porque su quiebra es alarmante. Pero mantiene cinco directores mientras otros entes han reducido a tres esa cantidad. Y ahora, una cantidad sobrante de funcionarios pasan al República (ahí va la pelotita).
Pero como el República también tiene sobrante, va a jubilar compulsivamente a muchos. Entonces, “la pelotita” va para la Caja Bancaria: menos aportantes y más para cobrar.
También los depósitos que el Hipotecario no podía pagar (unos U$S 700 millones) pasaron al República, que tuvo que reprogramar propios y ajenos porque no podía honrarlos. Pero no paso el dinero sino la obligación de pagarlos, entonces para eso se hizo un convenio con el gobierno central, con ese mismo que no puede pagar su deuda y está haciendo un canje para estirar plazos.
El problema de los funcionarios no es achacable al sindicato que reclama lo que entiende que tiene derecho. Las autoridades, el sistema político, la sociedad, no pueden caer en la tentación de la mosqueta.
Como la arruga de un mantel que se va corriendo pero no desaparece. Como la basura que se esconde debajo de un mueble. Como la pelotita de la mosqueta. Los problemas siguen, pero no es fácil ver dónde están.
Nelson Fernández es periodista, docente de Periodismo en la Universidad Católica del Uruguay y profesor de Economía de la Universidad ORT de Montevideo. Preside el Capítulo Uruguayo de la Asociación Interamericana de Periodistas de Economía y Finanzas (AIPEF). Esta columna fue publicada en la revista Búsqueda de Montevideo, del 15 de mayo.
Nelson Fernández SalvidioPeriodista, docente, escritor de libros de ensayos periodístico-político,; el último es “El Golpe de 1973” (Sudamericana, julio 2023) sobre lo ocurrido en Uruguay y en Latinoamérica en los años sesenta y setenta.
Llama la atención cuando uno pasa por una sucursal bancaria, ve que adentro hay gente trabajando, las puertas están cerradas al público, y el cartel del frente dice: “Banco De Crédito”. Uno se pregunta si es el mismo banco que cerró el 29 de julio del año pasado y no volvió a abrir; que desde esa fecha no recibió un depósito, no concedió un crédito, no vendió un servicio financiero, no emitió una tarjeta de crédito. Uno se rasca la cabeza y piensa si es el mismo banco que desapareció como tal el 31 de diciembre, que fue liquidado por insolvente, o sea ya no, por no contar con dinero en ventanilla para devolver ahorros, sino porque su balance lo delataba como quebrado y no había inversor que pusiera los dólares necesarios como para reabrirlo.
¡Sí; es el mismo! ¿Pero entonces, qué hace todo ese personal abriendo carpetas, acomodando biblioratos, digitando en una computadora, hablando por teléfono?
La pregunta tiene una explicación. El banco cerró, no existe más en los papeles, pero a partir de su liquidación se instaló una organización para las tareas propias de clausurar una actividad que no concluye de un día para el otro. La institución había concedido préstamos a determinado plazo y ahora hay que administrar eso, recuperar el dinero. Eso lo hace un “fondo de recuperación de activos bancarios”, pero por presión del sindicato y porque las autoridades aceptan esa situación, todo sigue como antes.
En los otros bancos quebrados, Comercial, Montevideo y Caja Obrera, pasa algo similar. Unos 900 empleados ingresaron al nuevo banco estatal (la recomendación era que fueran 700), otros 250 siguen en la liquidación …
Esa situación ha generado malestar en los ahorristas que depositaron en el De Crédito. Tienen razón, porque dicen que se está usando dinero para pagar sueldos que no se justifican y cada mes quedan menos dólares para distribuir entre los acreedores (¡y van casi 10 meses que el banco está cerrado!). En lo que no tienen razón es en la expresión: “se está usando nuestro dinero”. Lo dicen porque depositaron en esos bancos y no se les devuelve los ahorros. Si se hiciera una liquidación lisa y llana en cada banco, si el Estado cobrara lo que prestó con garantías, se comprobaría que su dinero se ha reducido a una porción escasa.
Pero como el gobierno decidió transferirles el dinero que le corresponde al Estado por toda la asistencia que puso en ese banco, en realidad “ese dinero” (que se sigue usando para sueldos) es del Estado, de los contribuyentes, de todos nosotros. De los que no confiamos un peso en esas instituciones y de los que no tenían un centavo excedente para ahorrar en esos u otros bancos, pero hoy están haciendo entre todos una gigantesca donación (compulsiva, no voluntaria) para que los depositantes recuperen ahorros.
Si hubiera una consulta popular, lo más probable es que la gente no votara para que se use “su dinero” para devolverle más a los ahorristas.
Eso es el reflejo de una manera de “resolver” los problemas en Uruguay. En lugar de asumirlo, se traslada, como en el juego infantil de “paso la piedra y no la recibo”.
El juego de la mosqueta que algunos ventajistas usan para ganar dinero sirve de ejemplo. La pelotita va cambiando de vasito. ¿Dónde está la pelotita? El juego es fácil: todos la ven pero cuando dicen “está acá”, se levanta el cubilete y no aparece.
Sobran funcionarios en la banca privada y se los pasa (aunque no sea a todos, una parte importante) a algún banco estatal, o a una liquidadora o algo así. Si los bancarios privados excedentes se distribuyen en bancos públicos, como ocurría con el República, Hipotecario o el de Seguros, eso no se hacía porque esas instituciones precisaran personal (todo el mundo sabe que si hay un desequilibrio es de sobrante no de faltante). Se hacía, o se hace, para contemplar un reclamo sindical.
Los funcionarios están hoy en un banco privado, mañana en uno estatal, pasado en la caja bancaria. Y si a esta caja se le descompensa la relación entre los que aportan (trabajadores activos) y los que cobran (jubilados y pensionistas), entonces habrá que ver a qué otro sistema jubilatorio se le saca gente y se lo pasa ahí, para compensar.
Los que trabajan en tarjetas de crédito son candidatos. Porque ahí hay muchas jovencitas, que hoy aportan al BPS y a las AFAPs. Pero ese es otro problema. Primero “salvemos” a la Caja Bancaria; después que otros se pregunten si “la pelotita” quedó escondida en la caja que perdió cotizantes. Porque esas “jovencitas” y “jovencitos”, van a aportar por muchos años. Y si cuando se vayan a jubilar se dan cuenta que la maravillosa caja a las que la pasaron no era tal, bueno, ahí será otro problema. Habrán señalado con el dedo el vasito en el que pensaban que sí estaba “la pelotita” … pero oh! qué curioso … ahí tampoco estaba.
En el proyecto de reforma de la caja también se pretende trasladar al personal de corredores de bolsa, casas de cambio y muchos otros, del BPS y AFAPs a la Caja Bancaria.
Había un problema en bancos privados. Se trasladó a bancos estatales, que ya tenían problemas. “La pelotita” también pasó entre de los bancos públicos; del que está más en problemas al que queda en pie, aunque con dificultades.
El decrépito Banco Hipotecario ha dejado de ser banco (no tiene patente como tal) porque al propio Estado le dio vergüenza mantenerlo así y porque su quiebra es alarmante. Pero mantiene cinco directores mientras otros entes han reducido a tres esa cantidad. Y ahora, una cantidad sobrante de funcionarios pasan al República (ahí va la pelotita).
Pero como el República también tiene sobrante, va a jubilar compulsivamente a muchos. Entonces, “la pelotita” va para la Caja Bancaria: menos aportantes y más para cobrar.
También los depósitos que el Hipotecario no podía pagar (unos U$S 700 millones) pasaron al República, que tuvo que reprogramar propios y ajenos porque no podía honrarlos. Pero no paso el dinero sino la obligación de pagarlos, entonces para eso se hizo un convenio con el gobierno central, con ese mismo que no puede pagar su deuda y está haciendo un canje para estirar plazos.
El problema de los funcionarios no es achacable al sindicato que reclama lo que entiende que tiene derecho. Las autoridades, el sistema político, la sociedad, no pueden caer en la tentación de la mosqueta.
Como la arruga de un mantel que se va corriendo pero no desaparece. Como la basura que se esconde debajo de un mueble. Como la pelotita de la mosqueta. Los problemas siguen, pero no es fácil ver dónde están.
Nelson Fernández es periodista, docente de Periodismo en la Universidad Católica del Uruguay y profesor de Economía de la Universidad ORT de Montevideo. Preside el Capítulo Uruguayo de la Asociación Interamericana de Periodistas de Economía y Finanzas (AIPEF). Esta columna fue publicada en la revista Búsqueda de Montevideo, del 15 de mayo.
