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Prensa

28-12-2008

Cincuenta años de la revolución cubana: El comandante que se enfrentó a Fidel

Fuente: El Mercurio (Chile)

Huber Matos es uno de los combatientes históricos que contribuyeron al triunfo de los revolucionarios. Hoy, como ferviente crítico de Castro, está exiliado en Florida.

ERIKA LÜTERS GAMBOA

"No conozco un personaje en la historia de la humanidad con más astucia y con más talento para venderse como un ídolo del pueblo, para luego engañarlo, como Fidel Castro". Así describe al líder cubano uno de los artífices de la revolución cubana, Huber Matos.

Es uno de los tres comandantes históricos (título honorífico que ni siquiera tiene Raúl Castro) que aún viven, exceptuando a Fidel. Es el único que combatió a Batista desde el comienzo y también el único que se enfrentó a Fidel Castro al percatarse del rumbo que tomaba el proyecto por el cual había luchado.

Su disenso lo llevó a pasar 20 años en la cárcel.

Con una memoria privilegiada, a sus 91 años recuerda cada episodio y cada fecha de lo que vivió siendo combatiente en la Sierra Maestra, sus años de encierro y su prolongado exilio en Miami.

El golpe de Estado de Batista (10 de marzo de 1952) lo sorprendió haciendo clases en un colegio de Manzanillo.

Como integrante del Partido del Pueblo Cubano (socialdemócrata) empieza a conspirar contra el dictador. Así comienza su cercanía con Fidel Castro, a quien llega a través de su amiga Celia Sánchez. Ella es la mujer que luego se convertiría en, según dicen muchos, el verdadero amor de Castro. La única mujer que combatió junto a él y la única a quien Fidel escuchaba.

En esa época, "tenía mis reservas sobre Castro, porque él tenía su historia en la Universidad de La Habana como gangsterito, dado a la violencia", señala.

Pero luego del desembarco del yate Granma (diciembre de 1956), donde varios de sus alumnos fueron asesinados por las tropas de Batista, decide unirse a los sobrevivientes.

"Me convencí que Batista no iba a dejar el poder si no era por la fuerza, por las armas", dice.

Como además de profesor era un pequeño empresario, reunió recursos y partió a Costa Rica desde donde retornó directamente al campamento de Fidel con un cargamento de cinco toneladas de municiones y armas para la revolución. Allí, relata, lo recibió un Castro "eufórico", pues era el primer armamento que recibía.

Pero también se produjo el primer desacuerdo con Castro, quien intentó mandarlo de regreso a Costa Rica. Matos se opuso y le dijo que seguiría combatiendo en la Sierra.

"Entonces él me responde: 'Aquí en la sierra dispongo yo'. Luego me miró a los ojos, así como diciendo: ¡ah!, ¿quién eres tú como para decidir".

Pese a ese desencuentro, Matos se incorpora a la lucha y sin tener ninguna preparación militar más que su propio instinto logra un excelente desempeño en combate. Nace entonces cierta rivalidad con el líder de la revolución.

El 1 de enero de 1959 encontró a Matos a las puertas de tomar por asalto Santiago de Cuba. Se reunió con Castro y ambos ingresaron triunfantes.

"Fidel ratificó que el primer compromiso de la revolución era establecer las libertades públicas, volver al Estado de Derecho y a la democracia".

-¿Cuándo y cómo cambió todo después?
"Durante 1959 me percaté que había una conspiración de los comunistas, cuyas cabezas visibles eran Raúl y el 'Che'. Mientras, Fidel salía en la televisión diciendo que la revolución no era comunista ni él tampoco".

"Todo eran mentiras. Me convencí de que él estaba ganando tiempo, engañando al pueblo. Ya había creado una policía política para reprimir y empezaron los fusilamientos".

-¿Eso lo desilusionó?
"Yo me alarmé y me dije no fue por esto que luchamos. Varios comenzamos a cuestionar el giro dictatorial que tomaba la revolución, al principio no era comunista, sino dictatorial".

-Entonces, usted renunció.
"Primero le mandé una carta y no me la aceptó, me dijo que estaba equivocado, que Raúl y el 'Che' eran los que coqueteaban con el comunismo, pero que su revolución era tan cubana como la palma".

Las cosas no cambiaron y el 21 de octubre de 1959 Matos presenta su renuncia definitiva. Castro lo acusa de traición y manda a su casa a Camilo Cienfuegos con la orden de arrestarlo. "Lo enviaron con la esperanza de que mis tropas mataran a Camilo, pero eso no ocurrió. Una semana después desaparecieron a Camilo, no tengo duda de que lo mataron, pero yo ya estaba en prisión".

Y así pasaron 20 años. "Me hicieron todo lo que se le puede hacer a alguien para ablandarlo, me torturaron física y mentalmente. Tuve que hacer huelga de hambre con el lema 'o me respetan o me echan al cementerio' y terminaron respetándome".

-¿Valieron la pena esos 20 años?
"Sí. Valió la pena pasar 20 años en la cárcel por defender la verdadera revolución y por oponerse a un bribón y traidor como Fidel Castro. Y vale la pena seguir combatiendo esa dictadura y mantener el compromiso de ayudar a fundar la nueva República de Cuba".

Un país de simuladores

Huber Matos es un convencido de que si no es por el golpe de Estado de Batista, Fidel Castro jamás habría llegado al poder.

"Siempre tuvo el delirio de sobresalir, de hacer una carrera política notable, un apetito tremendo de protagonismo. El golpe de Batista creó las condiciones para que él surgiera como líder del pueblo".

También lo califica como un excelente actor. "Es un sujeto morboso y lleno de un odio que lo sabe esconder porque es un artista. Si se le hubiera ocurrido ir a Hollywood habría calificado como el más capaz de todos".

Y ese arte de simular del régimen también lo traspasó al pueblo cubano. "Hay tres generaciones acostumbradas a mentir, a simular desde niños. Los han obligado a participar de manifestaciones, a aplaudir por la fuerza y a consentir. La gente actúa así por miedo, por temor". Por eso, agrega, "el día que se acabe el poder de los Castro, Cuba será un país destruido. La economía y la infraestructura se rehace en 10 ó 15 años, pero el daño en la condición ética del pueblo, eso no es fácil de reparar".

"La revolución verde se fue convirtiendo en roja"

"Me acuerdo de todo, incluso de los tiroteos durante la dictadura de Batista. Mi abuela nos hacía tirarnos al suelo, teníamos unas colchonetas debajo de las camas". Laura Pollán tenía 10 años en ese entonces y vivía en Manzanillo, Granma, muy cerca de la Sierra Maestra.

"El pueblo en general vio con muchas esperanzas el inicio de la revolución. Habíamos vivido la dictadura de Batista, una de las más crueles y sanguinarias que ha tenido el país. Pero toda aquella revolución verde, verde como las palmas, como la llamaba el propio Fidel Castro, se fue transformando en roja".

Una de las primeras medidas que impresionó a Laura fue la expulsión de los sacerdotes. "Se planteó que la religión era el opio del pueblo, como lo decía Lenin", recuerda.

"Con el paso del tiempo, esas esperanzas verdes se han convertido en grises, sobre todo para los jóvenes, que no tienen ningún futuro. Muchos han perdido la vida tratando de escapar de la isla", relata. Y trae a colación un pensamiento de José Martí para describir la situación: "Cuando los pueblos emigran, los gobernantes sobran".

Hoy, Laura es una de las caras más visibles de las Damas de Blanco, el grupo de mujeres que cada domingo desafían al régimen al desfilar por la Quinta Avenida de La Habana, vestidas de blanco y portando gladiolos, para exigir en silencio la liberación de sus esposos, todos presos políticos encarcelados en 2003.

Pese a las dificultades, Pollán piensa que "nada en la vida es eterno" y que "la revolución está en sus estertores finales".

"Pienso que la juventud va a tener un futuro mejor cuando Cuba pueda insertarse en el mundo, podrá existir la paz, la democracia y la libertad".

La "legalización" de los abusos

"Con la revolución todo; contra la revolución nada" (Castro a los intelectuales, 1961). Bajo esa máxima, el régimen cubano ha violado sistemáticamente los derechos humanos desde el mismo triunfo revolucionario, hace cincuenta años.

Según analistas, el régimen ha ido perfeccionando su sistema represivo desde los primeros años marcados por la descentralización y el caos, hasta la sistematización actual.

"La principal característica de estos años ha sido que en su propia Constitución, en el Código Penal, y especialmente en las sentencias dictadas por los tribunales populares, está expresamente clara la violación a los DD.HH.", asegura Gabriel Salvia, presidente del Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina, CADAL.

La primera etapa -es decir, desde el triunfo de la Revolución y durante toda la década del 60- estuvo marcada por ejecuciones extrajudiciales, torturas masivas y arrestos arbitrarios.

"La represión fue indiscriminada, masiva y brutal", afirma José Miguel Vivanco, director de Human Rights Watch para América.

Durante las décadas de 1970 y 1980, y hasta principios de los 90, el régimen utilizó todos los recursos legales a su alcance para limitar las libertades personales.

En esa época se inhiben todas las libertades públicas, como la libertad de expresión, de asociación y de reunión. Cuando la legislación no fue lo suficientemente dura, el Estado creó nuevas figuras jurídicas. Así nacieron, por ejemplo, el "estado de peligrosidad", la "noción de propaganda enemiga" y la "ley mordaza", como se conoce al Decreto Ley 88, dictado en febrero de 1999, que interpreta como antipatriótica cualquier opinión que difiera de la oficial.

Con la misión de aniquilar cualquier atisbo de disidencia, se crearon los "Comités de Defensa de la Revolución" y las temidas "Brigadas de Respuesta Rápida", encargadas de los "actos de repudio" para reprimir a los opositores.

Testigo del fracaso socialista

Marifeli acababa de ingresar al sexto grado en el colegio Sagrado Corazón de La Habana cuando su familia partió a Estados Unidos. Era octubre de 1960.

Meses después, en abril de 1961, ya instalada en Coral Gables, una tía la despertó al grito de: "¡Desembarcaron! ¡Regresamos pronto!".

La ilusión creció en la familia, pero quedó sólo en eso. "La invasión de Bahía de Cochinos fracasó y viví otra vida, una que jamás habría imaginado en el entorno plácido de mi niñez".

Desde entonces, "la añoranza por Cuba ha sido una constante en mi vida. Durante mi adolescencia en Pittsburgh, a menudo me sobrecogía una terrible tristeza debido a la certeza de que no regresaríamos. Durante mucho tiempo, repasé una y otra vez minuciosamente mis últimos años en La Habana y los primeros en el exilio. De vivir una vida casi idílica mi familia pasó a otra que nos puso a prueba", recuerda hoy Marifeli Pérez-Stable, vicepresidenta para la gobernabilidad democrática del Diálogo Interamericano en Washington.

Instalada en Pittsburg, el Movimiento por los Derechos Civiles y luego la Guerra de Vietnam marcaron su toma de conciencia política.

"Los años 60 despertaron en mí un compromiso con la justicia social que me proporcionó otras luces para mirar a Cuba. El que la revolución desafiara a Estados Unidos -al igual que lo hacía Vietnam- también me producía simpatías". Desde principios de los 70 hasta fines de los 80 apoyó la revolución, de lo cual no se arrepiente ni siente que deba pedir disculpas. Durante ese tiempo viajó constantemente a la isla.

"Observar la sociedad cubana de primera mano me permitió darme cuenta del ocaso de la revolución y el fracaso del socialismo. No fue fácil deshacerme de mis ilusiones. Desde 1991 no viajo a Cuba, pues el gobierno me considera persona non grata".

El recuerdo de Alberto Montaner

Carlos Alberto Montaner, escritor y periodista cubano, tenía 15 años para el triunfo de la revolución, y la caída de Batista la recuerda como una de las mejores noticias que recibió en aquel entonces.

"Con el triunfo de la revolución me parecía que llegaba al país una era ejemplar de justicia y honradez con la que yo soñaba y quería colaborar", recuerda.

Pero su apoyo, y el de su familia, a Castro duró poco. "El desencanto, como les sucediera a tantos millones de cubanos, llegó de forma gradual, pero en una secuencia casi vertiginosa. Tras la alegría de los primeros días, me sacudió el desagradable impacto del espectáculo indigno de unos juicios públicos sin garantías procesales y los fusilamientos de los militares condenados por torturas y asesinatos".

Su primera discusión política en la que tomó una posición anticastrista la recuerda con nitidez. "Fue en el Instituto del Vedado, durante una asamblea convocada por razones que he olvidado, cuando el debate se desvió al candente tema de un nuevo juicio impuesto por Fidel a unos pilotos de la fuerza aérea de Batista cuando el primer tribunal revolucionario los absolvió porque no había encontrado pruebas con las cuales poder condenarlos. Me pareció un hecho terrible que el jefe de la revolución ignorara las sentencias de sus propios jueces y forzara un nuevo proceso, esta vez condenatorio".

El 8 de septiembre de 1961, Montaner logra escapar de la isla después de haber estado preso y asilado en una embajada. De su partida ha transcurrido casi medio siglo. Jamás ha podido volver a su patria.

Fuente: Diario El Mercurio (Chile), domingo 28 de diciembre de 2008.

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