Derechos Humanos y
Solidaridad Democrática Internacional

Artículos

13-08-2003

PAYÁ Y EL PREMIO NOBEL DE LA PAZ

La figura del disidente cubano Oswaldo Payá, galardonado el año pasado con el Premio Sajarov a los Derechos Humanos, alcanza cada vez más relieve en el plano internacional.
Por Miguel Rivero

La figura del disidente cubano Oswaldo Payá, galardonado el año pasado con el Premio Sajarov a los Derechos Humanos, alcanza cada vez más relieve en el plano internacional.
Payá fue invitado para participar en Estrasburgo (Francia) a una reunión de la comisión de Exteriores del Parlamento Europeo, que probablemente se realizará en septiembre y que analizará la situación en Cuba.
En los momentos en que el gobierno de La Habana se empeña en tensar la cuerda con la Unión Europea, esta será una ocasión para medir si Payá recibe la autorización para salir del país y exponer sus puntos de vista.
Pero, éste no es el único dolor de cabeza que el disidente pacífico cubano, impulsor del Proyecto Varela, provoca al gobierno de La Habana. En realidad, desde que el ex presidente de la República Checa, Vaclav Havel, lanzó su candidatura para el Premio Nobel de la Paz 2003 el 7 de junio del pasado año, no cesan las adhesiones de escritores,
políticos, académicos y ahora también de parlamentos latinoamericanos.
El pasado 8 de julio, la Cámara de Diputados de Chile expresó su respaldo a la candidatura de Payá para el Premio Nobel de la Paz.
La Cámara baja aprobó, por amplia mayoría, un proyecto presentado por parlamentarios del partido democristiano, en el que se solicita a la Cancillería chilena que oficialice el apoyo formal a la postulación del líder de la oposición cubana.
Ocho días después, en medio de una dura polémica con intercambio de acusaciones entre legisladores, la Cámara de Diputados de Uruguay aprobó una resolución similar.
En esa ocasión, el diputado Jaime Trobo, del Partido Nacional o "Blanco" e impulsor de la iniciativa, afirmó que "no se pretende" una confrontación con el gobierno cubano, "sino abrir espacios de diálogo" en la isla caribeña.
Sin embargo, legisladores de la coalición de izquierda Frente Amplio, que son la principal fuerza parlamentaria, calificaron de "idea mal parida" la propuesta y afirmaron que con ella "se complace al imperialismo contra el cual lucha el pueblo cubano desde hace mucho tiempo".
En medio de la polémica, los defensores de la propuesta señalaron que toda iniciativa que "roza" al presidente cubano, Fidel Castro, "es considerada apología del delito" por los diputados de izquierda.
La resolución que fue aprobada con 39 votos a favor y 35 en contra, tuvo el apoyo de los diputados del gobernante Partido Colorado, el Partido Nacional y el Partido Independiente.
Estas noticias no son nada halagadoras para la diplomacia cubana, que debe ver con malos ojos que el respaldo a Oswaldo Payá se propague por los países de América Latina.
Hablar de que Payá se ha convertido en el líder de la oposición cubana es algo prematuro. Pero lo que resulta indudable es que, en estos momentos, es la figura más visible del creciente movimiento pacífico contra el régimen, a pesar del incremento de la represión.
Si le otorgan el Premio Nobel de la Paz este año, es un asunto que sólo el tiempo dirá, pero el simple hecho de que los apoyos ya no sean sólo de escritores o de políticos y lleguen de parlamentos latinoamericanos es síntoma inequívoco de que crecen las atenciones hacia el movimiento opositor cubano.
En 1996, apenas era conocida la lucha del pueblo de Timor Oriental para obtener la independencia de Indonesia, país que invadió en 1975 esa antigua colonia de Portugal.
Ese año, el obispo católico Carlos Ximenes Belo, junto a José Ramos Horta, líder de la resistencia en el exterior, obtuvieron el Premio Nobel de la Paz.
El gobierno portugués representaba una de las pocas voces que se levantaba en el mundo para clamar por la independencia. La Academia Sueca, que es la que otorga estos premios, se encargó de colocar en la agenda política internacional la lucha de los timorenses.
Fueron tantas las presiones internacionales, que tres años después Indonesia tuvo que organizar un referendo y el pueblo optó por la independencia.
Entonces, los militares indonesios desencadenaron una ola de masacres e incremento de la represión, lo que provocó la intervención de las Naciones Unidas.
Por cierto, que en este caso de Timor Oriental, el gobierno cubano siempre estuvo al lado de la dictadura de Indonesia en el seno del Movimiento de los Países No Alineados, para suavizar los párrafos de condena al régimen de Jakarta.
Lo que resultó todavía peor fue que después de las masacres, cuando se discutía en las Naciones Unidas el envío de "cascos azules" a Timor Oriental para proteger a la población y respetar el veredicto de las urnas, el embajador cubano ante la ONU, Bruno Rodríguez, levantó su voz... pero para rechazar "la injerencia" en el territorio que
Indonesia había proclamado como su provincia.
Necesariamente, la historia no tiene que repetirse de la misma forma, o cumpliendo ciclos similares. Pero que no quepan dudas de que si Payá es distinguido con el Premio Nóbel de la Paz éste sería un duro golpe para Fidel Castro, en esta etapa de agonía de un régimen condenado por la historia.

Este artículo fue originalmente publicado en http://www.cubaencuentro.com

 

Miguel Rivero
 
 
 

 
 
 
Ultimos videos