Derechos Humanos y
Solidaridad Democrática Internacional

Artículos

03-05-2004

EL OTRO PAÍS QUE ESPERA A LEONEL FERNÁNDEZ

Por Carlos Alberto Montaner

Madrid -- Parece que los dominicanos devuelven el poder a Leonel Fernández. Habrá elecciones a mediados de mayo y todas las encuestas apuntan a que el ex presidente ganará en primera o segunda vuelta. Aunque el Partido de la Liberación Dominicana (PLD), que Fernández dirige, es el menor de los tres que se disputan el gobierno, Fernández es el candidato con mayores simpatías entre los electores indecisos e independientes.

Toda la campaña de Fernández gira en torno a una pregunta clave: ''¿Está usted mejor con este gobierno o con el que yo presidí entre 1996 y el 2000?'' Y la respuesta casi unánime lo favorece. La verdad es que en el cuatrienio de Fernández la economía creció al asombroso ritmo anual de casi el ocho por ciento, hubo una fuerte inversión pública en educación y salud, se multiplicaron las empresas internacionales en el sector turístico, y Santo Domingo, la capital, se convirtió en una de las ciudades más gratas y modernas del Caribe. No hay duda, pues, que desde 1965, año en que una intervención de Estados Unidos y de la OEA puso fin a un conato de guerra civil, el gobierno de Fernández fue el mejor que ha conocido esa república en su etapa democrática.

Pero hay un problema: el país que Fernández va a gobernar por segunda vez se parece poco al que entregó a su sucesor hace cuatro años. En el 2000 un dólar costaba 18 pesos. Ahora cuesta 44. Entonces el sector bancario parecía (sólo parecía) saludable. Hoy se sabe que está prácticamente en quiebra tras la debacle del Baninter y su ''agujero'' de más de dos mil millones de dólares. En aquella fecha el porcentaje de pobres alcanzaba a un 25% del censo de casi nueve millones de habitantes. Hoy tal vez se acerque al 40, incluida una franja importante de los niveles medios-bajos, incapaces de hacerle frente a la fuerte subida del costo de la vida como resultado de una letal mezcla entre la inflación, el desempleo, la devaluación y la correspondiente carestía.

Ante ese panorama, la peor tentación es tratar de escapar de la crisis ''a la Argentina'', con ''corralitos financieros'', subsidios generalizados, controles de precio o arbitrarios aumentos de salario que no tengan en cuenta el índice de productividad. Esas medidas son las que va a reclamar la parte más comprensiblemente desesperada de la sociedad dominicana, sin duda espoleada por los demagogos que no dejan de pescar en río revuelto; pero no se conoce un camino más corto que el populismo hacia el desastre y el empobrecimiento, como no ignora cualquiera que conozca la trágica historia económica latinoamericana del turbulento siglo XX.

En su primer periodo, a Fernández le tocó administrar la abundancia y lo hizo muy bien. Pero en esta etapa le tocará administrar la escasez y tendrá que ponderar muy cuidadosamente las prioridades del gasto público, un nivel de presión fiscal que equilibre las cuentas sin liquidar el ahorro y la inversión, y un trato flexible y amistoso con organismos internacionales como el FMI, el BM y el BID para poder paliar la tormenta y retomar el camino de la estabilidad y el crecimiento.

Es ahora cuando Fernández --conocido por su cordialidad cívica y su moderación-- tendrá que poner a prueba sus dotes de estadista, su sentido común, su firmeza ante las presiones populistas y, muy especialmente, su compromiso frente a la corrupción. Si el robo, el peculado y la malversación son siempre condenables, en periodos de crisis estos delitos se convierten en la puerta de entrada de nefastos aventureros como el venezolano Hugo Chávez.

Estados Unidos, pese a tener las manos ocupadas en el Oriente Medio, haría muy bien en ayudar copiosamente a los dominicanos en este crucial momento. Y no sólo por solidaridad y por contribuir a la estabilidad en la zona, sino también porque ya un 15% de la población dominicana --casi un millón y medio de personas-- vive en Estados Unidos y en Puerto Rico, y, si se agrava la situación, en pocos años esa cifra se duplicará por procedimientos clandestinos.

¿Cómo puede Estados Unidos ayudar a República Dominicana, país con el que Washington tiene un vínculo estrecho desde que en el siglo XIX el presidente Ulysses Grant, un poco delirantemente, planeó convertir la isla en un estado negro de la Unión? La fórmula menos costosa es legalizando a los inmigrantes ''sin papeles'' para que estabilicen su situación, mejoren sus niveles de ingreso y multipliquen las remesas a sus familiares. Pero hay otras: aumentar la cuota azucarera, propiciar transferencias tecnológicas, estimular inversiones, condonar parte de la deuda y contribuir al desarrollo de fuentes de energía eléctrica en el país, problema que desde hace más de veinte años envenena amargamente la situación política y económica de los dominicanos. También puede convocar a la opulenta Europa para que eche una mano. Pero lo insensato sería cruzarse de brazos y contemplar cómo la crisis se hace incontrolable. Y no hay mucho tiempo.

Mayo 2, 2004

 

Carlos Alberto Montaner
Carlos Alberto Montaner
Escritor y Periodista, nacido en Cuba, vive en España hace más de 40 años. Autor entre otros libros "Viaje al Corazón de Cuba"
 
 
 

 
 
 
Ultimos videos