Derechos Humanos y
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Observatorio de Relaciones Internacionales y Derechos Humanos

26-01-2015

Contener la democracia

(El País/España) Los países autoritarios han reconocido que, en la era de la globalización, la seguridad de los regímenes no se puede lograr exclusivamente mediante el control interno. La proliferación de las instituciones regionales e internacionales, basadas en la legalidad de los valores democráticos que promueven, junto con el intenso crecimiento y la integración de Internet a escala mundial, se consideran ahora una amenaza directa a la voluntad autoritaria de aferrarse al poder.
Por Christopher Walker

(El País/España) Durante la Guerra Fría, Estados Unidos adoptó el concepto de contención desarrollado por George F. Kennan como estrategia para tratar de impedir la expansión del comunismo. Ahora, en una adaptación inesperada de ese concepto, las potencias autoritarias influyentes —encabezadas por Rusia y China— han desarrollado su propio tipo de contención. Esta nueva versión —supone un cambio sustancial en la idea de Kennan de contener la tiranía— aspira en cambio a inhibir la difusión de la democracia.

A lo largo de la última década, los regímenes de Moscú, Pekín, Riad, Caracas y Teherán se han vuelto cada vez más partidarios de emplear técnicas modernas para acabar con la disidencia interna. La represión de las voces democráticas dentro de sus fronteras se ha ido sofisticando cada vez más. Los Gobiernos represivos han aprendido a usar las leyes para usar mano dura contra la sociedad y la oposición política. Han adoptado reformas de mercado, pero luego han utilizado el mercado para modernizar las herramientas autoritarias de represión.

Estos Gobiernos no solo han actualizado los métodos para contener el posible avance de la democracia dentro de sus países. Han dado un salto decisivo, hasta un nuevo nivel no valorado suficientemente, que consiste en minar también la democracia más allá de sus fronteras con el objetivo de intentar preservar la continuidad de su estilo de gobierno. Este fenómeno es una muestra de que los países autoritarios han reconocido que, en la era de la globalización, la seguridad de los regímenes no se puede lograr exclusivamente mediante el control interno. La proliferación de las instituciones regionales e internacionales, basadas en la legalidad de los valores democráticos que promueven, junto con el intenso crecimiento y la integración de Internet a escala mundial, se consideran ahora una amenaza directa a la voluntad autoritaria de aferrarse al poder.

Esta evolución de la doctrina de la contención de la democracia se puede observar en tres esferas clave. En primer lugar, pretende socavar las instituciones internacionales inspiradas en las normas democráticas y que han actuado como el aglutinante del orden liberal tras el fin de la Guerra Fría. En la lista aparecen los organismos de Naciones Unidas que se ocupan de los derechos humanos y organizaciones regionales como la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa, el Consejo de Europa y la Organización de Estados Americanos. En segundo lugar, esta nueva doctrina aspira a frenar las ambiciones reformistas de las democracias en ciernes y destruir la integridad de las democracias jóvenes. La dura y constante desestabilización de Ucrania por parte de Moscú, que incluye la anexión de Crimea y la instigación de una rebelión separatista en el este del país, se debería contemplar claramente como lo que es: una iniciativa de contención por parte del Kremlin para impedir que los ucranios logren un Gobierno democráticamente responsable que amenazaría al sistema autoritario y corrupto de Rusia. Y por último, un tercer elemento de la nueva contención es el asalto sistemático a las democracias consolidadas y a las ideas centrales asociadas con ellas con el fin de modificar la opinión del mundo sobre la democracia.

Esta tercera esfera de la contención, que hace referencia al ámbito de las ideas, es crucial y merece especial atención. Es posible que estos regímenes no sean ideológicos en el sentido estricto de la Guerra Fría, pero son conscientes de la importancia de las ideas, lo cual explica por qué se esfuerzan tanto por impedir que surjan formas de pensar alternativas dentro de sus sistemas. En lo que se refiere a la retórica política, países como China, Rusia, Arabia Saudí e Irán se encuentran entre los más represivos del mundo. Con el tiempo han afinado al detalle sus argumentos para el público internacional, centrándose en los aparentes defectos de la democracia y en la decadencia de Occidente.

Hoy día esto es importante porque los regímenes autocráticos con más recursos han construido grandes grupos de medios de comunicación que les permiten proyectar esos mensajes al mercado mundial de las ideas. Ese amplio y creciente arsenal de medios informativos que opera al servicio del Estado autoritario da a esos regímenes la capacidad de introducir ideas en el debate mundial de forma sistemática.

El elemento más conocido del creciente imperio de medios de comunicación internacionales ruso es RT (antes conocido como Russia Today). La plataforma de televisión por satélite del Kremlin, que arrancó en 2005 con un presupuesto de 30 millones de dólares, goza actualmente de una asignación que supone aproximadamente diez veces esa cantidad. En noviembre de 2014, el Gobierno ruso lanzó Sputnik, una agencia de noticias a escala mundial cuyos contenidos por radio e Internet se difundirán en 30 idiomas desde oficinas de todo el mundo. China, por su parte, está expandiendo sus medios de comunicación internacionales a un ritmo aún más temible. Según algunos cálculos, les dedica un gasto anual de muchos miles de millones de dólares. Irán y otros regímenes autoritarios del golfo Pérsico cuentan con sus propios grupos de medios informativos.

El poder de comunicación de los Gobiernos autoritarios se centra cada vez más en el mundo en desarrollo. China está haciendo realidad una vasta presencia de sus medios en el África subsahariana y en Latinoamérica. La Televisión Central de China, financiada con miles de millones de dólares, tiene programas en árabe, francés, ruso y español, mientras que Xinhua, la agencia estatal de noticias del país, se está extendiendo por todo el mundo.

Por otra parte, la RT rusa emite en inglés, español y árabe, y está previsto que en breve empiece a hacerlo en francés y en alemán. La propaganda internacional del Kremlin aplica una perspectiva cínica y, por ejemplo, insinúa que la corrupción está generalizada en todas las sociedades, lo cual quiere decir que, desde el punto de vista moral, las autocracias y las democracias están en pie de igualdad.

Estos regímenes también dan a entender que no hay diferencia entre sus medios de comunicación y los de las democracias. Rusia y otros Gobiernos autoritarios afirman que sus medios son como Deutsche Welle, la BBC o la agencia France Presse, todos ellos grupos de comunicación que funcionan con estructuras editoriales responsables y transparentes. Se trata de una comparación falsa que hay que clarificar. A diferencia de sus equivalentes democráticas, la RT de Rusia, la Televisión Central de China y la iraní Press TV desarrollan su actividad bajo la dirección de un poder político autoritario que no está sometido a ningún control, y por lo tanto, son empresas absolutamente diferentes.

El reto de entender estos nuevos medios —que suelen tener grandes recursos para cubrir las noticias y normas informativas aparentemente profesionales— se ha visto dificultado por el hecho de que, en los últimos años, el sector de la información ha experimentado cambios profundamente negativos en los países democráticos. Los recortes generalizados del gasto en las redacciones de Europa y EE UU suponen que hay menos control informativo y menos periodismo de investigación del necesario para ayudar a comprender el alcance y la naturaleza de los nuevos medios de comunicación autoritarios.

Es un problema que no se resolverá de un día para otro. Mientras tanto, las democracias tendrán que encontrar la forma de dedicar más tiempo de reflexión y más recursos a asegurarse de que los medios de comunicación de orientación democrática no queden eclipsados por la creciente oleada de medios de países autoritarios.

Christopher Walker es director ejecutivo del Foro Internacional de Estudios Democráticos de la Fundación Nacional para la Democracia, con sede en Washington. Para seguirle en Twitter: @Walker_CT.

Fuente: El País (Madrid, España)

Christopher Walker
Christopher Walker
Director ejecutivo del Foro Internacional de Estudios Democráticos de la Fundación Nacional para la Democracia. (NED)
 
 
 

 
 
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