Artículos

Uruguay: entre la esperanza y la incertidumbre
Por Carlos Alvarez
El domingo 24 de octubre fue una espectacular jornada primaveral, soleada, con poco mas de 20 grados de temperatura que invitaba a caminar por la hermosa rambla montevideana, orgullo de todos sus vecinos. Faltando siete días exactos para las elecciones nacionales, blancos, colorados, frenteamplistas, independientes, cívicos, intransigentes y liberales la recorrían en auto y a pie, inundando la tarde con sus cantos, sus banderas y su folletería.
Ministros del actual gobierno repartían personalmente su "lista 15" a los automovilistas, la mayoría de ellos opositores de izquierda (seis de cada diez montevideanos lo son) sin un custodia a la vista y sin que se generase ningún incidente. El tranquilo y coqueto barrio de Pocitos lucía sucio y barullento como nunca, pero la convivencia pacífica y tolerante fue la nota sobresaliente, como lo ha sido en toda la campaña.
A medida que avanzaba la semana se hacía mas notoria la identificación de la gente con el Frente Amplio. En la noche del miércoles 27 quinientas mil personas cerraron la campaña en el centro de Montevideo, en lo que fue el acto político partidario mas grande jamás visto. En ese acto, ni al más radical y desubicado militante se le ocurría que en las elecciones del siguiente domingo pudiera darse una situación fraudulenta. Y tampoco a nadie se le pasaba por la cabeza que si, como finalmente ocurrió, el Frente Amplio obtenía al menos la mitad mas uno de los votos, pueda gestarse un quiebre institucional que le impida acceder al gobierno, a pesar de que hace apenas veinte años gobernaba una dictadura militar que consideraba a ese partido como "enemigo de la patria".
El domingo 31 de octubre se votó con absoluta normalidad, no hubo incidentes y los ganadores festejaron largamente sin que hubiera que lamentar ningún exceso. A las 11 de la noche, poco más de una hora después de conocerse el resultado electoral, el derrotado candidato del Partido Nacional, Jorge Larrañaga, que liderará una nada despreciable bancada parlamentaria del orden del 34% de los escaños, visitaba la sede de los vencedores y saludaba al Presidente electo. El mismo lunes primero de noviembre, antes aún de la proclamación oficial de los resultados, representantes del gobierno y del Presidente electo empezaban a trabajar en la transición. Si nos situamos en el contexto latinoamericano debemos concluir que para señales positivas no es poco.
Jaqueado por un panorama económico complicado y por una catarata de expectativas desmedidas que el nuevo gobierno no podrá satisfacer, Uruguay tendrá que apelar a todo ese capital cívico para afrontar esta nueva etapa histórica que se inaugura y emerger de ella sin magulladuras institucionales y con un sistema de partidos renovado y fortalecido.
Además de ese capital de cultura cívica, es importante anotar que el nuevo gobierno cuenta también con el mayor respaldo popular que haya concitado un gobierno en los últimos cincuenta años y con una sintonía ideológica con sus pares de la región que indudablemente le facilitará la tarea de gobernar un país muy sensible a los impactos externos .
Sin embargo la situación es enormemente desafiante. El conglomerado de fuerzas que llega al poder es muy heterogéneo, el sector que obtuvo la mejor votación dentro del Frente Amplio es el liderado por los Tupamaros, ex guerrilleros marxistas que en la década del sesenta se levantaron en armas contra un gobierno democrático, desoyendo la opinión del propio Che Guevara. Pero el segundo sector en orden de votos es el del anunciado ministro de economía Danilo Astori, un economista que evolucionó desde una posición marxista clásica a un pragmatismo que lo lleva a defender la disciplina fiscal, el cumplimiento de los compromisos de deuda pública y la asociación de empresas públicas con capitales privados. En tercer lugar el casi centenario Partido Socialista, dividido en un sector ortodoxo y otro renovador, este último más afín a las ideas de Astori. Un conjunto de otros sectores como el que responde al actual Intendente de Montevideo, Mariano Arana (Vertiente Artiguista) y el del electo Vicepresidente, Rodolfo Nin (Alianza Progresista), son más enigmáticos respecto a la visión con la que encararán la nueva etapa. Los grupos más radicales (Corriente de Izquierda, Partido Comunista y 26 de Marzo) obtuvieron votaciones escasas.
La descripción de grupos que compondrán el nuevo gobierno no se agota en la reseña anterior. Omitimos algunos menos significativos para no abrumar al lector. Seguramente la amalgama de todo este conglomerado la proporcionó en el pasado la condición de fuerza opositora y habrá que ver cuánto resiste la unidad interna cuando la condición de gobernantes les obligue a adoptar medidas impopulares. Hay varias de estas en el horizonte. Para empezar, habrá que digerir la surrealista reforma constitucional que determina que los servicios de agua y saneamiento ya no podrán ser prestados por empresas privadas, lo que obligará a enfrentar varias onerosas rescinsiones de contratos y asumir que quienes hoy no tienen saneamiento jamás lo tendrán, dado que las quebradas arcas del estado no permiten que éste afronte tales inversiones.
El nuevo gobierno asumirá exactamente dentro de cuatro meses, una transición inusitadamente larga, sobre todo teniendo en cuenta que el Partido Colorado, gobernante en solitario, recibió apenas el 10% de los votos. Esto hace pensar que el país tiene por delante cuatro meses perdidos, ya que el actual gobierno carece de legitimidad política para tomar decisiones trascendentes. Esta situación se agrava si pensamos que hasta ahora las transiciones se daban entre gobiernos entrantes y salientes que no tenían mayores diferencias ideológicas, al punto que los partidos y sectores que llegaban al gobierno, habían co-gobernado en mayor o menor medida con quienes lo entregaban, y estos compartirían posiciones con los vencedores en el nuevo gobierno. Ahora es distinto: el gobierno pasa de un extremo al otro del arco político, los que llegan nunca han gobernado y llegan con ideas no demasiado nítidas.
El sistema financiero, el endeudamiento y el tipo de cambio son puntos de especial sensibilidad a partir de este momento. La enorme mayoría de los depósitos están colocados a la vista o a muy corto plazo y, en conversaciones reservadas, miembros del gobierno no descartan dificultades para alguna institución. Hace ya varios meses que el Banco Central coloca letras en pesos a las instituciones locales a tasas muy atractivas para "secar" la plaza y evitar que el mercado presione al alza sobre el tipo de cambio. Por otra parte el 30 de marzo vence el actual programa acordado con el FMI y en un país que debe el 100% de su PBI no es asunto menor. No es fácil imaginar la redacción de la nueva carta intención sin visualizar las tensiones que provocará a la interna de la fuerza política gobernante.
Vamos a tener un buen indicador del estado de ánimo de los inversores mirando la evolución del precio de los bonos, de los depósitos, del tipo de cambio y de la tasa de interés a la que el BCU coloca sus letras de corto plazo.
Esta elección tiene características peculiares. Se da al final de una crisis que agravó la situación de los sectores socialmente más débiles y empujó a la pobreza a centenares de miles de personas. Algunos de los que votaron a Vázquez son frentistas de toda la vida, en algunos casos hasta la segunda generación de votantes frentistas, pero son los menos. El grueso de los ciudadanos que lo llevaron al poder no comparó programas de gobierno, ni habilidades de los dirigentes. Simplemente creyó que en el Frente Amplio y en "Tabaré" estaba su última esperanza de mejorar su nivel de vida.
En anteriores elecciones la gente tomaba menos en serio a los políticos, tenía claro que la campaña es naturalmente un tiempo de promesas que luego difícilmente se hagan realidad y que este mecanismo forma parte de la naturaleza de la política. Lo criticaban, pero no sentían que su vida estaba en juego en el cumplimiento de esas promesas.
En esta misma campaña los votantes blancos y colorados tampoco tomaban muy en serio las promesas de sus candidatos. Sin embargo, en el electorado frentista, sobre todo entre los adherentes más recientes, existe una idea como de "redención" que tiene una fuerte dosis de mesianismo.
Ya no se trata de si van a gobernar bien, mal o regular. Se trata de opciones más dramáticas: Votar a "Tabaré" para tener trabajo, para que haya medicamentos en los hospitales, para que no haya niños y viejos durmiendo en la calle, por presupuesto suficiente para la educación, planes de viviendas populares, jubilaciones y sueldos decorosos.
No es fácil trasmitirle a un lector extranjero la naturaleza de la diferencia, es más que un tránsito de lo racional a lo emocional que linda con lo metafísico. Desde hace años se emparenta la figura de Vázquez con el imaginario del populismo peronista, pero en el contexto la relación de las masas con el líder, éste más que Perón, parece Evita.
Ciertamente, Vázquez y su partido no serán responsables por no poder satisfacer estas expectativas. Nadie podría. Pero sí serán responsables por haber inducido a la gente a creer que podrían. El impacto social de la segura frustración de expectativas va a ser mucho mayor que en ocasiones anteriores, porque a diferencia de Sanguinetti, Lacalle o Batlle, a "Tabaré" sí le creen.
Personalmente estoy seguro de que el Presidente Electo es muy conciente de este riesgo y también creo que visualiza claramente que si piensa trasladar la culpa de la frustración de expectativas a quienes le precedieron en el gobierno y a la "oligarquía y el imperialismo" va a llevar al país a una situación de confrontación, tensión y potencial violencia política donde como hace treinta años todos saldremos perdiendo y tendrá que optar entre ser un mandatario depuesto o un tirano. Seguro que no quiere entrar a la historia en ninguna de esas categorías.
Si se propone alinear a los sectores radicales tras una propuesta sensata puede. Liderazgo y credibilidad tiene de sobra. Pero tiene que dar una batalla difícil hacia su interna y tiene que darla ahora, con su capital intacto.
Propuesta sensata en el Uruguay de hoy quiere decir: asumir que la superación de la angustiosa situación social no va a provenir de la acción del estado, que no tiene ningún margen para expandir el gasto, sino de continuar los actuales niveles de crecimiento económico, convocando inversión extranjera.
El nuevo gobierno debe empezar ya a despejar incertidumbres y dar señales positivas que reflejen su intención de respetar las reglas de juego básicas de una economía sana. Rápidamente debe dejar claro que va a generar un clima pro mercado, un ambiente estimulante para el desarrollo de negocios rentables, con equilibrio macroeconómico, seguridad jurídica y respeto por la inversión y los compromisos contraídos.
Al inversor no le preocupa que una fuerza de izquierda llegue al gobierno. Los inversores saben mejor que nadie que las conductas responsables y la seriedad no son patrimonio de ninguna ideología. A ningún inversor se le ocurre dejar de hacer negocios en Brasil o en Chile por el origen socialista de sus mandatarios, ni que hablar de la España de Rodríguez Zapatero o la mismísima China comunista.
Hasta ahora en el Uruguay no gobernaba la izquierda (por lo menos en la interpretación uruguaya de esa maniquea dicotomía izquierda - derecha), pero para hacer negocios de verdad siempre hubo que lidiar con la clase política.
No es mala cosa para atraer inversión al país proclamar bien fuerte que acá se terminaron las viejas prácticas y que el quiera hacer negocios limpiamente va a ser bienvenido y nadie desde el sistema político le va a poner condiciones ni le va a hacer pagar ningún peaje. Toda esa cosa lastimosa de ir a buscar inversores extranjeros asegurándole el éxito económico mediante el tráfico de influencias le hizo más daño al Uruguay frente a los inversores serios que cualquier discurso radicalizado.
Para darle una señal correcta a los mercados la confirmación de Astori como Ministro de Economía es fundamental. Astori tiene que recibir el apoyo explícito y entusiasta de los líderes de los grupos más significativos. No alcanza con la aceptación a regañadientes. Hay que explicitar que se lo va a respaldar en las fáciles y en las difíciles, y tiene que quedar claro que lo van a ayudar a "digerir los sapos". Van a tener que ir asumiendo que si todo sale bien, Astori es el recambio natural de Tabaré Vázquez, y que si no es así, el presidente que lo suceda no va a ser un frenteamplísta. Por lo tanto, sería saludable que fueran construyendo en Astori un capital común a todo el conglomerado de izquierda.
Tampoco sería mala cosa que grupos con poca significación electoral canalizaran civilizadamente el descontento de izquierda. Pero sería sí importante que grupos como el MPP, de fuerte respaldo electoral y cuyos principales integrantes provienen de un pasado marxista leninista y guerrillero, dieran señales claras de que su compromiso con la democracia representativa es sólido y duradero.
Carlos AlvarezCarlos Alvarez colaboró como Coordinador de Programas de CADAL en Uruguay entre los años 2005 y 2006.
El domingo 24 de octubre fue una espectacular jornada primaveral, soleada, con poco mas de 20 grados de temperatura que invitaba a caminar por la hermosa rambla montevideana, orgullo de todos sus vecinos. Faltando siete días exactos para las elecciones nacionales, blancos, colorados, frenteamplistas, independientes, cívicos, intransigentes y liberales la recorrían en auto y a pie, inundando la tarde con sus cantos, sus banderas y su folletería.
Ministros del actual gobierno repartían personalmente su "lista 15" a los automovilistas, la mayoría de ellos opositores de izquierda (seis de cada diez montevideanos lo son) sin un custodia a la vista y sin que se generase ningún incidente. El tranquilo y coqueto barrio de Pocitos lucía sucio y barullento como nunca, pero la convivencia pacífica y tolerante fue la nota sobresaliente, como lo ha sido en toda la campaña.
A medida que avanzaba la semana se hacía mas notoria la identificación de la gente con el Frente Amplio. En la noche del miércoles 27 quinientas mil personas cerraron la campaña en el centro de Montevideo, en lo que fue el acto político partidario mas grande jamás visto. En ese acto, ni al más radical y desubicado militante se le ocurría que en las elecciones del siguiente domingo pudiera darse una situación fraudulenta. Y tampoco a nadie se le pasaba por la cabeza que si, como finalmente ocurrió, el Frente Amplio obtenía al menos la mitad mas uno de los votos, pueda gestarse un quiebre institucional que le impida acceder al gobierno, a pesar de que hace apenas veinte años gobernaba una dictadura militar que consideraba a ese partido como "enemigo de la patria".
El domingo 31 de octubre se votó con absoluta normalidad, no hubo incidentes y los ganadores festejaron largamente sin que hubiera que lamentar ningún exceso. A las 11 de la noche, poco más de una hora después de conocerse el resultado electoral, el derrotado candidato del Partido Nacional, Jorge Larrañaga, que liderará una nada despreciable bancada parlamentaria del orden del 34% de los escaños, visitaba la sede de los vencedores y saludaba al Presidente electo. El mismo lunes primero de noviembre, antes aún de la proclamación oficial de los resultados, representantes del gobierno y del Presidente electo empezaban a trabajar en la transición. Si nos situamos en el contexto latinoamericano debemos concluir que para señales positivas no es poco.
Jaqueado por un panorama económico complicado y por una catarata de expectativas desmedidas que el nuevo gobierno no podrá satisfacer, Uruguay tendrá que apelar a todo ese capital cívico para afrontar esta nueva etapa histórica que se inaugura y emerger de ella sin magulladuras institucionales y con un sistema de partidos renovado y fortalecido.
Además de ese capital de cultura cívica, es importante anotar que el nuevo gobierno cuenta también con el mayor respaldo popular que haya concitado un gobierno en los últimos cincuenta años y con una sintonía ideológica con sus pares de la región que indudablemente le facilitará la tarea de gobernar un país muy sensible a los impactos externos .
Sin embargo la situación es enormemente desafiante. El conglomerado de fuerzas que llega al poder es muy heterogéneo, el sector que obtuvo la mejor votación dentro del Frente Amplio es el liderado por los Tupamaros, ex guerrilleros marxistas que en la década del sesenta se levantaron en armas contra un gobierno democrático, desoyendo la opinión del propio Che Guevara. Pero el segundo sector en orden de votos es el del anunciado ministro de economía Danilo Astori, un economista que evolucionó desde una posición marxista clásica a un pragmatismo que lo lleva a defender la disciplina fiscal, el cumplimiento de los compromisos de deuda pública y la asociación de empresas públicas con capitales privados. En tercer lugar el casi centenario Partido Socialista, dividido en un sector ortodoxo y otro renovador, este último más afín a las ideas de Astori. Un conjunto de otros sectores como el que responde al actual Intendente de Montevideo, Mariano Arana (Vertiente Artiguista) y el del electo Vicepresidente, Rodolfo Nin (Alianza Progresista), son más enigmáticos respecto a la visión con la que encararán la nueva etapa. Los grupos más radicales (Corriente de Izquierda, Partido Comunista y 26 de Marzo) obtuvieron votaciones escasas.
La descripción de grupos que compondrán el nuevo gobierno no se agota en la reseña anterior. Omitimos algunos menos significativos para no abrumar al lector. Seguramente la amalgama de todo este conglomerado la proporcionó en el pasado la condición de fuerza opositora y habrá que ver cuánto resiste la unidad interna cuando la condición de gobernantes les obligue a adoptar medidas impopulares. Hay varias de estas en el horizonte. Para empezar, habrá que digerir la surrealista reforma constitucional que determina que los servicios de agua y saneamiento ya no podrán ser prestados por empresas privadas, lo que obligará a enfrentar varias onerosas rescinsiones de contratos y asumir que quienes hoy no tienen saneamiento jamás lo tendrán, dado que las quebradas arcas del estado no permiten que éste afronte tales inversiones.
El nuevo gobierno asumirá exactamente dentro de cuatro meses, una transición inusitadamente larga, sobre todo teniendo en cuenta que el Partido Colorado, gobernante en solitario, recibió apenas el 10% de los votos. Esto hace pensar que el país tiene por delante cuatro meses perdidos, ya que el actual gobierno carece de legitimidad política para tomar decisiones trascendentes. Esta situación se agrava si pensamos que hasta ahora las transiciones se daban entre gobiernos entrantes y salientes que no tenían mayores diferencias ideológicas, al punto que los partidos y sectores que llegaban al gobierno, habían co-gobernado en mayor o menor medida con quienes lo entregaban, y estos compartirían posiciones con los vencedores en el nuevo gobierno. Ahora es distinto: el gobierno pasa de un extremo al otro del arco político, los que llegan nunca han gobernado y llegan con ideas no demasiado nítidas.
El sistema financiero, el endeudamiento y el tipo de cambio son puntos de especial sensibilidad a partir de este momento. La enorme mayoría de los depósitos están colocados a la vista o a muy corto plazo y, en conversaciones reservadas, miembros del gobierno no descartan dificultades para alguna institución. Hace ya varios meses que el Banco Central coloca letras en pesos a las instituciones locales a tasas muy atractivas para "secar" la plaza y evitar que el mercado presione al alza sobre el tipo de cambio. Por otra parte el 30 de marzo vence el actual programa acordado con el FMI y en un país que debe el 100% de su PBI no es asunto menor. No es fácil imaginar la redacción de la nueva carta intención sin visualizar las tensiones que provocará a la interna de la fuerza política gobernante.
Vamos a tener un buen indicador del estado de ánimo de los inversores mirando la evolución del precio de los bonos, de los depósitos, del tipo de cambio y de la tasa de interés a la que el BCU coloca sus letras de corto plazo.
Esta elección tiene características peculiares. Se da al final de una crisis que agravó la situación de los sectores socialmente más débiles y empujó a la pobreza a centenares de miles de personas. Algunos de los que votaron a Vázquez son frentistas de toda la vida, en algunos casos hasta la segunda generación de votantes frentistas, pero son los menos. El grueso de los ciudadanos que lo llevaron al poder no comparó programas de gobierno, ni habilidades de los dirigentes. Simplemente creyó que en el Frente Amplio y en "Tabaré" estaba su última esperanza de mejorar su nivel de vida.
En anteriores elecciones la gente tomaba menos en serio a los políticos, tenía claro que la campaña es naturalmente un tiempo de promesas que luego difícilmente se hagan realidad y que este mecanismo forma parte de la naturaleza de la política. Lo criticaban, pero no sentían que su vida estaba en juego en el cumplimiento de esas promesas.
En esta misma campaña los votantes blancos y colorados tampoco tomaban muy en serio las promesas de sus candidatos. Sin embargo, en el electorado frentista, sobre todo entre los adherentes más recientes, existe una idea como de "redención" que tiene una fuerte dosis de mesianismo.
Ya no se trata de si van a gobernar bien, mal o regular. Se trata de opciones más dramáticas: Votar a "Tabaré" para tener trabajo, para que haya medicamentos en los hospitales, para que no haya niños y viejos durmiendo en la calle, por presupuesto suficiente para la educación, planes de viviendas populares, jubilaciones y sueldos decorosos.
No es fácil trasmitirle a un lector extranjero la naturaleza de la diferencia, es más que un tránsito de lo racional a lo emocional que linda con lo metafísico. Desde hace años se emparenta la figura de Vázquez con el imaginario del populismo peronista, pero en el contexto la relación de las masas con el líder, éste más que Perón, parece Evita.
Ciertamente, Vázquez y su partido no serán responsables por no poder satisfacer estas expectativas. Nadie podría. Pero sí serán responsables por haber inducido a la gente a creer que podrían. El impacto social de la segura frustración de expectativas va a ser mucho mayor que en ocasiones anteriores, porque a diferencia de Sanguinetti, Lacalle o Batlle, a "Tabaré" sí le creen.
Personalmente estoy seguro de que el Presidente Electo es muy conciente de este riesgo y también creo que visualiza claramente que si piensa trasladar la culpa de la frustración de expectativas a quienes le precedieron en el gobierno y a la "oligarquía y el imperialismo" va a llevar al país a una situación de confrontación, tensión y potencial violencia política donde como hace treinta años todos saldremos perdiendo y tendrá que optar entre ser un mandatario depuesto o un tirano. Seguro que no quiere entrar a la historia en ninguna de esas categorías.
Si se propone alinear a los sectores radicales tras una propuesta sensata puede. Liderazgo y credibilidad tiene de sobra. Pero tiene que dar una batalla difícil hacia su interna y tiene que darla ahora, con su capital intacto.
Propuesta sensata en el Uruguay de hoy quiere decir: asumir que la superación de la angustiosa situación social no va a provenir de la acción del estado, que no tiene ningún margen para expandir el gasto, sino de continuar los actuales niveles de crecimiento económico, convocando inversión extranjera.
El nuevo gobierno debe empezar ya a despejar incertidumbres y dar señales positivas que reflejen su intención de respetar las reglas de juego básicas de una economía sana. Rápidamente debe dejar claro que va a generar un clima pro mercado, un ambiente estimulante para el desarrollo de negocios rentables, con equilibrio macroeconómico, seguridad jurídica y respeto por la inversión y los compromisos contraídos.
Al inversor no le preocupa que una fuerza de izquierda llegue al gobierno. Los inversores saben mejor que nadie que las conductas responsables y la seriedad no son patrimonio de ninguna ideología. A ningún inversor se le ocurre dejar de hacer negocios en Brasil o en Chile por el origen socialista de sus mandatarios, ni que hablar de la España de Rodríguez Zapatero o la mismísima China comunista.
Hasta ahora en el Uruguay no gobernaba la izquierda (por lo menos en la interpretación uruguaya de esa maniquea dicotomía izquierda - derecha), pero para hacer negocios de verdad siempre hubo que lidiar con la clase política.
No es mala cosa para atraer inversión al país proclamar bien fuerte que acá se terminaron las viejas prácticas y que el quiera hacer negocios limpiamente va a ser bienvenido y nadie desde el sistema político le va a poner condiciones ni le va a hacer pagar ningún peaje. Toda esa cosa lastimosa de ir a buscar inversores extranjeros asegurándole el éxito económico mediante el tráfico de influencias le hizo más daño al Uruguay frente a los inversores serios que cualquier discurso radicalizado.
Para darle una señal correcta a los mercados la confirmación de Astori como Ministro de Economía es fundamental. Astori tiene que recibir el apoyo explícito y entusiasta de los líderes de los grupos más significativos. No alcanza con la aceptación a regañadientes. Hay que explicitar que se lo va a respaldar en las fáciles y en las difíciles, y tiene que quedar claro que lo van a ayudar a "digerir los sapos". Van a tener que ir asumiendo que si todo sale bien, Astori es el recambio natural de Tabaré Vázquez, y que si no es así, el presidente que lo suceda no va a ser un frenteamplísta. Por lo tanto, sería saludable que fueran construyendo en Astori un capital común a todo el conglomerado de izquierda.
Tampoco sería mala cosa que grupos con poca significación electoral canalizaran civilizadamente el descontento de izquierda. Pero sería sí importante que grupos como el MPP, de fuerte respaldo electoral y cuyos principales integrantes provienen de un pasado marxista leninista y guerrillero, dieran señales claras de que su compromiso con la democracia representativa es sólido y duradero.
