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Uruguay: tres gobiernos en pugna
Por Carlos Alvarez
Asociar a las empresas públicas con capital privado, hacer crecer la economía elevando al doble la tasa de inversión, atraer inversores privados nacionales y extranjeros fundamentalmente para emprendimientos exportadores, respetar los compromisos contraídos con los acreedores, mantener las resistidas concesiones realizadas por el actual gobierno, austeridad fiscal, no profundizar el endeudamiento, libre flotación del tipo de cambio e incluso revisar los monopolios estatales y la inamovilidad de los funcionarios públicos. Para ser la agenda de un gobierno de izquierda no está nada mal.
Reactivar la economía a partir del mercado interno aunque esto suponga postergar las exportaciones, tratar de reabrir pequeños talleres y proteger su producción semi artesanal aunque el consumidor tenga que pagar precios más caros, dificultar las importaciones con barreras burocráticas, dejar de importar autos por dos años para generarle trabajo a los talleres mecánicos, "inventar trabajo en forma militante". Un horror aunque sean las ideas de un recién llegado gobierno de izquierda latinoamericana.
Lo asombroso es que estas dos concepciones conviven en el seno del gobierno recientemente electo, el que tiene apenas cien días para elegir cual de los dos caminos habrá de transitar a partir del 1º de marzo de 2005.
El futuro ministro de Economía, Danilo Astori, encarna la visión mas ortodoxa y racional y el ex guerrillero tupamaro José Mujica, primer Senador Electo de la República, encarna las más telúrica. El Presidente Electo Tabaré Vázquez y el resto de los sectores de la coalición de izquierda evitan prudentemente referirse a esta contradicción.
Recientemente Mujica declaró que quien espere que Astori y él se peleen debería conseguirse un buen sillón de plumas para esperar cómodo. No pude conseguir uno, pero estoy convencido de que, para lo que habrá que esperar me bastará la butaca de mi escritorio.
La oposición ha sido la amalgama histórica de la coalición de la izquierda uruguaya, que por sucesivas ampliaciones terminó denominándose "Frente Amplio - Encuentro Progresista - Nueva Mayoría". Oposición primero al gobierno de "mano dura" de Pacheco Areco en los años sesenta, a la dictadura militar en los 70 y a los gobiernos colorados y blancos a partir del retorno a la democracia en 1985, y en particular a todo intento de abrir la economía, de darle participación al sector privado y de remodelar el lerdo y pesado aparato estatal.
En medio de esa orgía opositora no faltaron desencuentros entre el futuro Ministro de Economía y prácticamente todo el resto del Frente Amplio, en especial Tabaré Vázquez, que llegó a conminarlo a "que se calle o se vaya". Sin embargo mientras estuvieron en la oposición no había demasiado interés en profundizar demasiado en las políticas que aplicarían en la eventualidad de ser gobierno y se reivindicaba la aplicación de un programa común que podía admitir "matices". Pero llegados al gobierno estos matices se han transformado en diferencias insalvables. A falta de más de tres meses para entrar en funciones el futuro gobierno ha engendrado en su seno su propia oposición.
Las ideas de Astori son bien recibidas entre blancos y colorados. En última instancia no son tan distintas de las que ellos intentaron aplicar sin suerte cuando les tocó ser gobierno y que les valieron la más furibunda oposición de la izquierda.
En julio, cuando ya era evidente que sería el próximo presidente, Tabaré Vázquez, que será socialista pero no es tonto, dio un giro espectacular y en Washington, a las puertas del FMI, anunció que todos podían dormir tranquilos, que Astori sería el futuro Ministro y que tenía todo su apoyo para llevar adelante sus ideas.
El problema está en que cuando se es gobierno con las ideas de Astori, los que piensan como Mujica no tienen otro camino que ser oposición. Y viceversa. Pero oficialismo los dos imposible, salvo que Mujica y su Movimiento de Participación Popular (el sector más votado del FA) decidan llamarse a silencio y disciplinarse, lo que tendría para ellos un costo político muy alto y no parece probable. O que el Presidente electo diera marcha atrás en su decisión de nombrar a Astori en el Ministerio de Economía, lo que por suerte parece aún más improbable.
La seguridad de que la conducción de la economía estará en manos de Astori es la razón principal de la calma con los mercados, que han reaccionado bien frente a la elección uruguaya a pesar del brusco cambio político que trajo aparejado. Así se preocupó de dejarlo bien en claro el influyente Presidente del BID, Enrique Iglesias, tomando partido indisimuladamente por el programa ortodoxo y enviando una señal fuerte al resto de los integrantes del nuevo gobierno en el sentido de que la prudencia aconseja alinearse tras las ideas del futuro ministro.
Por el contrario, los sindicatos agrupados en el PIT-CNT se han apurado a dejar bien claro que no adhieren a las ideas del futuro ministro y que le exigirán al nuevo gobierno que se apegue al conjunto de ideas que la izquierda ha sustentado tradicionalmente y que en parte, aunque no totalmente, expresa el grupo político de los ex guerrilleros .
Así las cosas, habrá que ver con qué respaldo llega Astori al 1º de marzo y si no se dará la paradoja de que blancos y colorados terminen sustentándolo frente a los embates de sus "compañeros" de izquierda.
Como si no alcanzara con tener dos gobiernos en uno esperando asumir, el gobierno en funciones, al que le corresponde la obligación constitucional de gobernar por los próximos cien días, está atado de manos. Cualquier decisión que asuma, por inocua que luzca, desata un vendaval de reclamos de no innovar y frente a la evidencia de que carece de cualquier atisbo de respaldo popular, termina inhibido de adjudicar licitaciones, procesar concursos, firmar contratos con proveedores o designar funcionarios aún en los rangos mas insignificantes.
En lo que hay consenso en filas del nuevo gobierno y en general es bien visto por la población es la aplicación del Plan de Emergencia Social, para el cual el BID ha comprometido un préstamo de U$S 250 millones. Con este plan se pretende aliviar las situaciones sociales más desesperantes.
Lo que no se vislumbra con claridad es la duración de este plan. El nuevo gobierno confía en que el crecimiento de la economía lo hará innecesario en algún momento. Sin embargo los destinatarios del mismo por su formación, hábitos y cultura no serán fácilmente reinsertables en el aparato productivo independientemente de la velocidad y profundidad de la reactivación económica.
Carlos AlvarezCarlos Alvarez colaboró como Coordinador de Programas de CADAL en Uruguay entre los años 2005 y 2006.
Asociar a las empresas públicas con capital privado, hacer crecer la economía elevando al doble la tasa de inversión, atraer inversores privados nacionales y extranjeros fundamentalmente para emprendimientos exportadores, respetar los compromisos contraídos con los acreedores, mantener las resistidas concesiones realizadas por el actual gobierno, austeridad fiscal, no profundizar el endeudamiento, libre flotación del tipo de cambio e incluso revisar los monopolios estatales y la inamovilidad de los funcionarios públicos. Para ser la agenda de un gobierno de izquierda no está nada mal.
Reactivar la economía a partir del mercado interno aunque esto suponga postergar las exportaciones, tratar de reabrir pequeños talleres y proteger su producción semi artesanal aunque el consumidor tenga que pagar precios más caros, dificultar las importaciones con barreras burocráticas, dejar de importar autos por dos años para generarle trabajo a los talleres mecánicos, "inventar trabajo en forma militante". Un horror aunque sean las ideas de un recién llegado gobierno de izquierda latinoamericana.
Lo asombroso es que estas dos concepciones conviven en el seno del gobierno recientemente electo, el que tiene apenas cien días para elegir cual de los dos caminos habrá de transitar a partir del 1º de marzo de 2005.
El futuro ministro de Economía, Danilo Astori, encarna la visión mas ortodoxa y racional y el ex guerrillero tupamaro José Mujica, primer Senador Electo de la República, encarna las más telúrica. El Presidente Electo Tabaré Vázquez y el resto de los sectores de la coalición de izquierda evitan prudentemente referirse a esta contradicción.
Recientemente Mujica declaró que quien espere que Astori y él se peleen debería conseguirse un buen sillón de plumas para esperar cómodo. No pude conseguir uno, pero estoy convencido de que, para lo que habrá que esperar me bastará la butaca de mi escritorio.
La oposición ha sido la amalgama histórica de la coalición de la izquierda uruguaya, que por sucesivas ampliaciones terminó denominándose "Frente Amplio - Encuentro Progresista - Nueva Mayoría". Oposición primero al gobierno de "mano dura" de Pacheco Areco en los años sesenta, a la dictadura militar en los 70 y a los gobiernos colorados y blancos a partir del retorno a la democracia en 1985, y en particular a todo intento de abrir la economía, de darle participación al sector privado y de remodelar el lerdo y pesado aparato estatal.
En medio de esa orgía opositora no faltaron desencuentros entre el futuro Ministro de Economía y prácticamente todo el resto del Frente Amplio, en especial Tabaré Vázquez, que llegó a conminarlo a "que se calle o se vaya". Sin embargo mientras estuvieron en la oposición no había demasiado interés en profundizar demasiado en las políticas que aplicarían en la eventualidad de ser gobierno y se reivindicaba la aplicación de un programa común que podía admitir "matices". Pero llegados al gobierno estos matices se han transformado en diferencias insalvables. A falta de más de tres meses para entrar en funciones el futuro gobierno ha engendrado en su seno su propia oposición.
Las ideas de Astori son bien recibidas entre blancos y colorados. En última instancia no son tan distintas de las que ellos intentaron aplicar sin suerte cuando les tocó ser gobierno y que les valieron la más furibunda oposición de la izquierda.
En julio, cuando ya era evidente que sería el próximo presidente, Tabaré Vázquez, que será socialista pero no es tonto, dio un giro espectacular y en Washington, a las puertas del FMI, anunció que todos podían dormir tranquilos, que Astori sería el futuro Ministro y que tenía todo su apoyo para llevar adelante sus ideas.
El problema está en que cuando se es gobierno con las ideas de Astori, los que piensan como Mujica no tienen otro camino que ser oposición. Y viceversa. Pero oficialismo los dos imposible, salvo que Mujica y su Movimiento de Participación Popular (el sector más votado del FA) decidan llamarse a silencio y disciplinarse, lo que tendría para ellos un costo político muy alto y no parece probable. O que el Presidente electo diera marcha atrás en su decisión de nombrar a Astori en el Ministerio de Economía, lo que por suerte parece aún más improbable.
La seguridad de que la conducción de la economía estará en manos de Astori es la razón principal de la calma con los mercados, que han reaccionado bien frente a la elección uruguaya a pesar del brusco cambio político que trajo aparejado. Así se preocupó de dejarlo bien en claro el influyente Presidente del BID, Enrique Iglesias, tomando partido indisimuladamente por el programa ortodoxo y enviando una señal fuerte al resto de los integrantes del nuevo gobierno en el sentido de que la prudencia aconseja alinearse tras las ideas del futuro ministro.
Por el contrario, los sindicatos agrupados en el PIT-CNT se han apurado a dejar bien claro que no adhieren a las ideas del futuro ministro y que le exigirán al nuevo gobierno que se apegue al conjunto de ideas que la izquierda ha sustentado tradicionalmente y que en parte, aunque no totalmente, expresa el grupo político de los ex guerrilleros .
Así las cosas, habrá que ver con qué respaldo llega Astori al 1º de marzo y si no se dará la paradoja de que blancos y colorados terminen sustentándolo frente a los embates de sus "compañeros" de izquierda.
Como si no alcanzara con tener dos gobiernos en uno esperando asumir, el gobierno en funciones, al que le corresponde la obligación constitucional de gobernar por los próximos cien días, está atado de manos. Cualquier decisión que asuma, por inocua que luzca, desata un vendaval de reclamos de no innovar y frente a la evidencia de que carece de cualquier atisbo de respaldo popular, termina inhibido de adjudicar licitaciones, procesar concursos, firmar contratos con proveedores o designar funcionarios aún en los rangos mas insignificantes.
En lo que hay consenso en filas del nuevo gobierno y en general es bien visto por la población es la aplicación del Plan de Emergencia Social, para el cual el BID ha comprometido un préstamo de U$S 250 millones. Con este plan se pretende aliviar las situaciones sociales más desesperantes.
Lo que no se vislumbra con claridad es la duración de este plan. El nuevo gobierno confía en que el crecimiento de la economía lo hará innecesario en algún momento. Sin embargo los destinatarios del mismo por su formación, hábitos y cultura no serán fácilmente reinsertables en el aparato productivo independientemente de la velocidad y profundidad de la reactivación económica.
